Autor: Eric Hobsbawm
sábado, 12 de noviembre de 2005
Sección: Artículos generales
Información publicada por: Cierzo


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Manifiesto para la renovación de la Historia

Eric Hobsbawm es quizá el más grande de los historiadores que continuan entre nosotros. Tras la crisis de los paradigmas, realiza un manifiesto que permita la reconstrucción a través de la Renovación de la Historia.

Sé que no todo el mundo estará de acuerdo con lo reflejado por Hobsbawm en este artículo debido a su interpretación a través del marxismo (no ortodoxo,) pero la crisis que en la que entró la Historia, los paradigmas, puede y debe ser superada. Reflexiones como estas ayudan a la reconstrucción. Celtiberia es una página principalmente histórica y por lo tanto he creido conveniente su publicación.


EL DESAFIO DE LA RAZÓN
Manifiesto para la renovación de la historia
por Eric Hobsbawm

En el curso de las últimas décadas el relativismo en la Historia ha armonizado con el consenso político. Es hora de “reconstruir un frente de la razón” para promover una nueva concepción de la Historia. A ello invita Eric Hobsbawm, en el discurso de cierre del coloquio de la Academia británica sobre historiografía marxista (13-11-2004).


Karl Marx“Hasta ahora, los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo; se trata de cambiarlo”. Los dos enunciados de la célebre “Tesis Feuerbach” de Karl Marx inspiraron a los historiadores marxistas. La mayoría de los intelectuales que adhirieron al marxismo a partir de la década de 1880 -entre ellos los historiadores marxistas- lo hicieron porque querían cambiar el mundo, junto con los movimientos obreros y socialistas; movimientos que se convertirían, en gran parte bajo la influencia del marxismo, en fuerzas políticas de masas.

Esa cooperación orientó naturalmente a los historiadores que querían cambiar el mundo hacia ciertos campos de estudio -fundamentalmente, la historia del pueblo o de la población obrera- los que, si bien atraían naturalmente a las personas de izquierda, no tenían originalmente ninguna relación particular con una interpretación marxista. A la inversa, cuando a partir de la década de 1890 esos intelectuales dejaron de ser revolucionarios sociales, a menudo también dejaron de ser marxistas.

La revolución soviética de octubre de 1917, reavivó ese compromiso. Recordemos que los principales partidos socialdemócratas de Europa continental abandonaron por completo el marxismo sólo en la década de 1950, y a veces más tarde. Aquella revolución engendró además lo que podríamos llamar una historiografía marxista obligatoria en la URSS y en los Estados que adoptaron luego regímenes comunistas. La motivación militante se vio reforzada durante el período del antifascismo.

A partir de la década de 1950 se debilitó en los países desarrollados -pero no en el Tercer Mundo- aunque el considerable desarrollo de la enseñanza universitaria y la agitación estudiantil generaron en la década de 1960 dentro de la universidad un nuevo e importante contingente de personas decididas a cambiar el mundo. Sin embargo, a pesar de desear un cambio radical, muchas de ellas ya no eran abiertamente marxistas, y algunas ya no lo eran en absoluto.

Ese rebrote culminó en la década de 1970, poco antes de que se iniciara una reacción masiva contra el marxismo, una vez más por razones esencialmente políticas. Esa reacción tuvo como principal efecto -salvo para los liberales que aún creen en ello- la aniquilación de la idea según la cual es posible predecir, apoyándose en el análisis histórico, el éxito de una forma particular de organizar la sociedad humana. La historia se había disociado de la teleología [1].

Teniendo en cuenta las inciertas perspectivas que se presentan a los movimientos socialdemócratas y socialrevolucionarios, no es probable que asistamos a una nueva ola de adhesión al marxismo políticamente motivada. Pero evitemos caer en un occidentalo-centrismo excesivo. A juzgar por la demanda de que son objeto mis propios libros de historia, compruebo que se desarrolla en Corea del Sur y en Taiwán desde la década de 1980, en Turquía desde la década de 1990, y hay señales de que avanza actualmente en el mundo de habla árabe.

El vuelco social
¿Qué ocurrió con la dimensión “interpretación del mundo” del marxismo? La historia es un poco diferente, aunque paralela. Concierne al crecimiento de lo que se puede llamar la reacción anti-Ranke [2], de la cual el marxismo constituyó un elemento importante, aunque no siempre se lo reconoció acabadamente. Se trató de un movimiento doble.

Por una parte, ese movimiento cuestionaba la idea positivista según la cual la estructura objetiva de la realidad era por así decirlo evidente: bastaba con aplicar la metodología de la ciencia, explicar por qué las cosas habían ocurrido de tal o cual manera, y descubrir “wie es eigentlich gewesen” [cómo sucedió en realidad]. Para todos los historiadores, la historiografía se mantuvo y se mantiene enraizada en una realidad objetiva, es decir, la realidad de lo que ocurrió en el pasado; sin embargo, no parte de hechos sino de problemas, y exige que se investigue para comprender cómo y por qué esos problemas -paradigmas y conceptos- son formulados de la manera en que lo son en tradiciones históricas y en medios socio-culturales diferentes.

