Autor: berserker
jueves, 25 de enero de 2007
Sección: Artículos generales
Información publicada por: berserker


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¿La invasión que nunca existió?

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¿Pudo ser así la historia?

Algunos historiadores cuestionan de forma creciente la versión tradicional católica según la cual el Islam se implantó violentamente en la península, después de una invasión árabe, en el año 711. Estos historiadores argumentan que el Islam ni se impuso ni era ajeno a los hispanos, que lo abrazaron libre y mayoritariamente. En realidad, la tesis de la imposición fue una "conspiración" promovida por la Iglesia con objeto de encubrir su derrota ante los cristianos unitarios, seguidores del arrianismo que predicó Prisciliano.

¿Ocurrió la historia tal y como nos la han contado? ¿Es posible que, en el siglo VIII de nuestra era, un ejército musulmán cruzara el estrecho de Gibraltar, derrotara a las tropas visigodas y avanzara victorioso hasta el punto de llegar a someter a casi todo el territorio peninsular? ¿Un puñado de bereberes pudo someter a 20 millones de hispanos durante varios siglos? En contra de esta hipótesis tenemos el hecho de que los documentos de la época no contienen referencias a aquella terrible invasión que, de ser cierta, habría supuesto para los peninsulares todos los males imaginables. Las primeras noticias no aparecen hasta las crónicas latinas y musulmanas del siglo IX, a seis generaciones (ciento cincuenta años) de los hechos que se relatan, cuando el Islam estaba ya firmemente arraigado en la península.

Algunos investigadores, tras que los cristianos omitían consignar cualquier aspecto de lo que estaba sucediendo en su suelo, concluyen que el mito ha pervivido, contra toda lógica, porque a los católicos les ha interesado mantenerlo, porque encubría ante su propio pueblo lo que en realidad fue su fracaso social y religioso.

La guerra civil que estalló en la Península Ibérica a principios del siglo VIII, explicada como conflicto político y disfrazada más tarde como invasión de una potencia extranjera, tuvo su auténtico origen en unos hechos que se remontan a cuatro siglos antes, al enfrentamiento producido entre dos corrientes cristianas: los unitarios o arrianos, que negaban que el Hijo fuera igual al Padre -según esta premisa, Jesús no era Dios- y los trinitarios, adheridos al dogma predicado por san Pablo, que mantenían que hay tres personas distintas -Padre, Hijo y Espíritu santo- en un solo Dios verdadero.

Por tanto, para aproximarnos a una de las verdades de lo que sucedió realmente en el año 711, cuando un contingente de guerreros del norte de África, entre los que predominan los bereberes, cruzan el estrecho de Gibraltar, derrota a las tropas visigodas lideradas por Don Rodrigo y se establece en la Península Ibérica, tendremos que remontarnos al siglo IV.

Un poco de historia

En el año 325, el emperador Constantino acababa de convocar un concilio en Nicea para zanjar las disputas teológicas que estaban perjudicando al imperio. Fue una fecha crucial, porque el dogma de la Trinidad se impuso y se incluyó en la religión oficial, mientras que se reafirmaba la excomunión del obispo alejandrino Arrio, que murió en el año 336, el día anterior al fijado por el emperador para obligarle a reconciliarse con la Iglesia. Un siglo después, su mensaje obtuvo un eco imprevisible.

Las ideas que Arrio había predicado en Oriente fueron propagadas por Prisciliano en la Península Ibérica y en el sur de la Galia. Este controvertido personaje nació en el seno de una familia senatorial en el año 340 -se cree que en Galicia- y comenzó su predicación hacia el 370. Era un hombre culto, ascético, vegetariano y que no hacía distinción entre hombres y mujeres en cuestión de nombramientos relacionados con el culto, unos principios que retomarán siglos después los cátaros.

Los Libros de Arrio fueron quemados y apenas quedan obras de Prisciliano. De los signos externos y sacramentos del arrianismo sólo se sabe, por referencias de sus enemigos, el empleo de alguna forma de tonsura y que el bautizo se realizaba mediante tres inmersiones, quizá en correspondencia con la trilogía "cuerpo, alma y espíritu" o "cuerpo físico, astral y mental". Prisciliano tuvo que soportar durante toda su vida pública el acoso teológico y personal de los obispos trinitarios, temerosos de su creciente influencia entre el clero y la población. El último acto de esta historia tuvo lugar en el año 385 en la ciudad de Tréveris, donde el emperador Máximo le hizo acudir para que se defendiera de la acusación de hechicería lanzada por sus adversarios. Hubo un juicio, viciado por intereses clericales e imperiales, y una condena: a Prisciliano le cortaron la cabeza. Fue el primer hereje que sufrió pena de muerte. Curiosamente, el propio emperador Máximo fue ejecutado tres años después por orden de Teodosio.

Unamuno sugiere que quien está enterrado en Compostela no es el Apóstol Santiago, sino Prisciliano, lo cual daría idea de la extensión e importancia que alcanzaron sus doctrinas. Lo cierto es que su ejecución afianzaría el arrianismo en el país. Por otra parte, hacia el año 460 tomó el poder en la península el monarca godo Eurico, quien se convirtió a la fe arriana y truncó así las ambiciones de los que no habían dudado en matar a Prisciliano con tal de acabar con sus ideas.

