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Ante la inminente puesta en marcha de la estación de Esquí de San Glorio, que con chanchullos, modificaciones de PORN y mentalidad especuladora en el corazón mismo de Picos de Europa y que afectará a las provincias de León, Palencia y Cantabria y a los espacios naturales de Fuentes Carrionas y Picos de Europa, rescato este documento de Mario al que insertaré las fotos de aquel genocidio y triste página en la historia de la Montaña Leonesa, que no ha cesado de ser diana de los especuladores.
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(las fotos proceden de http://www.galeon.com/marialor/riano.htm)


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Riaño: Secretos y mentiras

Mario Sáenz de Buruaga.

A Simón Pardo, ganadero de 54 años, que se descerrajó un tiro cuando le fueron a desalojar para derribar su casa.

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CUANDO ALGUIEN REPITE UNA COSA en diversas ocasiones o alude a un tema de forma reiterada se dice que está obsesionado con ello. La obsesión personal es lógica e incluso debería ser entendida por el resto de los mortales cuando atiende a un hecho socialmente execrable, objetivamente grave y fundamentalmente injusto y por tanto pendiente de justicia. Las Madres de Mayo están obsesionadas con sus hijos desaparecidos durante la dictadura argentina y nadie que sea bien nacido podrá poner reparos a que sigan con su obsesión e incluso a participar de ella. La mía, mi.obsesión, es Riaño, el valle de Riaño en la montaña leonesa sepultado por un embalse en 1988. Hace dos años recordé en esta misma telaraña lo allí ocurrido; lo siento, pero qué menos que una vez cada dos años para aprovechar esta tribuna y remover el fango hediondo de este pantano. El desalojo, derribo e inundación de Riaño, Huelde, Anciles, La Puerta, Salio, Escaro, y Pedrosa del Rey, ha sido el episodio más cruel de los provocados voluntariamente en España desde la Guerra Civil, y así lo pueden atestiguar quienes allí estuvieron durante los meses que duró el ataque del Gobierno, junta de Castilla y León y Diputación de León contra esta comarca.



Quise pasar la Nochevieja de 1998 en la Montaña. Mi destino debía haber sido Larío, Polvoredo, Burón... pero la nevada fue más terca que YO y me entregó, cinco horas antes de que acabase el año, un poco más abajo, en Riaño, el nuevo, el improvisado, al que, confieso, he tenido mucho pudor en visitar desde que el otro, el verdadero, fuera arrasado. Pudor por los recuerdos amargos, pudor de encontrarme con algunos de los "vendidos" y tener que reprimir el instinto del guantazo, pudor de dormir encima del Riaño enterrado en su ataúd de agua donde también las PIEDRAs de mi casa bucean para siempre, pudor y vértigo de mirar abajo desde un viaducto anclado entre gritos, fuego y lágrimas en las calles tomadas por Cosculluela y y secuaces; pudor, en definitiva, de encender con más llama de la que a uno ya le quema de por sí, la guerra que la montaña leonesa perdió hace once años.

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Y las preguntas las mismas: ¿para qué? y ¿por qué? Para nada, no hay riego, y menos aún presupuestos que lo contemplen; no hay agricultores del sur (aquellos que se desgañitaban solicitando el cierre de la presa) que hoy reivindiquen la canalización de las aguas porque andan más ocupados en solicitar las subvenciones que les dan por los barbechos, o sea, por dejar de cultivar; y no hay nadie que pida ya cuentas, que pregunte cómo es posible que todo el sector oriental de la montaña de León haya rendido su existencia a la mentira, al desvío de un objetivo que estaba cantado y que así fue denunciado en su tiempo. Riaño fue una compensacion a Iberduero, hoy Iberdrola, por el desmantelamiento de la central nuclear de Lemóniz en Vizcaya donde se habían invertido más de 300.000 millones de pesetas. Había que dar de comer al pajarito energético para que no piase tanto y nada mejor que inundar Riaño, retomar un proyecto abandonado incluso por la dictadura franquista, que se suponía era la única adicta a la inauguración de embalses. Miedo de recordar cuáles fueron los modos que sirvieron para frenar el funcionamiento de aquella central nuclear por cuanto pareciera que la única alternativa para salvar Riaño hubiera sido el secuestro, el asesinato y los continuos sabotajes.



Y EL ENGAÑO HA SURTIDO EFECTO, vaya que sí. El sur de la provincia, el campo de León está hoy más viejo, más desocupado y abandonado que hace años, y entre unos y otros se lo han llevado a la cama para darle por culo: para promocionarlo como erial e ir jubilando a los más tontos de la clase (a los que un día les enseñaron la falsa piruleta del regadío) y a los otros, antes de que la pegaran el primer lametazo, les dijeron que estaban mejor contando avefrías.

¿Y qué es de los testaferros del pantano, de los avalistas de la bonanza económica que el embalse iba a generar en la provincia? Los que son de León callan siempre, los de más lejos ni se acordarán de lo que ordenaron y firmaron. Unos, como el ex-consejero de Agricultura de la junta de Castilla y León es hoy adalid de los temas ambientales por el PSOE en la región; otros, como el ex-ministro de Obras Públicas está en su partido socialista de portavoz de justicia, paradojas de la vida, en el Congreso de los Diputados.



Pero claro, si en esta revista hablo de Riaño es también porque la misería humana con la que allí se actuó se abraza con la irreversibilidad de un ataque ecológico que, junto con lo ocurrido recientemente en Doñana, encabeza el catálogo de desastres contra la naturaleza ibérica. Botánicos, zoólogos, geógrafos, edafólogos... de toda Europa advirtieron de que la inundación del valle de Riaño era un atentado ecológico que se escapaba a lo que más acostumbrados estamos. Los pastizales de montaña, únicos en cuanto a la calidad de su producción (el resto están ya anegados por otros embalses), y los suelos cantábricos, de una extraordinaria riqueza (en un país con más de la mitad de la superficie afectada por la erosión de forma muy grave), significaban un recurso ganadero extensivo en alza, un argumento para defender con criterios económicos ,los únicos que a veces son ponderables, Riaño y su comarca. Pero la vacas tienen menos fuerza que los voltios, que son el verdadero ordeño de la montaña, el chollito particular de la Confederación Hidrográfica del Duero.



El tejido social vertebrado por la ganadería extensiva y los servicios terciarios destinados al ocio, que con tanto éxito son ahora impulsados, encontrarían en estas tierras ahogadas un paraje prácticamente incomparable en el contexto de la Unión Europea.



Y Dios me libre de hablar del impacto del pantano sobre osos, rebecos, ciervos, corzos, martas... pero pregunten qué es del oso, quién lo ve, cuántas veces sale en las batidas al jabalí, desde que las aguas protagonizan la jugada. Y claro, menos aún se atreve uno a referirse a la belleza del valle, porque a los de la Confederación les puede dar un ataque de risa (siempre dirán, además, que nada mejor que una foto del nuevo Riaño reflejado en las aguas).



AGOTÉ 1998 POR LAS CALLES Y BARES DE RIAÑO. Tomé cervezas con Manolo Cachirolo, Tomás Burón, Elíseo el de Cuénabres, Pili y Goyo de El Abedul, y muchos más. Y seguía nevando, como es lo suyo en esta tierra. Y entonces pregunté por Pedro, el de la máquina quitanieves, de Pedrosa del Rey, uno de los siete pueblos asesinados. Y se miraron entre ellos en silencio, porque yo no lo sabía. Pedro se suicidó hace unos meses, se ahorcó desde el viaducto, y tan larga era la soga que se ató al cuello (conociéndole, seguro que fue para no dar trabajo y quedar cerca del agua) que su cuerpo, ante el impacto de la caída de más de treinta metros, se separó de la cabeza; nunca la encontraron. Pedro Presa, con irónico y macabro destino grabado en su apellido, era un hombre majo de verdad. Yo no era íntimo amigo de él, pero charlamos en muchas ocasiones sobre los bichos, sobre la nieve, que tantos quebraderos le traía, y sobre lo que se iba a sufrir si el embalse finalmente se hacía.