Por otra, ese movimiento intentaba acercar las ciencias sociales a la historia, y en consecuencia, englobarla en una disciplina general, capaz de explicar las transformaciones de la sociedad humana. Según la expresión de Lawrence Stone [3] el objeto de la historia debería ser “plantear las grandes preguntas del “por qu锓. Ese “vuelco social” no vino de la historiografía sino de las ciencias sociales -algunas de ellas incipientes en tanto tales- que por entonces se afirmaban como disciplinas evolucionistas, es decir históricas.

En la medida en que puede considerarse a Marx como el padre de la sociología del conocimiento, el marxismo, a pesar de haber sido denunciado erróneamente en nombre de un presunto objetivismo ciego, contribuyó al primer aspecto de ese movimiento. Además, el impacto más conocido de las ideas marxistas -la importancia otorgada a los factores económicos y sociales- no era específicamente marxista, aunque el análisis marxista pesó en esa orientación. Esta se inscribía en un movimiento historiográfico general, visible a partir de la década de 1890, y que culminó en las décadas de 1950 y 1960, en beneficio de la generación de historiadores a la que pertenezco, que tuvo la posibilidad de transformar la disciplina.

Esa corriente socio-económica superaba al marxismo. La creación de revistas y de instituciones de historia económico-social fue a veces obra -como en Alemania- de socialdemócratas marxistas, como ocurrió con la revista “Vierteljahrschrift” en 1893. No ocurrió así en Gran Bretaña, ni en Francia, ni en Estados Unidos. E incluso en Alemania, la escuela de economía marcadamente histórica no tenía nada de marxismo. Solamente en el Tercer Mundo del siglo XIX (Rusia y los Balcanes) y en el del siglo XX, la historia económica adoptó una orientación sobre todo socialrevolucionaria, como toda “ciencia social”. En consecuencia, se vio muy atraída por Marx. En todos los casos, el interés histórico de los historiadores marxistas no se centró tanto en la “base” (la infraestructura económica) como en las relaciones entre la base y la superestructura. Los historiadores explícitamente marxistas siempre fueron relativamente poco numerosos.

Marx ejerció influencia en la historia principalmente a través de los historiadores y los investigadores en ciencias sociales que retomaron los interrogantes que él se planteaba, hayan aportado o no otras respuestas. A su vez, la historiografía marxista avanzó mucho en relación a lo que era en la época de Karl Kautsky y de Georgi Plekhanov [4], en buena medida gracias a su fertilización por otras disciplinas (fundamentalmente la antropología social) y por pensadores influidos por Marx y que completaban su pensamiento, como Max Weber [5].

Si subrayo el carácter general de esa corriente historiográfica, no es por voluntad de subestimar las divergencias que contiene, o que existían en el seno de sus componentes. Los modernizadores de la historia se plantearon las mismas cuestiones y se consideraron comprometidos en los mismos combates intelectuales, ya sea que se inspiraran en la geografía humana, en la sociología durkheimiana [6] y en las estadísticas, como en Francia (a la vez, la escuela de los Anales y Labrousse), o en la sociología weberiana, como la Historische Sozialwissenschaft en Alemania federal, o aun en el marxismo de los historiadores del Partido Comunista, que fueron los vectores de la modernización de la historia en Gran Bretaña, o que al menos fundaron su principal revista.

Unos y otros se consideraban aliados contra el conservadurismo en historia, aun cuando sus posiciones políticas o ideológicas eran antagónicas, como Michael Postan [7] y sus alumnos marxistas británicos. Esa coalición progresista halló una expresión ejemplar en la revista “Past & Present”, fundada en 1952, muy respetada en el ambiente de los historiadores. El éxito de esa publicación se debió a que los jóvenes marxistas que la fundaron se opusieron deliberadamente a la exclusividad ideológica, y que los jóvenes modernizadores provenientes de otros horizontes ideológicos estaban dispuestos a unirse a ellos, pues sabían que las diferencias ideológicas y políticas no eran un obstáculo para trabajar juntos. Ese frente progresista avanzó de manera espectacular entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y la década de 1970, en lo que Lawrence Stone llama “el amplio conjunto de transformaciones en la naturaleza del discurso histórico”. Eso hasta la crisis de 1985, cuando se produjo la transición de los estudios cuantitativos a los estudios cualitativos, de la macro a la microhistoria, de los análisis estructurales a los relatos, de lo social a los temas culturales.

Desde entonces, la coalición modernizadora está a la defensiva, al igual que sus componentes no marxistas, como la historia económica y social.

En la década de 1970, la corriente dominante en historia había sufrido una transformación tan grande, en particular bajo la influencia de las “grandes cuestiones” planteadas a la manera de Marx, que escribí estas líneas: “A menudo es imposible decir si un libro fue escrito por un marxista o por un no marxista, a menos que el autor anuncie su posición ideológica. Espero con impaciencia el día en que nadie se pregunte si los autores son marxistas o no”. Pero como también lo señalaba, estábamos lejos de semejante utopía. Desde entonces, al contrario, fue necesario subrayar con mayor energía lo que el marxismo puede aportar a la historiografía. Cosa que no ocurría desde hace mucho tiempo. A la vez, porque es preciso defender a la historia contra quienes niegan su capacidad para ayudarnos a comprender el mundo, y porque nuevos desarrollos científicos transformaron completamente el calendario historiográfico.