En el año 587, el rey godo Recaredo se alió con los trinitarios por conveniencias políticas y, en nombre propio y en el de todo su pueblo, abjuró del arrianismo que habían practicado los anteriores monarcas godos. Se prohibió el culto arriano y se iniciaron brutales persecuciones contra sus seguidores y también contra los judíos, quienes hasta entonces habían practicado su religión libremente. Los arrianos de la península y del sur de Francia se sublevaron y tuvieron que soportar durante el siglo siguiente robos, violaciones, asesinatos y reducción a la esclavitud, perpetrados por elementos de la oligarquía goda y el propio clero.

La tensión se rebajó cuando el rey godo Vitiza subió al trono en el año 702 y comenzó a deshacer los entuertos de sus antecesores: declaró una amnistía contra los perseguidos y les restituyó sus bienes; detuvo las medidas hostiles contra los judíos y convocó el XVIII concilio de Toledo, cuyas actas, sospechosamente, se han perdido. El grueso de los historiadores opina que fueron destruidas porque eran contrarias al Cristianismo ortodoxo romano. A la muerte de Vitiza, en torno al año 709, todo cambió. La nobleza y los obispos impidieron que su hijo Achila, que era menor de edad, ocupara el trono, y eligieron en su lugar al que la historia ha conocido como Don Rodrigo, un jefe militar afín a sus intereses. Estalló entonces una guerra civil entre los partidarios de éste, probablemente seguidores del Cristianismo establecido, y quienes apoyaban a los sucesores de Vitiza, más comprometidos con las creencias unitarias o arrianas, que veían en Don Rodrigo a un usurpador del trono visigodo.

Al mando de la Bética estaba Rechesindo, el antiguo tutor del hijo de Vitiza. Rodrigo lo mató en una escaramuza y entró en Sevilla sin oposición. Entonces, los partidarios de la estirpe de Vitiza, los debilitados unitarios, pidieron ayuda a su correligionario Tariq, gobernador de la provincia visigótica de Tingitana (la actual Tánger), en el norte de Marruecos, que había sido nombrado por Vitiza y con cuyo reinado mantenía estrechas relaciones comerciales. Tariq era, probablemente, de raza goda, como apunta la sílaba "ic" hijo en lengua germánica. Uno de sus jefes militares era Yulian, de origen romano, a quien la leyenda de la invasión convirtió en el traidor conde Don Julián. Tariq cruzó el estrecho con guerreros de diversas etnias, integrados en la causa unitaria, entre los que abundaban los bereberes. La presencia de estas tropas no provocó una especial reacción entre la población autóctona, ya que la petición de auxilio a fuerzas extranjeras era una práctica muy corriente en Hispania. Los judíos, que habían sido ferozmente perseguidos por los monarcas godos después de que éstos abandonaran la fe arriana, acogieron favorablemente a los recién llegados.

Los expertos subrayan que sólo un estado puede organizar una invasión militar. Y no existía entonces un imperio arábigo, sino tribus y pequeños caudillos frecuentemente enfrentados entre sí y carentes de gobierno, administración y ejército.

Según el historiador Ignacio Olagüe, "en las crónicas latinas y bereberes aparecen los godos como un grupo aparte que guerreaba contra un enemigo que no era español, ni cristiano, ni hereje, sino anónimo; es decir sarraceno". Lo que no podía decir, o lo ignoraba el cronista, era que los godos luchaban contra la masa del pueblo, contraria a la oligarquía dominante".

Suponiendo que la batalla de Guadalete no hubiera sido una ficción, el número de fuerzas que intervino tuvo que ser más modesto de lo que se ha contado, y bastante menor la trascendencia militar que se le atribuye.

Se dice que Rodrigo murió en la batalla, pero es más probable que fuera expulsado de Andalucía y buscara refugio en Lusitania, donde pudo haber fundado su propio reino, ya que existía en Viseu una sepultura con la inscripción "Aquí yace Roderico, rey de los godos", que todavía se conservaba en el siglo XVIII en la iglesia de San Miguel de Fetal, según señala el abate Antonio Calvalho da Costa en su Corografía portuguesa.

En el siglo IX, vemos que los musulmanes llevaban 140 años en la península, tenían desde hacía un siglo la capital del reino en Córdoba, la más importante y refinada ciudad de Occidente por entonces, con un millón de habitantes, y es evidente que no habían forzado la conversión masiva de indefensos cristianos, ni siquiera hacían proselitismo de su fe ni alardes de su culto. ¿Qué fe seguían entonces los andaluces? Lo más probable es que se tratara del arrianismo tradicional, en discreta evolución hacia el islamismo, que la mayoría de la población acabaría abrazando, igual que adoptó paulatinamente la lengua árabe en sustitución del latín. No hubo imposición, sino una lenta seducción. Y no se trataba de una fe extranjera. Asín Palacios y otros arabistas mantienen que el Islam tiene relación con el Arrianismo y el Judaísmo. Se comprende el respeto de los musulmanes hacia las "gentes del Libro", con las que comparten lo esencial: el sometimiento a un solo Dios con el que pueden comunicarse directamente y desde cualquier lugar.

