Relatado por J. M. Blázquez, que había sido ayudante de J. Maluquer en Salamanca: "El escondrijo [scil., del tesoro] apareció en la acrópolis, y la excavación publicada, que efectuó Maluquer, se limitó a una zona de nueve metros de longitud por algo más de seis de anchura, eligiéndose como centro el punto exacto del hallazgo, que se encontraba sobre un estrato de incendio pero independiente de él. Al parecer el tesoro fue hallado en el interior de una vasija tosca, de forma de lebrillo, que se rompió y cuyos fragmentos se mezclaron con otras cerámicas y fue después imposible reconstruirla. J. de M. Carriazo prepara un extenso estudio sobre este yacimiento..."

Imagínese el interés que hubiera tenido el poder conservar y estudiar la vasija misma en la que se había metido el tesoro, aunque Carriazo recogió de los obreros una descripción exacta de cómo estaba ordenado en ella (Blázquez, 1975, p. 271).

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En la misma obra, entre las páginas 271 y 280, Blázquez transcribió el detalle de los resultados de esta estratigrafía, analizados en dos secciones por J. Maluquer y dibujados en un par de días.

Imagen de: J.M. Blázquez, Tartessos y los orígenes de la colonización fenicia en Occidente, 2ª ed., Madrid, 1975, p. 139, fig. 37: "Corte de la excavación de El Carambolo. Según J. Maluquer".