En el plano metodológico, el fenómeno negativo más importante fue la edificación de una serie de barreras entre lo que ocurrió o lo que ocurre en historia, y nuestra capacidad para observar esos hechos y entenderlos. Esos bloqueos obedecen a la negativa a admitir que existe una realidad objetiva, y no construida por el observador con fines diversos y cambiantes, o al hecho de sostener que somos incapaces de superar los límites del lenguaje, es decir, de los conceptos, que son el único medio que tenemos para poder hablar del mundo, incluyendo el pasado.

Esa visión elimina la cuestión de saber si existen en el pasado esquemas y regularidades a partir de los cuales el historiador puede formular propuestas significativas. Sin embargo, hay también razones menos teóricas que llevan a esa negativa: se argumenta que el curso del pasado es demasiado contingente, es decir, que hay que excluir las generalizaciones, pues prácticamente todo podría ocurrir o hubiera podido ocurrir. De manera implícita, esos argumentos apuntan a todas las ciencias. Pasemos por alto intentos más fútiles de volver a viejas concepciones: atribuir el curso de la historia a altos responsables políticos o militares, o a la omnipotencia de las ideas o de los “valores”; reducir la erudición histórica a la búsqueda -importante pero insuficiente en sí- de una empatía con el pasado.

El gran peligro político inmediato que amenaza a la historiografía actual es el “anti-universalismo”: “mi verdad es tan válida como la tuya, independientemente de los hechos”. Ese anti-universalismo seduce naturalmente a la historia de los grupos identitarios en sus diferentes formas, para la cual, el objeto esencial de la historia no es lo que ocurrió, sino en qué afecta eso que ocurrió a los miembros de un grupo particular. De manera general, lo que cuenta para ese tipo de historia no es la explicación racional sino la “significación”; no lo que ocurrió, sino cómo experimentan lo ocurrido los miembros de una colectividad que se define por oposición a las demás, en términos de religión, de etnia, de nación, de sexo, de modo de vida, o de otras características.

El relativismo ejerce atracción sobre la historia de los grupos identitarios. Por diferentes razones, la invención masiva de contraverdades históricas y de mitos, otras tantas tergiversaciones dictadas por la emoción, alcanzó una verdadera época de oro en los últimos treinta años. Algunos de esos mitos representan un peligro público -en países como India durante el gobierno hinduista [8], en Estados Unidos y en la Italia de Silvio Berlusconi, por no mencionar muchos otros nuevos nacionalismos, se acompañen o no de un acceso de integrismo religioso-.

De todos modos, si por un lado ese fenómeno dio lugar a mucho palabrerío y tonterías en los márgenes más lejanos de la historia de grupos particulares -nacionalistas, feministas, gays, negros y otros- por otro generó desarrollos históricos inéditos y sumamente interesantes en el campo de los estudios culturales, como el “boom de la memoria en los estudios históricos contemporáneos”, como lo llama Jay Winter [9]. “Los Lugares de memoria” [10] obra coordinada por Pierre Nora, es un buen ejemplo.

Reconstruir el frente de la razón
Ante todos esos desvíos, es tiempo de restablecer la coalición de quienes desean ver en la historia una investigación racional sobre el curso de las transformaciones humanas, contra aquellos que la deforman sistemáticamente con fines políticos, y a la vez, de manera más general, contra los relativistas y los posmodernistas que se niegan a admitir que la historia ofrezca esa posibilidad. Dado que entre esos relativistas y posmodernos hay quienes se consideran de izquierda, podrían producirse inesperadas divergencias políticas capaces de dividir a los historiadores.

Por lo tanto, el punto de vista marxista resulta un elemento necesario para la reconstrucción del frente de la razón, como lo fue en las décadas de 1950 y 1960. De hecho, la contribución marxista probablemente sea aun más pertinente ahora, dado que los otros componentes de la coalición de entonces renunciaron, como la escuela de los Anales de Fernand Braudel, y la “antropología social estructural-funcional”, cuya influencia entre los historiadores fuera tan importante. Esta disciplina se vio particularmente perturbada por la avalancha hacia la subjetividad posmoderna.

Entre tanto, mientras que los posmodernistas negaban la posibilidad de una comprensión histórica, los avances en las ciencias naturales devolvían a la historia evolucionista de la humanidad toda su actualidad, sin que los historiadores se dieran cabalmente cuenta. Y esto de dos maneras.

En primer lugar, el análisis del ADN estableció una cronología más sólida del desarrollo desde la aparición del homo sapiens en tanto especie. En particular, la cronología de la expansión de esa especie originaria de Africa hacia el resto del mundo, y de los desarrollos posteriores, antes de la aparición de fuentes escritas. Al mismo tiempo, eso puso de manifiesto la sorprendente brevedad de la historia humana -según criterios geológicos y paleontológicos- y eliminó la solución reduccionista de la sociobiología darwiniana [11].

Las transformaciones de la vida humana, colectiva e individual, durante los últimos diez mil años, y particularmente durante las diez últimas generaciones, son demasiado considerables para ser explicadas por un mecanismo de evolución enteramente darwiniano, por los genes. Esas transformaciones corresponden a una aceleración en la transmisión de las características adquiridas, por mecanismos culturales y no genéticos; podría decirse que se trata de la revancha de Lamarck [12] contra Darwin, a través de la historia humana. Y no sirve de mucho disfrazar el fenómeno bajo metáforas biológicas, hablando de “memes” [13] en lugar de “genes”. El patrimonio cultural y el biológico no funcionan de la misma manera.

En síntesis, la revolución del ADN requiere un método particular, histórico, de estudio de la evolución de la especie humana. Además -dicho sea de paso- brinda un marco racional para la elaboración de una historia del mundo. Una historia que considere al planeta en toda su complejidad como unidad de los estudios históricos, y no un entorno particular o una región determinada. En otras palabras: la historia es la continuación de la evolución biológica del homo sapiens por otros medios.

En segundo lugar, la nueva biología evolucionista elimina la estricta diferenciación entre historia y ciencias naturales, ya eliminada en gran medida por la “historización” sistemática de estas ciencias en las últimas décadas.

Luigi Luca Cavalli-Sforza, uno de los pioneros pluridisciplinarios de la revolución ADN, habla del “placer intelectual de hallar tantas similitudes entre campos de estudio tan diferentes, algunos de los cuales pertenecen tradicionalmente a los polos opuestos de la cultura: la ciencia y las humanidades”. En síntesis, esa nueva biología nos libera del falso debate sobre el problema de saber si la historia es una ciencia o no.

En tercer lugar, nos remite inevitablemente a la visión de base de la evolución humana adoptada por los arqueólogos y los prehistoriadores, que consiste en estudiar los modos de interacción entre nuestra especie y su medio ambiente, y el creciente control que ella ejerce sobre el mismo. Lo cual equivale esencialmente a plantear las preguntas que ya planteaba Karl Marx.

Los “modos de producción” (sea cual fuere el nombre que se les dé) basados en grandes innovaciones de la tecnología productiva, de las comunicaciones y de la organización social -y también del poder militar- son el núcleo de la evolución humana. Esas innovaciones, y Marx era consciente de eso, no ocurrieron y no ocurren por sí mismas. Las fuerzas materiales y culturales y las relaciones de producción son inseparables; son las actividades de hombres y mujeres que construyen su propia historia, pero no en el “vacío”, no afuera de la vida material, ni afuera de su pasado histórico.

Del neolítico a la era nuclear
En consecuencia, las nuevas perspectivas para la historia también deben llevarnos a esa meta esencial de quienes estudian el pasado, aunque nunca sea cabalmente realizable: “la historia total”. No “la historia de todo”, sino la historia como una tela indivisible donde se interconectan todas las actividades humanas. Los marxistas no son los únicos en haberse propuesto ese objetivo -Fernand Braudel también lo hizo- pero fueron quienes lo persiguieron con más tenacidad, como decía uno de ellos, Pierre Vilar [er fundamentalmente «Une histoire en construction: approche marxiste (...)">14].

Entre las cuestiones importantes que suscitan estas nuevas perspectivas, la que nos lleva a la evolución histórica del hombre resulta esencial. Se trata del conflicto entre las fuerzas responsables de la transformación del homo sapiens, desde la humanidad del neolítico hasta la humanidad nuclear, por una parte, y por otra, las fuerzas que mantienen inmutables la reproducción y la estabilidad de las colectividades humanas o de los medios sociales, y que durante la mayor parte de la historia las han contrarrestado eficazmente. Esa cuestión teórica es central.

El equilibrio de fuerzas se inclina de manera decisiva en una dirección. Y ese desequilibrio, que quizás supera la capacidad de comprensión de los seres humanos, supera por cierto la capacidad de control de las instituciones sociales y políticas humanas. Los historiadores marxistas, que no entendieron las consecuencias involuntarias y no deseadas de los proyectos colectivos humanos del siglo XX, quizás puedan esta vez, enriquecidos por su experiencia práctica, ayudar a comprender cómo hemos llegado a la situación actual.


Eric Hobsbawm
Historiador británico, autor entre otros de "Historia del siglo XX", Barcelona, Crítica, 1996



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[1] Teleología, doctrina que se ocupa de las causas finales

[2] Reacción contra Leopold von Ranke (1795-1886), considerado el padre de la escuela dominante de la historiografía universitaria antes de 1914. Autor, entre otros títulos, de “Historia de los pueblos romano y germano de 1494 a 1535” (1824) y de Historia del mundo” (Weltgeschichte), (1881-1888 - inconclusa)

[3] Lawrence Stone (1920-1999), una de las personalidades más eminentes e influyentes de la historia social. Autor, entre otros títulos, de “The Causes of the English Revolution, 1529-1642” (1972), “The Family, Sex and Marriage in England 1500-1800” (1977)

[4] Respectivamente dirigente de la socialdemocracia alemana y de la socialdemocracia rusa, a comienzos del siglo XIX

[5] Max Weber (1864-1920), sociólogo alemán

[6] Por Emile Durkheim (1858-1917), que fundó “Las reglas del método sociológico” (1895) y que por ello es considerado uno de los padres de la sociología moderna. Autor, entre otros títulos, de “La división del trabajo social” (1893) , “El suicidio” (1897)

[7] Michael Postan ocupa la cátedra de historia económica en la universidad de Cambridge desde 1937. Co-inspirador, junto a Fernand Braudel, de la Asociación Internacional de Historia Económica

[8] El partido Bharatiya Janata (BJP) dirigió el gobierno indio desde 1999 hasta mayo de 2004

[9] Profesor de la universidad de Columbia (Nueva York). Uno de los grandes especialistas de la historia de las guerras del siglo XX, y sobre todo de los lugares de memoria

[10] “Les lieux de mémoire”, Gallimard, París, 3 tomos

[11] Por Charles Darwin (1809-1882), naturalista inglés autor de la teoría sobre la selección natural de las especies

[12] Jean-Baptiste Lamark (1744-1829), naturalista francés, el primero en romper con la idea de permanencia de la especie

[13] Según Richard Dawkins, uno de los más destacados neodarwinistas, los “memes”, son unidades de base de memoria, supuestos vectores de la transmisión y de la supervivencia culturales, así como los genes son los vectores de la subsistencia de las características genéticas de los individuos

[14] Ver fundamentalmente «Une histoire en construction: approche marxiste et problématique conjoncturelle», Gallimard-Seuil, París, 1982



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Comentarios

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  1. #1 celiacevedo 12 de nov. 2005

    Puede que esté equivocada, pero por lo que yo sé y he leido, la morada de los vientos está, según Homero y Virgilio, en las Islas Eolianas, entre Italia y Sicilia.Su rey es Eolo,y los retiene encerrados en profundas cavernas. Estos braman y murmuran tras la puerta de su calabozo. Si Eolo no los retuviera se escaparían con violencia y en su fuga destructora lo arrasarían y barrerían todo a través del espacio, las tierras, los mares y hasta la misma bóveda celeste. Zeus le había dado el poder de controlarlos.Eolo era responsable del control de las tempestades, y los dioses, le pedian en algunos casos su ayuda como hizo Hera para impedir que Eneas desembarcase en Troya.

    En La Eneida, para complacer a Juno, Eolo entreabre de un golpe de lanza el flanco de la montaña en que descansa su trono; desde que encuentran esta salida los vientos se escapan y revuelven el mar. Pero Neptuno, que ascendía a castigar a los vientos, los devuelve a su Rey con términos llenos de desprecio y les encarga que ellos mismos recuerden a Eolo su insubordinación.

    Los poetas antiguos y modernos representaban en general a los vientos como gigantescos, turbulentos, inquietos y veleidosos.

    Euro es el hijo favorito de la Aurora, viene de Oriente y vuela con los caballos de su madre. Horacio lo pinta como un Dios impetuoso y Valerio Flaco como un Dios desgraciado y en desorden como consecuencia de las tormentas que ha causado. Los modernos le dan una fisonomía de mayor calma y dulzura, y lo representan como un joven alado, que por doquiera que pasa siembra flores con ambas manos.

    Bóreas, viento del Norte, reside en Eutracia y los poetas le atribuyen alguna vez el Reino del Aire. Robó a la bella Cloris, hija de Arturo, y la transportó al monte Nifato o Cáucaso. Fueron padres de Hiparco. Pero él se enamoró sobre todo de Oritia, hija de Erecteo, rey de Atenas; no habiendo podido obtenerla de su padre, se cubrió de un espeso torbellino de polvo y convertido en caballo, dio nacimiento a doce jumentillos, de tal velocidad que corrían sobre los campos de trigo sin doblar las espigas y sobre las olas sin mojarse las patas. Tenía un templo en Atenas en las orillas del Iliso, y cada año los atenienses celebraban fiestas en su honor, las Borcasmas.

    Aquilón, viento frío y molesto, es confundido con Bóreas alguna vez. Se le representa como un anciano con los cabellos blancos y en desorden.
    Noto o Auster es el viento caliente y tormentoso que sopla del Mediodía. Ovidio lo pinta de talla alta, viejo, con cabellos blancos, aire sombrío y una tela anudada en derredor de su cabeza, mientras el agua gotea de todas partes de sus vestidos. Juvenal nos lo representa en la Caverna de Eolo con los rasgos de un hombre alado, robusto y completamente desnudo. Marcha sobre las nubes, sopla con los carrillos inflamados, para designar su violencia, y tiene una regadera en la mano para anunciar que casi siempre trae lluvia.

    Céfiro era en realidad el viento de Occidente. Los poetas griegos y latinos lo han celebrado porque llevaba el frescor a los climas cálidos que ellos habitaban. Es una de las más risueñas alegorías de la fábula, tal y como los poetas nos lo han pintado. Su soplo, dulce y poderoso a la vez, da vida a la Naturaleza. Los griegos le suponían esposo de Cloris y los latinos de la Diosa Flora.

  2. #2 celiacevedo 12 de nov. 2005

    LO SIENTO ME EQUIVOQUÉ, ESTE COMENTARIO NO TENÍA QUE IR AQUI
    :-(

  3. #3 Habis 12 de nov. 2005

    Jajajajajajajaja.

  4. #4 flavio 12 de nov. 2005

    Pues es lo mejor del artículo, Celia ;-)

  5. #5 Viriato 12 de nov. 2005

    Se ha publicado este mismo año un interesante libro sobre el tema del artículo.

    Se titula: "Hacia una reconstrucción del materialismo histórico"

    Su autor: Francisco Herreros Vazquez

    Edita: Ediciones Istmo, S.A.

  6. #6 Cierzo 12 de nov. 2005

    jajajaj Flavio que cabrón, pero no me creo que lo hayas leido. A ver examen, destaca las ideas principales del artículo.

  7. #7 Vazquez 02 de ago. 2006

    No sabía de este artículo, gracias a mi búsqueda puedo hacerte varias preguntas sobre el tema Cierzo.

    Primero, este asunto del Marxismo como que me produce una fascinación. Y seré rápido, no se mucho, pero creo que es el que más entiendo, de las otras tendencias, se más pero muy poco logro comprender. Simplifico mucho, pero sin poder evitarlo lo veo como excluyente y minimizador de los otros, y a los otros (que por supuesto, también cometo el error de meterlo en un solo saco) me parecen “prosaicos” cuando tratan a los pensadores marxistas como “incongruentes” (por el topicazo, de que el socialismo o el comunismo, son sistemas “antinaturales”).

    Y a bote rápido te hago un comentario sobre este artículo, Me dio la sensación de que Eric Hobsbawm pedía “misericordia”. Y casi estoy de acuerdo con Flavio, sentí que me hacían la historia de algunos personajes “mitológicos” y sus vicisitudes provocadas por una “fuerza superior”.

    Y en verdad, pone en muy mala situación a mi modo de ver a los historiadores marxista con esta afirmación en el párrafo final:

    “…Los historiadores marxistas, que no entendieron las consecuencias involuntarias y no deseadas de los proyectos colectivos humanos del siglo XX…”

    Bueno, comencé correctamente, diciendo una sarta de frases incomprensible, creo que podrás ayudarme a sacar algo en claro.

  8. #8 Cierzo 03 de ago. 2006

    Bueno la historiografía marxista (entiendo que te refieres al marxismo en esta vertiente) no es una familia monolítica, de hecho presenta grandes diferencias entre por ejemplo los historiadores del marxismo “oficial” sovietico y los historiadores marxistas británicos. Eric Hobsbawm pertenece a este segundo grupo, que tiene unas características muy especiales… (creo que subiré un breve resumen que tengo sobre las principales características de este grupo de historiadores)
    Yo no veo la petición de misericordia en el artículo, lo que si que hay es una voluntad de la reconstrucción de los paradigmas, que están en crisis desde hace 30 años, frente a el relativismo y el postmodernismo. En esta clave hay que leer el artículo. Evidentemente el autor propone el marxismo como uno de los pilares de esa reconstrucción. Pero no se refiere al marxismo ortodoxo que el nunca practicó.
    Esa frase que resaltas evidentemente es una autocrítica a la familia marxista. Es una frase que se puede entender de varias maneras.
    Una desde el sentido de la historiografía, los marxistas oficiales defendían una linea ligada a una Estado, a un proyecto político. El fracaso de uno arrastra al otro. Es decir, quizá la URSS fuera algo abocado al fracaso pero no tiene porque serlo la interpretación marxista de la Historia.
    O quizá es que no entendieron según la concepción de la historia marxista un retroceso, una vuelta atrás del socialismo hacia el capitalismo…
    Creo que anima a los marxistas a salir de la cueva, a utilizar el marxismo como método de interpretación histórica pero teniendo en cuenta todo lo que ha pasado. Desde la caida del “socialismo real” hasta la ruptura de los paradigmas a través del relativismo y del postomodernismo.

  9. #9 Vazquez 03 de ago. 2006

    Seguiré contigo en esto, porque el tema me interesa y te recuerdo que estando por una de las antigua republicas soviéticas el foro estimula mi motivación.
    Vale, es claro que debemos acotar bien los términos, Historiografía Marxista. No es discutir ahora la valides o no del Marxismo como tal. Y efectivamente el motivo del discurso de Eric Hobsbawm orienta el debate. Además, es verdad, no es necesario ser tan cínico y decir que pide misericordia. Pero te confieso, tendremos que hilar muy fino, para no dejarnos llevar por los acontecimientos que provocaron la evidente decepción de los historiadores marxista, después del fracaso… cuidado, fíjate lo que voy a decir: “Fracaso” del “Socialismo Real”. Creo que habría que matizar todo eso. Pero no podremos olvidarnos del todo, no estaríamos siendo objetivos.

    Y ya puesto, digámoslo con tus propias palabras: “…voluntad de la reconstrucción de los paradigmas, que están en crisis desde hace 30 años, frente a el relativismo y el postmodernismo. En esta clave hay que leer el artículo.”. Tomo nota. Y voy a la frase que remarco, y las dos maneras (como mínimo) que tú expones:

    a) desde el sentido de la historiografía, los marxistas oficiales defendían una línea ligada a una Estado, a un proyecto político. El fracaso de uno arrastra al otro.

    b) no entendieron según la concepción de la historia marxista un retroceso, una vuelta atrás del socialismo hacia el capitalismo…

    Y ahora te comento. Pero es que el Marxismo y ahora no se si en boca del propio Marx o Engel, quizá Lenin (estoy lejos de casa, de mis libros también, casi tengo que parafrasear las cosas, tu me dirás si digo verdad y si es así donde lo dicen), luego de la toma del poder político-administrativo por la clase trabajadora, eliminada la propiedad privada (capital) con ella la clase burguesa y el modo de producción capitalista, como consecuencia del control de los medios de producción por los trabajadores, y establecidas nuevas relaciones de producción, entonces el Socialismo se hacia IRREVERSIBLE. Esto era una de las grandes conclusiones después de hacer un análisis de la sociedad capitalista, empleando el método marxista. Y observa un párrafo del discurso de Eric Hobsbawm:

    “Los “modos de producción” (sea cual fuere el nombre que se les dé) basados en grandes innovaciones de la tecnología productiva, de las comunicaciones y de la organización social -y también del poder militar- son el núcleo de la evolución humana. Esas innovaciones, y Marx era consciente de eso, no ocurrieron y no ocurren por sí mismas. Las fuerzas materiales y culturales y las relaciones de producción son inseparables; son las actividades de hombres y mujeres que construyen su propia historia, pero no en el “vacío”, no afuera de la vida material, ni afuera de su pasado histórico.”

    Casi confirma, a mi modo de ver lo de la imposibilidad de una marcha atrás, luego que los obreros, intelectuales, en fin, el pueblo (ya en ese pueblo no hay burgueses). Son dueños de su destino, “Construyen su propia historia”.


    Entonces pienso que los historiadores marxista no podían entenderlo, o por lo menos choqueados estaban (están). Cuando menos yo veo una fuerte contradicción. Entender según la concepción de la historia marxista un retroceso, una vuelta atrás del socialismo; cuando esa misma historiografía marxista platea que el socialismo es irreversible, que no hay vuelta atrás.

  10. #10 Cierzo 03 de ago. 2006

    Sí me refería exactamente a eso, la concepción marxista (oficial) no podía entender una vuelta al sistema capitalista. Eso es lo que provoca un fuerte colapso en el pensamiento marxista.
    Coincido en lo que señalas y que he dejado un poco mal explicado.
    Por cierto que si te apetece hablar del marxismo en otros aspectos, hasta donde sepa, es una conversación que puede resultar agradable. Pero creo que es bueno que acotemos. Porque el marxismo es muy amplio a nivel teorico, y si ya nos vamos a las experiencias "socialistas" que ha habido... Nos puede salir un "melange" infumable. Por eso prefiero ir parcela a parcela.

  11. #11 Rosa-ae 04 de ago. 2006

    Mmmmm!
    Para mi el problema, es decir, la principal objeción a este artículo es que primero me defino como relativista y después como cualquier otra cosa: ser humano racional, persona, mujer, galega, historiadora... (bueno, exagero un pelín pelón :-) Y claro! esto no combina muy bien con las tesis del bueno Hobsbawm. Pero a mi tampoco me cuadran sus argumentos, que es de lo que se trata ahora!!
    Por ser relativista precisamente, no puedo aunar esfuerzos con este ilustre pensador a la hora de “reconstruir un frente de la razón” porque a tal cosa hace tiempo que le di mi adiós, con Feyerabend el Magnífico, con su famoso “Adiós a la Razón”, obra brillante donde las haiga (jeje).
    Este filósofo de la ciencia, famoso por su “todo vale” y su “anarquismo metodológico”, incide sobre todo sobre el carácter contextual y contingente del Saber (¡conceptos tan historiográficos y al mismo tiempo tan frecuentemente ignorados por los historiadores!), todo lo cual justifica, muy comprensiblemente, un escepticismo radical respecto tanto a valores como a formas de conocimiento consideradas universales o trascendentes. Desde este punto de vista, Mr. Hobsbawm merece una absoluta reprobación, y por partida doble, cuando dice: El gran peligro político inmediato que amenaza a la historiografía actual es el “anti-universalismo”: “mi verdad es tan válida como la tuya, independientemente de los hechos” Gran falacia: el anti-universalismo se nutre del relativismo y, en cuanto tal, no reconoce discursos moralmente u objetivamente superiores a otros, porque es ante todo una teoría materialista anarquista que no reconoce jerarquías y es ante todo atea; y, no menos importante, si niega la posibilidad de una verdad absoluta no es porque cuestione ninguna clase de hechos, sino porque los relativiza (de acuerdo con aquel principio nitzscheiano, según el cual “no hay hechos, sino sólo interpretación”…)
    Afirmar después: Ese anti-universalismo seduce naturalmente a la historia de los grupos identitarios en sus diferentes formas […] De manera general, lo que cuenta para ese tipo de historia no es la explicación racional sino la “significación”; no lo que ocurrió, sino cómo experimentan lo ocurrido los miembros de una colectividad […]
    … Está claro que a Hobsbawm le interesa presentar la cuestión en términos de debate ideológico (centrando el problema especialmente en supuestos intereses legitimadores de “naciones sin Estado”), cuando el plano de la confrontación podría ser llanamente epistemológico. Vamos a ver: a quien seduzca determinada postura puede ser objeto de análisis historiográfico, pero en ningún caso motivo de cuestión metodológica (eso es crítica ad hominem!) Por otra parte, oponer la búsqueda de la “racionalidad” a la de la “significación” en el análisis histórico…. puedo imaginar a qué clase de prejuicio responde, pero me parece completamente repudiable: ¡¡he aquí el amo de la racionalidad?!!
    Mis objeciones a estos planteamientos no sé si serán fáciles de rebatir, empezando por ese concepto que maneja con tanta alegría, LA RAZÓN: este es antes que nada un objeto histórico que nos define a nosotros, en cuanto posesores de esa “esencia” (porque así parece concebirla!!!) como individuos pertenecientes al mundo occidental moderno heredero de la filosofía helénica donde surge eso precisamente: el logos, “la Razón”. ¿Hay algo más contingente y culturalmente predeterminado, como para consentir que nos cuente historietas sobre el universalismo de nuestra forma de pensamiento “racional”? Eso se llama ETNO-, EUROCENTRISMO…, no merece otra calificación!!
    Y tales categorías vacuas y engañosas, como ese saco común para “relativistas y postmodernistas”, como si se tratase necesariamente de una misma corriente, cuando el relativismo, surgido a mediados del siglo XX en el seno de la antropología cultural, estructuralista, se nos manifiesta como una actitud intelectual fundamentalmente autocrítica dentro de la propia modernidad (la autocrítica, sí, una de las pocas cualidades merecedoras de encomio dentro del pensamiento burgués MODERNO, para que ahora nos lo confundan con la “revisión” postmoderna!!)
    Ante todos esos desvíos dice después quien, evidentemente, se considera el amo de la ortodoxia, la fe revelada por alguna instancia que sólo él conoce!!! pffff
    En fin, podría seguir ad infinitum, puesto que en discrepancias teóricas y metodológicas la cosa no tiene solución, así de simple!.
    Cierzo, dije de broma que haría una crítica demoledora, aunque no era mi intención y, en rigor, tampoco la hice. Pero, francamente, pienso que el chico se la merece, aún sin entrar en consideraciones teóricas marxistas, donde incluso me parece de esa tendencia que llaman "ingenua". Ese sería el tema, pero me dispersé. Lo siento :-(

  12. #12 Minaia 04 de ago. 2006

    Cuando Hobsbawn menciona lo de la "historia total", la historia como tela indivisible del acontecer humano, se me ocurre una metáfora, muy cruda posiblemente, de situarnos como el editor de un periódico viendo a ver qué publica. Sabemos que lo que ha pasado en el mundo en ese día concreto es infinitamente más de lo poco que podemos contar en nuestro diario. Ocho millones de historias tiene la ciudad de Nuevayó, decía la canción de Ruben Blades. Sin embargo, tenemos que hacer una elección y una interpretación de qué es lo reseñable de ese día, qué cosas nos dan las claves de lo que va a pasar en el futuro.

    ¿Por qué motivo? Muy simple, por escasez de espacio y tiempo. La única manera de relatar fielmente lo sucedido, (realidad=espejo=1000 pedazos) es volver a repetirlo en su integridad, labor imposible.

    Si queremos adelantar algo en la maraña de lo sucedido, por algún lado tendremos que empezar y tendremos que hacer una selección subjetiva en algún momento.

    Aunque asumo muchos de sus postulados del relativismo, para mí su principal problema, llevado a sus extremos, es que me parece que te lleva a un callejón sin salida. Te quita el compás (ahora sería el GPS) para orientarte y aferrarte a las pocas cosas de las que crees estar seguro. Si lo asumiera en su totalidad, no sabría si irme a una hamaca a tomarme cervezas o acurrucarme en un rincón a llorar, porque no vería la manera de avanzar y tener esperanza.

    Todo esto lo digo desde un plano bastante humilde, que quede claro (bueno, eso ya creo que queda, con mis elucubraciones más bien pedestres). A lo mejor es que tengo una idea bastante equivocada de lo que todo lo que implica el pensamiento relativista, por lo que doy la bienvenida a vuestros contraargumentos.

  13. #13 Brandan 04 de ago. 2006

    Yo diría -uno es así, prosaico- que cada cual se las va apañando, y que declararse abiertamente "No sé qué" limita enormemente el campo de visión.
    Por supuesto que hay que tener en cuenta los medios de produción y su evolución para analizar la historia. ¿Alguien lo discute? Pero analizarla desde una militancia encubierta es bastante peligroso.
    El autor, como dice Rosa-ae, intenta situarse en posiciones irrabatibles, con un disfraz de buena voluntad, y eso es trampa.
    Esto, que parece ser una conclusión principal, no lo entiendo:
    "Entre las cuestiones importantes que suscitan estas nuevas perspectivas, la que nos lleva a la evolución histórica del hombre resulta esencial. Se trata del conflicto entre las fuerzas responsables de la transformación del homo sapiens, desde la humanidad del neolítico hasta la humanidad nuclear, por una parte, y por otra, las fuerzas que mantienen inmutables la reproducción y la estabilidad de las colectividades humanas o de los medios sociales, y que durante la mayor parte de la historia las han contrarrestado eficazmente. