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Voy a volcar desde Druidas de la Celtiberia este articulo sobre un tema que personalmente me apasiona; y son las razas autóctonas de nuestra península. Siempre he sido de la opinión que las culturas humanas no solamente están integradas por las lenguas, religiosidad, usos, economía o arquitectura; sino que otras especies de animales domesticados nos han acompañado en esta aventura humana desde hace más de 6.000 años. Es un pequeño homenaje a esas especies equinas, ovinas, caprinas, porcinas y aviares, entre otras, que han caido en el olvido más miserable por mor de la economía de mercado globalizada y un sentimiento aséptico de lo "humano" frente a lo "animal". Dicho ésto: ahí vamos

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Cabron de celtiberica blanca

Esta cabra toma su nombre, también conocida como Serrana de Castilla, del color dominante de su capa, así como de su distribución geográfica que corresponde a la de la antigua Celtiberia.
Su origen se remonta a la Capra prisca, que dió lugar a poblaciones de caprinos domesticados que penetraron en la península por las costas mediterraneas y que dejaron numerosos ejemplares en los terrenos montañosos de los sistemas Ibérico y Penibético. Se trata del único representante del tipo prisca en la península.
Es una raza de clara utilización en régimen extensivo, pueste que muestra una perfecta adaptación a las condiciones ambientales de las montañas en las que se mueve. Posee un temperamento activo, fuerte y montaraz. El objeto fundamental de su cría es la obtención de carne, ya que las cabras raramente se ordeñan debido a la falta de control de los rebaños.
Se obtienen dos formatos: el "cabrito" de 10 a 12 kg con dos meses de edad y el "chivo" que pesa unos 30 0 40 kg en vivo a los 5 o 6 meses. La calidad y el sabor de ámbos se encuentran completamente acreditados. Los ejemplares adultos sacrificados, que alcanzan pesos medios de 60 a 75 kg en hembras y 80 o 90 kg en machos se dedican a la elaboración de productos chacineros (cecina).
Su censo se encuentyra en clara regresión. Hoy en día no es probable que existan más de mil ejemplares. Sus áreas tradicionales de reproducción y cría corresponden al sector oriental del sistema Ibérico en su confluencia con el Subbético (serranía de de Cuenca, Montes Universales y el Maestrazgo). También se encuentra por las sierras de Guadalajara y por el norte en Soria, Segovia y León.




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Comentarios

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  1. #1 ventero 05 de dic. 2005

    La cabra blanca andaluza también procede de la “Capra prisca”; se extiende por Sierra Morena y Sistemas Béticos aunque puede que cuente con menos efectivos que la celtibérica. Algunos creen que aquélla es lo mismo que ésta con algún aporte genético de raza nubiana, procedente de África. Personalmente creo que la diferencia entre ambas razas autóctonas es mínima y proveniente sólo del aislamiento geográfico. Ahora bien, sí es verdad que la raza nubiana (famosa por sus largas orejas colgantes) ha podido dejar influjo genético en otra raza autóctona andaluza: la payoya, típica de las serranías gaditanas y rondeñas, que disfruta de una población numerosa y en expansión, por su mayor rendimiento lácteo.
    Otra raza procedente de la “Capra prisca”, aunque en un fuerte cruce con razas pirenaicas, es la cabra verata, que domina las serranías del norte de Extremadura, separada de la retinta que domina el valle del Tajo y que responde al tipo bezoar, lo que indica una procedencia que atravesó el Pirineo.
    Desde un punto de vista histórico, el estudio de las razas autóctonas nos facilita una visión de las comunidades humanas repartidas por la Hispania antigua. De esta manera, la verata sería la cabra de los vetones; la retinta, de los lusitanos; la payoya, de los turdetanos...
    Las dos blancas representan a los pueblos interiores, de tal forma que podríamos considerarlas como indicativos de los contactos entre pueblos, como los celtíberos y los bastetanos, que por otros medios no tenemos posibilidades de conocerlos (los contactos) directamente. Sólo muy de tarde en tarde sale algún resto material que nos prueba esos contactos otrora insospechados; verbigracia, la espada celta encontrada recientemente en Hasta Regia, que nos habla de relaciones entre lusitanos y turdetanos, más pacíficas de lo que puediera pensarse (desde el momento en que la espada es de ceremonial, no de combate, y estaba en una tumba de algún personaje elevado).
    El color blanco del pelaje nos trae a la mente la comparación con otras razas autóctonas, pero en este caso de ganado vacuno. Las vacas blancas eran propias de los pueblos celtas, y resultaron muy atractivas para los romanos, pues las apetecían para sus sacrificios religiosos (el blanco siempre fue color de pureza en las ofrendas). Ciertamente, en Italia también pudo haber razas de vacas blancas, pero las de aquí eran autóctonas, y conformaban el tronco céltico. De él hoy sólo se conserva una raza, exigua por número pero valiosa por historia: la blanca cacereña, que ha permanecido en el mismo sitio desde los tiempos célticos y lusitanos. Las razas blancas de cabra (celtíbera y andaluza) pueden ser también los restos llegados a nuestros días de aquellos animales menores que serían los preferidos a la hora de los sacrificios religiosos.
    Por último, quiero dejar un testimonio de homenaje a un animal que ha acompañado al hombre en sus andanzas de un lugar a otro y que es la huella viva de nuestro itinerario vital. No en vano es, después del perro, el segundo animal que se dejó domesticar, hace 10000 años, y que, por cierto, llegó domesticada a nuestra Península bastante pronto, hace 8000 años, para quedarse hasta ahora, en que empieza a peligrar en sus formas o razas autóctonas y que por ello reclama nuestra ayuda.

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