Incluso los investigadores que respaldan la teoría de la invasión juzgan extraño que un puñado de árabes pudieran influir tan profunda e inmediatamente en 20 millones de hispanos. El historiador Olagüe sintetiza su perplejidad en tono irónico: "Tuvo entonces lugar una mutación formidable, como se produce en el teatro un cambio de decoración.

España, que era latina, se convierte en árabe; siendo cristiana, adopta el Islam. Como si hubiera repetido el Espíritu Santo el acto de Pentecostés, despiertan un buen día los españoles hablando la lengua del Hedjaz (árabe). Llevan otros trajes, gozan de otras costumbres, manejan otras armas. Los invasores eran 25.000. ¿Qué había sido de los españoles?"

Se ha querido transmitir la idea de que España era poco menos que un desierto artístico e intelectual hasta que la fecundó el Islam. Sin embargo, el historiador Bonilla san Martín apunta que "el movimiento priscilianista, los trabajos de los concilios de Toledo, las producciones de los escritores, atestiguan en la España de los siglos IV y V una cultura excepcional. La invasión goda, lejos de sofocar este progreso, lo acrecentó y estimuló notablemente". De hecho, los estudiosos mantienen que el arte arábigo fue una prolongación del ibero y del visigótico.

El árabe no empieza a generalizarse por escrito en España hasta la segunda mitad del siglo IX. Es entonces cuando florecen las ciencias, la filosofía y la poesía. La rica lengua árabe es el instrumento; el genio lo aportan aquellos que vivían ya en Al-Andalus y los que llegaron como invitados, tanto del mundo islámico como del cristiano, sin distinción de etnias. No obstante, innovaciones arquitectónicas como el arco de herradura no son una aportación arábiga; éste existía en Occidente y puede verse en varias construcciones de España y Francia anteriores al Islam. Tampoco parece obra suya la mezquita de Córdoba, ni nació mezquita. Ese templo, bosque de columnas, es incompatible con el culto musulmán y con el cristiano, ya que ambos exigen espacios diáfanos para seguir al oficiante.

En suma, demasiadas incógnitas a la hora de analizar un periodo que fue trascendental para la posterior evolución de la sociedad española y que la historiografía oficial ha catalogado, de forma excesivamente parcial y simplista, como un invasión y una reconquista, pero como decía Ortega y Gasset "Una reconquista de seis siglos no es una reconquista".

Lo más probable es que nunca existiera una invasión violenta sino una revolución interna de los pobladores de la Hispania que se dejaron seducir por la magia de lo nuevo y mejor.

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Comentarios

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  1. #1 Atalaya 24 de ene. 2007

    Hola Berserker:

    Estoy muy interesado en el tema y me gustaría saber de donde has obtenido los siguientes datos:

    - “(…) los documentos de la época no contienen referencias a aquella terrible invasión (…)”
    ¿A qué documentos te refieres?

    - En la Península Ibérica en el momento de la invasión había “20 millones de hispanos”.

    - “Y no existía entonces un imperio arábigo”
    ¿Por qué dices esto?


    ¿Podrías indicar la referencia bibliográfica de las crónicas históricas originales (no de Libros modernos) de las que has sacado las siguientes afirmaciones? Me gustaría consultarlas:

    - “Al mando de la Bética estaba Rechesindo, el antiguo tutor del hijo de Vitiza. Rodrigo lo mató en una escaramuza y entró en Sevilla sin oposición.”

    - “Tariq, gobernador de la provincia visigótica de Tingitana (la actual Tánger), en el norte de Marruecos, que había sido nombrado por Vitiza y con cuyo reinado mantenía estrechas relaciones comerciales. (…) Uno de sus jefes militares era Yulian, de origen romano (…)”


    Muchas gracias y saludos.

