Fecha: 09 de ene. 2006
Sección: Objetos celtibéricos
Información publicada por: crougintoudadigo
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Bronce con un programa iconográfico conmemorativo de un entronización real y circunambulación jurisdiccional celta conservado en el Instituto de Valencia de Don Juan. Procedencia desconocida.

Los exvotos del NW, acaso ofrendados junto a los outeiros o altares rupestres al aire libre conmemoraban las ceremonias que en ellos tuvieron lugar. La etnografía comparada nos permite discernir que la investidura real tenía entre los Celtas dos tiempos. Estos dos tiempos estarían representados simultáneamente en una única composición en los bronces; un primer tiempo, la ordinatio o entronización propiamente dicha, tenia lugar sobre la trebopala o croio teutático y consistía en el fingimiento o parateatral representación de los místicos desposorios entre el candidato a soberano y su Tierra: la Diosa Madre, encarnada para la ocasión en la purísima yegua blanca, una equa cum alba coma, que el postulante in conspectu populi suo, y por este orden primero fingía cubrir, después la sacrificaba, la despiezaba, la cocía y consumía. Sacrificada la yegua de alba coma, crin o cabellera, la commaian en la trebopala en honor de la categoría divina ‘Luminosa Epona’, y cocida en su caldero, comida y bebida por el aspirante iam factus rex su carne y su sangre preciosa, y repartida por el soberano esa carne y esa sangre entre sus deudos, con toda su aula -comulgando primero los caballeros de mas rango- y luego jerárquicamente todo el Grád Túaithe, repartida la comunión entre todos los grados de la sociedad de la Treba, -involucrándose todo el pueblo- se sentaría el soberano ex more celtica con los pies cruzados sobre la entronizatoria pala o piedra, investido ya tras su mística comunión con la Diosa Madre, encarnación del País de la realeza. Luego el rey se levantaba y descendía del outeiro,

El segundo tiempo, es el tiempo de bajar la comida con la jurisdiccional circunvalación. El rey descendiendo del “altar” escenificaba la toma de posesión de una ‘tierra en paz’, ai. trebad, y circunvalaba la treba. Posiblemente en épocas más antiguas el soberano cargaba con el arado (en el carro). Pero los viejos tiempos de Rómulo y de los petroglifos de Mont Begó, habían pasado, y ahora recorría el rey con un toro maron los límites inviolables y sacrosantos de la Treba seguido de su corio, “mesnada”, y de los habitantes de su treba. Completando el rey el giro de la jurisdicción suya y de los suyos, sacrificaba con el hacha el toro - prótomos de todos los bronces- y revistaba, uno por uno, cada marco, colocando marcos nuevos donde faltaban, y restableciendo las corias, “mojones”, decoiraba y reponía el espacio jurisdiccional. A ese inviolable espacio o pomoerio de la treba aludiría el trenzado en forma de cadeneta que rodea el bronde del Instituto.

El extraordinario carácter y la trascendencia política de estos actos, movería a encargar luego a un hábil artista fundidor, a un hábil broncista, la representación sintética de esos episodios surgiendo así esos bronces votivos fedatarios de estos actos, algunos como hemos dicho con los mencionados anillos para ser posiblemente depositados al aire libre junto al outeiro o la trebopala, en los lugares hoy llenos de leyendas, de encantos y de tesoros escondidos, donde serían encontrados. Esto explicaria por que estos bronces no aparecen en contextos arqueológicos ortodoxos, sino en los lugares de culto, outeiros o trebopalas, ocasionalmente muy productivos para los buscadores de tesoros con detectores de metales, o ya -en un presente cristiano- entre la chatarra de los fundidores castreños.
Este dibujo fué realizado por Andrés Pena partiendo de una foto de Armada Pita y García Vuelta

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