Apuré el vaso y me fui al hotel para escuchar las campanadas; en la Nochevieja de 1987 las compuertas de Ríaño se cerraron para siempre. Once años más tarde ha sido la primera vez que he recibido un año en soledad. Nínguna literatura hay en estas palabras cuando les digo que, no quitándome de la cabeza la noticia que acababan de darme, al escuchar la duodécima campanada, se me agitó toda la coctelera, los recuerdos, y no pude reprimir unas pocas lágrimas. Recuerdos de algunos viejos en pijama agarrados a sus escaleras para no irse del pueblo, de la gente pegando fuego a sus casas para no verlas caer, del delegado del Gobierno sonriendo cuando miraba a los encaramados en los tejados y señalaba las casas a derribar, de las cargas policiales con cientos, he dicho bien, cientos de guardias civiles, de la noticia de que Simón Pardo se había matado de un tiro cuando fueron a desalojarle... de un genocidio local en toda regla. Perdonen ahora ustedes el poco pudor en contarles lo que fue una emoción personal, pero me quedo más a gusto porque es como mi pequeña venganza hacia los que nombré en la primera telaraña sobre Ríaño como responsables políticos y sociales del descalabro que allí organizaron. Ojalá algún día se les investiguen sus responsabilidades en este caso; tampoco nadie daba un duro por remover lo de Pinochet y fíjense ahora,





SON MUCHAS, en los últimos años, las investigaciones que están sopor­tando los políticos por prevaricaciones, robos, delitos fiscales y si­milares lindezas. No estoy a favor de apuntarme a los bombardeos por el mero hecho de ver el fuego más atizado, pero cuando el tiempo es testigo de que la mentira ha sido utilizada como licencia para cometer una barbarie, entonces, apelar a que se investigue lo que considero ha sido una de las más injustas y crueles estafas que la democracia española ha cometido contra un territorio, se me antoja como casi obligatorio. Al­guien me habrá tachado ya de tremendista. Veamos.



31 de diciembre de 1987. Noche Vieja. Valle de Riaño, norte de León. Las campanas de ocho de las iglesias qUe el valle tenía no tañieron anun­ciando el nuevo año: sólo sus ruinas y las de todas las casas que pre­viamente habían sido demolidas, recordaban que para ellos, para esos ocho pueblos, para sus gentes, el tiempo se había parado para siempre; sí se escuchó, sin embargo, el choque metálico y atronador del cierre de las compuertas de la presa. el agua empezaba, por fin, a embalsarse con el caudal del Esla y con las lágrimas de miles de vecinos de la Montaña. En ese instante, en el sur de la provincia, el jolgorio era mayor que nun­ca; el regadío, el dios de la agricultura, era ya un hecho irreversible. A su vez, Sáenz de Cosculluela, Ministro de Obras Públicas, ingería la doce­ava uva y sorbía el champán de la satisfacción. Objetivo cumplido.



HAN PASADO NUEVE AÑOS, desde que la presa de Riaño iniciara la retención del agua. Las 130.000 Ha. (esta cifra fue posteriormente rebajada a 84.000) que debían ser empapadas, siguen siendo de secano y, eso sí, las centrales hidroeléctricas que funcionan y/o que estan proyectadas, engordan las arcas de este monopolio al que hay que seguir alimentando para poder ordeñarlo con los beneficios que Iberduero (hoy Iber­drola) bien sabe. Ésta ha sido una crónica de un desvío de objetivo mil veces anunciado, pero nunca escuchado por los agricultores y por los que tacharon a Ios antipantano" de nostágicos, urbanitas, ecologistas de caverna...