  2. #2 berserker 24 de ene. 2007

    No hubo invasión de ejércitos árabes. La realidad, es otra bien distinta. En el siglo VII se produce un movimiento revolucionario que va ganando adeptos en Oriente y que empieza a extenderse por todo el mundo. Las lápidas encontradas en Xativa, fechadas en el S.VII, -y otras más encontradas en otros lugares y fechadas en el mismo siglo, según fuentes universitarias- demuestran que el Islam llega a la península Ibérica directamente desde Oriente, posiblemente a través de la costa mediterránea no sometida a la monarquía visigoda y que mantenía relaciones comerciales y de clientela –protección- con el Imperio Bizantino de Oriente. El proceso de asimilación de las nuevas ideas y los nuevos ritos, es lento, progresivo, pasando por una primera etapa de sincretismo con el arrianismo hasta llegar a las formas de culto islámicas y a unas formas sociales islamizadas: deslatinización, adopción del idioma árabe y arabización de los nombres.
    Las posteriores leyendas de la batalla de Guadalete , al igual que la muerte de Rodrigo, muerto en la batalla de Guadalete según la leyenda, no son más que eso leyendas. Es mucho más probable que huyera hacia la Lusitana en busca de refugio, pues según el abate Antonio Calvalho da Costa en su “Corografía portuguesa”, en Viseu, existía una sepultura con la inscripción “aquí yace Roderico, rey de los godos”.
    Mas Pruebas:
    San Eulogio. Miembro de una familia acomodada que vivió en Córdoba en la primera mitad del Siglo IX. Al regreso de su viaje a Navarra (849-850) y ante la difusión que tuvieron las herejías unitarias en Andalucía, se le ocurrió combatirlas predicando el martirio a las vírgenes cristianas de Córdoba, en la creencia de que la sangre vertida podría detener el proceso de islamización que se estaba engendrando en su ciudad. Las revueltas populares que el martirio de las vírgenes sacrificadas causaron, llevaron a la autoridad política a hacerle responsable de la alteración del orden público, siendo encarcelado por estos motivos. La fama alcanzada por sus escritos, hace que sea nombrado Arzobispo de Toledo, no pudiendo ocupar el cargo por haber sido condenado por la justicia del sultán cordobés y encontrarse encarcelado. Más tarde, Alfonso III consigue que Abderrahman II, monarca de Al-Andalus, le permita trasladar el cuerpo de San Eulogio hasta Oviedo. El cuerpo iba acompañado de manuscritos con las obras del escritor, reproducidas en vida de este, las cuales se conservan en la biblioteca de la catedral de Oviedo. Entre estos documentos, se encuentra el Apologeticum martyrium, escrito en 857, donde relata su viaje a Navarra, dando cuentas del hallazgo que hizo en la biblioteca del Monasterio de Leyre: un opúsculo que reseña una biografía de Mahoma. Los pormenores de este viaje, son conocidos por la biografía que Álvaro escribe de San Eulogio y por la carta que este escribe al obispo de Pamplona a su regreso a Córdoba, por lo que no hay duda de su autenticidad y del año en que fue escrita.



    Alojado San Eulogio en el Monasterio de Leyre, hizo un gran descubrimiento en la biblioteca de este monasterio. El mismo lo relata de la siguiente forma:



    “Cuando últimamente me hallaba en la ciudad de Pamplona y moraba en el monasterio de Leyre, ojeé todos los Libros que estaban allí reunidos, leyendo los para mí desconocidos. De pronto descubrí en una parte cualquiera de un opúsculo anónimo la historieta de un profeta nefando”.



    Se trataba de una biografía del profeta Muhammad. La lectura de esta biografía de un profeta desconocido para él, le produjo tal sensación, que se vio en la necesidad de compartir el hallazgo con sus correligionarios, los intelectuales católicos Juan Hispalense y Álvaro de Córdoba. Juan Hispalense, que seguramente había recibido la carta antes que Álvaro, escribía a este, remitiéndole un extracto de la biografía de Muhammad, para hacer partícipe a Álvaro del extraordinario descubrimiento que su amigo común, Eulogio, había encontrado en Leyre. Estas cartas, fueron intercambiadas entre los años 849 y 851.



    Estos aspectos de la historia, ya empiezan a ser reconocidos por la historiografía oficial, ante la rotundidad de los argumentos expuestos a favor de las tesis de la no invasión de los árabes; pero la historia no acaba aquí, pues en el año 1.610 se decreta la expulsión de los moriscos –también se reconoce la barbarie del genocidio- y con la posterior repoblación, tenemos una población Castellana y Gallega en Andalucía. Nada más lejos de la realidad… la salida de moriscos de Andalucía, fue mínima, como lo atestiguan numerosos historiadores. Un caso muy llamativo del fracaso de esta expulsión, lo tenemos en la carta que envía el Conde de Salazar –designado por el rey Felipe III para llevar a cabo las tareas de expulsión de los moriscos en el reino de Castilla, tarea que cumple con gran celo, enviando la siguiente carta al rey tras su fracaso:



    Carta del Conde de Salazar a S.M.

    Fecha en Madrid a 8 de agosto de 1.615



    Señor:

    En un papel del Duque de Lerma del 31 del pasado me manda Vuestra Majestad que vaya dando cuenta del estado que tuviere la expulsión de los moriscos por que tenga efecto lo que está hecho y, aunque yo he quedado con mucha menos mano en esto que la que Vuestra Majestad mandó que tuviese cuando la ejecución de esta obra se remitió a las justicias ordinarias, siempre he dado cuenta a Vuestra Majestad de lo que en esto se ha ofrecido a que nunca se me ha respondido, así entendía que Vuestra Majestad tenía más ciertos avisos por otros caminos que ha sido causa de no haber yo dado cuenta de lo que tengo entendido por relaciones muy ciertas. En el Reino de Murcia, donde con mayor desverguenza se han vuelto cuantos moriscos salieron, por la buena voluntad con que generalmente los reciben todos los naturales y los encubren los justicias, procure que se enviase a Don Gerónimo de Avellaneda, que fue mi asesor, como se hizo cuando su Majestad mandó que llevase instrucción mía de lo que había de hacer por la mucha plática que de aquel reino yo tenía, el consejo no quiso admitir esta instrucción y diole otra tan corta que aunque fue e hizo lo que pudo, no hizo nada, ya que se han vuelto los que expelió, y los que se habían ido y los que dejó condenado a galeras acuden de nuevo a quejarse al consejo de toda Andalucía por cartas del Duque de Medina Sidonia, y de otras personas se sabe que faltan por volverse solo los que han muerto en todos los lugares de Castilla la Vieja y la Nueva y la Mancha y Extremadura, particularmente en los de señorío se sabe que vuelven cada día muchos y que las justicias los disimulan; una cosa es cierta, y es que cuanto a que Vuestra Majestad mandó remitir la expulsión a las justicias ordinarias no se sabe que hayan preso ningún morisco ni yo he tenido carta ninguna de ellas; las islas de Mallorca y de Menoría y las Canarias tienen muchos moriscos así de los naturales de las mismas islas como de los que han ido expelidos, en la corona de Aragón se sabe que fuera de los que se han vuelto y pasado de los de Castilla hay con permiso mucha cantidad de ellos y la que con las mismas licencias y con pruebas falsas se han quedado en España son tantos que era cantidad muy considerable para temer los inconvenientes que obligó a Vuestra Majestad a echarlos de sus Reinos, a lo menos el principal inconveniente, que es el servicio de Dios, se ha mejorado un poco pues de la cristiandad de todos los que digo que hay en esta corona se puede tener tan poca seguridad.



    La jurisdicción que me ha quedado, es solo responder a las justicias ordinarias las dudas que me comunicaren y hasta ahora ellos no tienen ninguna de que les está muy bien dejar estar los moriscos en sus jurisdicciones, así nunca me han preguntado. Vuestra Majestad según todo esto mandará lo que más convenga a su servicio que la relación que yo puedo dar a Vuestra Majestad, cumpliendo con lo que manda, es la que he dicho.



    Con lo que su Majestad me mandó responder a la consulta de los moriscos de Tánger me a obligado a darle cuenta del mal estado que tiene la expulsión de los moriscos por los muchos que cada día se vuelven y por los que han dejado de expelerse, que todos juntos es una cantidad muy considerable; yo habré cumplido con esto con mi obligación y con lo que su Majestad mandó, y holgaré mucho que su Majestad tome la decisión que pareciese que más conviene; una sola cosa aseguro a su Majestad y es que si convino echar a los moriscos de España, después de haberlos echado no conviene dejarlos volver a ella contra la voluntad de su Dueño y que con hacerlo queda deslucida la mayor obra que nunca se ha hecho y se falta al servicio de Dios a quien esta gente no conoce sino para ofenderle. Guarde Dios a Vuestra Majestad los años que deseo”.



    José Checa, en “La permanencia morisca en Andalucía”, recoge las conclusiones de Bernard Vincent, respecto a la expulsión de los moriscos y nos cuenta de esta forma la expulsión y la posterior repoblación:



    “Son muchos los cronistas e historiadores de la época, que escriben sobre la permanencia de gran número de moriscos en Andalucía y en toda la península.

    Bernard Vincent, nos dice con respecto a la llamada repoblación del último territorio musulmán, el reino de Granada:

    “…las gentes del Norte, apenas si acudieron, exceptuando un gran contingente de gallegos de la región de Orense que no pudieron resistir las terribles condiciones en que se efectuó el traslado. La repoblación fue un asunto entre vecinos. Los grupos más numerosos procedían de las actuales provincias de Córdoba y Jaén, venían después de Murcia, Sevilla, Valencia y Ciudad Real, sin olvidar a los hombres procedentes del reino de Granada, que representan del 10 al 15 por 100 del total. De esta situación, fuese necesario dar una mayor elasticidad a los reglamentos y admitir no solo a granadinos, sino también a solteros e incluso a adolescentes hijos de repobladores, a los que se emancipaban urgentemente. Se traicionaba de este modo el ideal, y los responsables de esta operación, desilusionados, observaban cómo ‘ la escoria’ de España invadía el reino de Granada…”



    ¿Acaso esos repobladores venidos de toda Andalucía, Murcia, Valencia, etc, no son ellos mismos moriscos y por lo tanto hijos de conversos, con ganas de cambiar de vida y de residencia y escapar de ese mundo de miseria al que estaban sometidos?



    Conclusiones:

    Hacia la mitad del siglo IX, la jerarquía eclesiástica andaluza, desconocía la existencia del Islam. No se habían enterado de la invasión de los árabes en el 711, no se habían percatado de que cinco veces al día, los almuecines de las mezquitas cordobesas llamaban a la oración a los fieles del Islam. Su preocupación no era el Islam, -no lo conocían- sino el judaísmo, el arrianismo, otrás herejías cristianas y el ateismo, pero no el Islam, del que no se hace mención en ningún documento eclesial hasta las cartas de Eulogio en el año 849 aproximadamente, en las que muestra su perplejidad ante el descubrimiento de una nueva religión.

  3. #3 Brigantinus 24 de ene. 2007

    Por cierto:
    No tengo nada que ver con este blog
    http://Librosylecturas.blogspot.com/
    No soy yo el que aparece en la foto ;o)

  4. #4 moriarty 24 de ene. 2007


    Vamos a conocer algunos datos más de Olagüe, el gurú en el que se apoyan estos “revisionistas”, extractado de:

    MaribelFierro
    Revista de Libros nº 109 , Enero 2006

    “De lo poco que sabemos por el momento de sus tendencias políticas nos lo muestra admirador de Ramiro Ledesma Ramos, el fascista español fundador de las JONS, a quien dedicó una obra también curiosa, La decadencia española (Madrid, 1950-1951), en la que se propuso demostrar, entre otras cosas, que no hubo expulsión de los moriscos.
    ¿Por qué se empeñó Olagüe en rees¬cribir tantos episodios de la historia de España? Una de las claves, según confesión suya, parece haber sido el impacto que le causaron en su juventud las charlas que tuvo con Ledesma Ramos sobre la decadencia española y su convicción de que: «Si se enseña a los españoles que están en decadencia desde hace varios siglos, ¿quién puede extrañarse de que un fatalismo necio e indiferente prendiese en los más abúlicos y que los de acción, desesperados, antes de pegarse un tiro en la cabeza, buscasen su última esperanza en los espejismos de la anarquía o en los embustes del comunismo?». La reescritura de la historia de España (no hubo invasión musulmana, los moriscos no fueron expulsados) emprendida por Olagüe daba un nuevo giro a algunos de los episodios más controvertidos y espinosos que se analizaban precisamente en las discusiones sobre el «ser de España» y su decadencia.
    (…)
    En un artículo publicado en la revista Annales en 1974, Pierre Guichard ya señaló las principales deficiencias del libro. Más recientemente, los estudios de Walter E. Kaegi , Byzantium and the Early Islamic Conquests (Cambridge, Cambridge University Press, 1992), y Pedro Chalmeta, Invasión e islamización: la sumisión de Hispania y la formación de al-Andalus (Madrid, Mapfre, 1994), pueden leerse como su más contundente crítica, aunque no sea ésa, desde luego, la razón de ser de ninguno de ellos. En efecto, uno de los argumentos de Olagüe para negar la invasión musulmana es que los árabes, tribus nómadas y poco numerosas, no pudieron dominar las tierras del imperio bizantino ni el norte de África con la facilidad y en el escaso tiempo que pretenden las fuentes, mientras que los estudios de Kaegi y Chalmeta muestran precisamente cómo lo consiguieron, siendo la conquista militar un factor indispensable, aunque naturalmente no el único. Hay momentos en que Olagüe se plantea cuestiones de peso, como es la fiabilidad de las fuentes y la necesidad de ir más allá del estudio de las élites «conquistadoras» y concentrarse en los procesos que afectaron a las comunidades campesinas. Pero, en realidad, lo que de verdad preocupa a Olagüe es que no se puede admitir que unas «hordas» semitas salidas de los desiertos de Asia y de África hayan podido conquistar una parte de Europa (p. 53) y convertirla a su fe (¿Cómo es posible que las mujeres no hayan «protestado» al pasar de la monogamia a la poligamia? ¿Cómo es posible que los cristianos no se hayan defendido?: este es el tono). Por ello no pudo haber ni conquista ni islamización. En vez de conquista, se dio una convergencia religiosa; en vez de verdadera islamización, se creó una cultura única en el mundo, la andaluza, que fue el producto de las poblaciones locales, no de las hordas semitas venidas de fuera. En otras palabras, los «musulmanes» de la península Ibérica desde el siglo VIII hasta el siglo XII –cuando llegaron los fanáticos saharianos almorávides y almohades que lo estropearon todo– no eran ni árabes ni beréberes, sino «andaluces» originariamente arrianos y su legado artístico es, por lo tanto, genuinamente español.”

    Por cierto, si es autoridad para demostrar que los árabes no invadieron la Península también lo será cuando afirma que los moriscos nunca fueron expulsados,
    ¿o no?

  5. #5 delcampo 25 de ene. 2007

    He esperado para intervenir, pero ya no puedo más, y voy a lanzar una serie de ideas y preguntas:

    1. La historia no se puede basar sólo en los textos ya que estos son fácilmente manipulables, preferentemente por los que están cercanos al poder. Eso lo sabemos todos. Si echamos un vista a los Libros de historia de nuestras comunidades autónomas nos daremos cuenta de la profunda diferencia con los manuales de hace 40 años. SIn ir más lejos. Y eso que ahora tenemos un acceso a la información mucho más rápido y generalizado. Me imagino hace 1000 años lo que debió de ser.
    El texto es como un juicio: primero, no hace falta tener razón, luego hay que argumentar cualquier razón para hacerla creíble al jurado y por último, hay que ganar el juicio aunque la argumentación creíble sea pura mentira.

    2. Yo conozco 'bastante bien' el mundo tardorromano, visigodo y altomedieval arqueológico y en tantos años, nunca he visto indicios serios, contrastados y reiterados de esas terribles invasiones de todo pelo que supuestamente nos trajeron a los bárbaros o a los musulmanes. Y pongo un ejemplo, el paso del mundo cristiano (de época visigoda) al mundo islámico (supuestamente de época califal) en la provincia de Cáceres. En ningún momento se ve algo que suponga una imposición por la fuerza. EN un momento determinado, las pequeñas iglesias de los pequeños pueblos se reconvierten en pequeñas mezquitas, y por pequeños detalles como los betilos en las cabeceras de las tumbas, parece que los enterramientos pasan de un ritual a otro sin suponer una ruptura ideológica. Es más, parece que en este paso, en el que apenas hay restos arqueológicos fechables, los musulmanes abren fosas comunes para recoger los huesos de los cristianos y así ocupar el lugar de enterramiento de estos.

    3. Y esa es mi gran pregunta, desde el punto de vista arquelógico ¿hay alguna prueba en que la invasión musulmana fue violenta? ¿O es que este debate se tiene que centrar exclusivamente en los textos?

    4. Dejo aparte el norte peninsular donde el mundo tardorromano cristiano da paso al medieval cristiano sin apenas rastro de la invasión musulmana.


    Pd: no soy sospechoso de ser ni siquiera simpatizante del islam, más bien al contrario, soy cruzado incluso mágico de Playtex.

    Un saludo

  6. #6 Teshub 25 de ene. 2007

    Bueno, quizás lo lógico sea pensar que es el vencido el que se convierte, pero a este respecto:

    - Thomas Glick refiere el hecho de que Omar II escribió a Wali-al- Samh hacia el 720 sugiriendo que los musulmanes abandonasen España porque su inferioridad numérica era aplastante...si en los primeros diez años de ocupación hubiera habido conversiones en masa, ese detalle no le hubiera preocupado ("At one point, the Caliph 'Umar II was said to have written to the wali al-Samh (7I9-721), suggesting that the Muslims abandon Spain because of their tenuous numerical position there. Al-Samh replied that in fact Islam was widespread and that Muslims formed a large part of the population, an obviously anachronistic account in view of the minimal possibilities for native exposure to Muslims at this early date.")

    - Henry Kamen, en su "Breve historia de España", señala que "El estado islámico nunca estuvo tan integrado o unificado como para aplastar a las culturas que le habían precedido. Sin embargo, la cultura islámica se integró tanto en la mentalidad hispánica, que dejó de ser distinta y se convirtiió en parte imborrable y auténtica de la historia peninsular.
    La población cristiana subyugada fue usualmente tratada con la limitada tolerancia religiosa propia del Islam. Las persecuciones ocasionales fueron contrarrestadas por estallidos de devoción religiosa por parte de los conquistados. Aquellos que no abandonaron su fe fueron llamados Mozárabes, de religión cristiana pero con una lengua y una cultura árabe. Sin embargo, el nº de mozárabes disminuyó, su fe se disolvió en nuevas creencias y herejías. El alto nivel cultural del Islam atrajo a muchos de ellos. Por desgracia, se lamentaba un cordobés del siglo IX, todos los jefes cristianos que brillaron por sus talentos solo conocen la lengua y la cultura árabe, leen y estudian Libros árabes con entusiasmo, y proclaman por doquier que su literatura es digna de admiración. La sede episcopal principal, Toledo, la que fuera capital visigoda, quedó aislada ya que las diócesis del norte se liberaron de su jurisdicción. A pesar de estos inconvenientes, el fenómeno mozárabe fue de gran importancia. Representaba una profunda situación de diálogo entre las civilizaciones musulmanas y cristianas, y conservó su idiosincrasia, lo que permitió eventualmente la reconversión de las tierras que los musulmanes habían hecho suyas."
    Si cuando retornaron los cristianos tras la reconquista aún quedaban cristianos en Al-Andalus suficientes para reconvertir las tierras musulmanas, es que la mayoría de la población hispanoromana no se convirtió al islam. La impresión de Henry Kamen es que una parte de la cultura islámica fue asumida por la población hispanoromana, pero no la religión mahometana.

    Richard W. Bulliet, en su libro "Conversion to Islam in the Medieval Period: An Essay in Quantitative History", considera que la conversión de los hispanoromanos fue logarítmica, y que al finalizar, hacia el 1100, suponía una conversión del 80%, frente a un 20% que continuaba siendo cristiano. Claro que esos cálculos están elaborados a partir del porcentaje de empleo de nombres típicos musulmanes en los hijos, lo que, tratándose de España, no constituye un índice de mucha fiabilidad (además, y en contrapartida, los mismos cálculos señalarían que en el 912, suponiendo una población total de 7 millones, sólo 2,8 serían musulmanes hispanos, más árabes y bereberes....de modo que dos siglos después de la conquista, los cristianoss aún eran mayoría en Al-Andalus)

  7. #7 moriarty 26 de ene. 2007

    Hola Verracus
    A mí también me parece que unir las tesis de Olagüe al nacionalismo andaluz es un disparate, lo único que hago es constatar que se hace. Vea este extracto de la página nacionalismoandalus. Yo no se si representan al nacionalismo oficial, pero ellos se autodenimonan nacionalistas andaluzes:
    "Pero no por desconocidos esos estudios dejan de ser certeros y profundos (lo mis-mo que lo son en otra línea, las investigaciones de Ignacio Olagüe), ni nosotros, los andaluces, dejamos de tener para con todos ellos, una deuda que un día tendremos que re-conocer haciendo que sus nombres sean recordados en nuestras calles, plazas y monumentos y sus Libros profundamente difundidos.
    Pues bien, toda esta obra, que no ha sido sino la paciente labor arqueológica que va acabando con los mitos, ha dejado claro como en Al-Andalus se hablaba una lengua romance derivada del latín, que después se escribiría con caracteres arábicos (Cfr. Hª de los jueces de Córdoba de Aljoxani, trad. Por Julián Ribera, Todo Ibn Kuzmán de Gª Gó-mez, etc.); cómo la arquitectura románica y gótica están influidas por las técnicas cons-tructoras andalusíes (Torres Balbás); cómo la poesía, el comercio, el pensamiento filosó-fico...de Europa han tenido su origen en Al-Andalus. Desde la rima hasta las ferias de Medina del Campo o de Campaña, desde la música a la división entre el poder religioso y el civil, verdadera piedra angular de la nación moderna, sólo hay caminos que parten de Córdoba, Sevilla, Granada o Almería. "
    Nacionalismoandaluz
    También se une la figura de Blas Infante a la de Olagüe; vea este ejemplo:
    "Esta visión de la historia argumentada excepcionalmente por Olague, nos ayudaría a comprender a un hombre que basó su interpretación histórica en su extraordinaria intuición: Blas Infante. Las intuiciones de Infante quedaron demostradas por Olague. Ya no era Infante un soñador que idealizaba Al-Andalus, sino el precursor de unas teorías que han cambiado la historia de Andalucía. Olague nos ayuda a comprender a Infante y a su visión Orientalista de Al-Andalus."
    Ali Manzano en Islam y al andalus

    Lo que le vuelvo a repetir, me parece un disparate y, lógicamente, nada tengo ni contra el nacionalismo andaluz ni contra cualquier otra idea política que se defienda con el diálogo, esté o no de acuerdo con ella
    Saludos

  8. #8 moriarty 26 de ene. 2007

    Estimado Verracus,
    Evidentemente no quiero polemizar con usted sobre este tema, que para mí era colateral en el debate.

    Ahora permítame que le haga una aclaración:
    El texto no aparece firmado por “una andaluza” sino por Antonio Zoido.
    Yo creo que se trata de:
    Antonio Zoido Naranjo
    Licenciado en Filosofía, autor, entre otros Libros, de Ni Oriente ni Occidente. Viaje al centro de la cultura andaluza, exdirector de la Biblioteca de la Cultura Andaluza y miembro de la Fundación Averroes, colaborador de varios diarios de ámbito nacional y local (de Sevilla).
    El texto completo en el que aparece la anterior cita a Olagüe es de marcado carácter andalucista (cosa que le insisto no critico) y de hecho termina con esta referencia a Blas Infante:

    Y hoy, cuando se han superado esas mil trampas, pero dejándonos jirones muy importantes de nosotros mismos en cada una de ella, nos llamarán para que digamos, mejor dicho contestemos a una pregunta desde Madrid. SI o NO a un determinado marco de AUTONOMÍA. Que digamos sí o que digamos no es lo que van a decirnos mucha gente que no comprenden –o no quieren comprender- esa vieja realidad andaluza y esa larga lucha por mantenerla. Yo creo que todo andaluz que sienta a su tierra debería decir: a pesar de todo. Esto es lo que realmente creo advertir en el pensamiento de Blas Infante:
    “Los que hacen de la política una profesión exclusiva y excluyente (como una propiedad) hablan de conflictos entre ideas y realidades...La diferencia entre ellos y nosotros es ésta: para ellos, las realidades de un país son los intereses creados, para nosotros, los dolores creados por esos intereses”(Manuscrito M-ABO-8).

    A tenor de la naturaleza del texto y de que incluso la página se llama “nacionandaluza” he inferido que el contexto es el propio del nacionalismo andaluz, pero en ningún momento he dicho que el autor o la página respondan al nacionalismo andaluz oficial que, en cualquier caso, le insisto me parece tan respetable como cualquier otra ideología política no violenta.Me da la impresión de que, a diferencia de mí, usted sí está al tanto de este tema y si afirma que la reivindicación de Olagüe nada tiene que ver con el nacionalismo oficial andaluz y es cosa de los titulares particulares de estas webs pues me alegro y lo suscribo.
    Saludos
    P.D. no se preocupe Verracus, ni en el contenido ni en la forma se le puede confundir con los que me he visto obligado a debatir en esta línea

  9. #9 F. 26 de ene. 2007

    Qué maravilloso Libros es Alamut, ofión. Para mi, una de las mejores novelas históricas nunca escritas. Eso sí, su parte histórica es discutible y su visión de los asesinos muy propia. Pero para lo que él quería le bastaba: demiostrar que, muchas veces, los que están en el poder falsean las creencias para seguir en él y convenccen a sus seguidores de cosas en las que ellos mismos no creen. No hay que olvidar que Bartol huía de la represión soviética en, ahora no recuerdo bien, Hungría o Checoslvaquia.

    Saludos

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