Cuando en 1983 el Gobierno y la junta de Castilla y León, socialistas ambos, anunciaron decididamente que retornaban el proyecto del em­balse ‑ideado a principios (le siglo‑, nadie podía creerlo. La amenaza de décadas ‑nunca una población ha vivido con la soga tanto tiempo al cuello‑ se vestía de cruzada regante hacia unos campos que por no te­ner no tenían tan siquiera realizado el proyecto de estudio de regadío (éste se adjudicó a la empresa EYSER, S.A. en ¡enero de 1987 por 51 millones de pesetas) ni construido un solo metro de canales o acequias (petición ésta que se hacía insistentemente desde la oposición al pantano, con el fin de que los promotores del mismo probasen la honradez de sus argumentos y fines). Nada pudo hacerse. La cerrazón a los razo­namientos quedaba empañada por la soberbia de quien sabe que tiene batuta de mando; la justicia, mil veces tildada de lenta, actuó con una ce­leridad que nadie recordaba (demandas, pleitos, interdictos, eran re­sueltos con una urgencia que para sí hubiera querido Ruiz Mateos); detenciones, niños gritando de terror, fuego en las casas para no verías caer, son episodios que sólo quedan, quizá sea mejor así, en las heme­rotecas y en la memoria de los exiliados del valle.



Hoy, LAS CIRCUNSTANCIAS son las anunciadas desde los tejados valiente­mente protegidos (por 10.000 pesetas día y persona según el delegado del Gobierno en esa Comunidad) hasta la extenuación de las máquinas derribadoras y del gigantesco e intimidatorio despliegue de las fuerzas de orden público: el Canal de los Payuelos, eje principal de canalización del agua, no es sino una zanja que de vez en cuando mueve algo de tie­rra para seguir anunciando el riego; los presupuestos del Estado no in­cluyen, un año más, prioridades para este tipo de obras; la Unión Euro­pea (UE) no sólo no apoya estas infraestructuras (no lo hacía ya hace 10 años), sino que subvenciona los barbechos; los agricultores del sur de León, llevados cuando exigían la muerte de Riaño por una inercia ciega, antisolidaria, viciada de lemas acuñados sólo con comodidad, ya no protestan, ya no se manifiestan, ya no. Ahora los tiros van por cómo acogerse a las ayudas cuantiosas que la UE destina a quienes conservan las grandes extensiones de secano para preservar las aves esteparías: la avutarda ha sustituido al aspersor.

El 2 de febrero de 1987, Mario Amilivia, diputado de Alianza Popular y hoy Alcalde de León, elevaba una pregunta a la Mesa del Congreso en la que solicitaba información al Gobierno socialista sobre el presupuesto y plazos de ejecución para la canalización del agua; finalizaba diciendo ¿en qué fecha se regará? ¿Por qué no se hace esta misma pregunta aho­ra desde la filas del PP?



LA PRESA DE RIAÑO es el muro hispano de las lamentaciones. Lo primero que hizo el régimen franquista fue construir el testigo, el "ojo, que aquí estamos", el Muro, que así se le llamó siempre en Riaño; y es que las ver­güenzas siempre quedan emparedadas, ocultadas o separadas por bun­kers de hormigón: los estalinistas lo levantaron en Berlín y la Confede­ración Hidrográfica del Duero hizo lo propio en Riaño.



Tirar la PIEDRA y no apuntar a quién, no es de recibo. Yo, desde aquí, pi­do que de oficio se investigue, por si fueran constitutivas de delito, las actuaciones que desarrollaron durante aquel tiempo las siguientes per­sonas: Don Javier Sáenz de Cosculluela (ex-Ministro de Obras Públicas), don Emilio Villar (ex-Presidente de la Confederación Hidrográfica del Duero), don Jaime González (ex-Consejero de Agricultura de la junta de Castilla y León), don Domingo Ferreiro (ex-Delegado del Gobierno en C. y L.), don Alberto Pérez (ex-Presidente de la Diputación Provincial de León), don Jesús Calvo (párroco y ex-Presidente de la asociación de re­gantes ACOPRIS) y Da Matilde Fernández (ex-Presidenta de 'Riegos del Sur' y ex-senadora).


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Comentarios

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  1. #1 kaerkes 23 de ago. 2006

    En esta foto del año 1987 resume el sacrificio de toda una comarca que aún se sigue produciendo día a día debido a la expoliación continuada de los recursos que se lleva el pantano. Nuestos mejores lugares tanto de praderías, arboledas, huertas como de cotos de truchas que desde entonces ya no son más que un recuerdo.

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    Requiem por Pedrosa. Un testimonio de Enrique Martínez Pérez de la web http://www.altoesla.com/PuebloaPueblo/Index.htm (fotos incluidas).




    ASÍ MUERE UN PUEBLO


    Cuando asomé a la curva de Valdetiego, el pueblo se adivinaba bajo una inmensa capa de polvo. Serían las cinco de la tarde del día 27 de Julio de 1987. Al ponerse el sol, Pedrosa del Rey habría acabado para siempre. Enfilé la recta que llevaba al pueblo: ya no estaba la casa de Pablo, ni las escuelas, ni el bar de Bernardino, ni la casa de mis abuelos paternos, también se habían cargado ya Barruelo... Me había pasado el cruce y estaba ¡delante de casa del cura!.
    El impacto emocional me había dejado completamente desorientado. Tenía que volver hacia el cruce y dirigirme al Barrio Abajo. Tenía que verlo con mis propios ojos. Tenía que ver como derribaban mi casa.

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    Cuando llegué, la casa estaba ya rodeada por la Guardia Civil y unos obreros sacaban el armario del cuarto. Ni siquiera le permitieron acabar sus días en el lugar en el que estuvo siempre. Lo dejaron allí, frente a la casa, para que viese como la destruían. Más tarde, abandonado a su suerte, se lo llevaron unos gitanos. Ya se habían llevado antes los balcones de forja y la puerta de roble. Aquel maldito edicto... Apreté los dientes y comencé a disparar mi cámara. El capitán que mandaba la fuerza me ordenó que no hiciera fotos a los guardias o me quitaría la cámara. Imbuido de una rara mezcla de rabia y de coraje le miré a los ojos y le dije que los guardias no me importaban nada. Solo quería hacer fotos a mi casa mientras la destruían. No me molestó más.

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    - ¡Que huevos le echaste!, Quique, me dijo Primitivo, que contemplaba la escena.
    Primero empezaron por casa de Manolo. Demolieron la casa, la cuadra, la hornera, las paneras, donde guardaban el grano. Luego destruyeron la corte de las ovejas. Mas tarde se cargron la cuadra de Primitivo...
    Apenas veía nada. El ruido que producían las máquinas era infernal. Las máquinas... debían de ser las mayores del mundo. Yo nunca habia visto monstruos de ese tamaño.

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    Escuchaba con nitidez el sonido seco de las PIEDRAs, tantas horas trabajadas, al chocar contra el suelo, y el crujido impresionante de las vigas de roble al romperse. Cuantas horas al monte, con la pareja, atrechando, labrando la madera... Había llegado la hora y las primeras PIEDRAs de la parte trasera de la cuadra empezaron a caer. Eran las 18.43. La escena era patética, sobrecogedora, casi insoportable. Pero me mantuve allí, con los dientes apretados y las lágrimas que no me dejaban ajustar el enfoque de la cámara.

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    Las máquinas seguían su trabajo de verdugos, manos ejecutoras de un proyecto que nunca tenía que haberse llevado a cabo. Parecía imposible lo que mis ojos estaban contemplando...
    La última pared hizo un atisbo de resistirse. El monstruo se posicionó de nuevo y acabó para siempre con la casa, con el barrio y, casi, con el pueblo. Además, dejaba herida de muerte a la comarca, que, a día de hoy, diecisiete años despues, aún no se ha recuperado.
    La última casa en ser derribada fue la de Micaela. El perro, desorientado y asustado, se había atrincherado en la cuadra y no quería salir. Tere, la de Tolís, se enfrentó a insulto limpio con mi "amigo" el capitán. El perro estaba consiguiendo lo que nadie había logrado: retrasar la ejecución de la casa. Pero la voz del capitán sonó implacable:
    - Procedan, he dicho que procedan, coño.

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    Con el ruido de las primeras PIEDRAs salió el perro de su escondite a gran velocidad. Nunca más le volvieron a ver vivo. Oí contar que unos días más tarde encontraron sus restos en un escobal.


    Al oscurecer de aquel fatídico 27 de Julio, en Pedrosa solo quedaba un edificio en pié: la iglesia. Meses más tarde, la portada fue arrancada por los vecinos de un pueblo cercano y hoy da entrada al composanto del pueblo. El resto de la iglesia se trasladó a Riaño donde permanece.

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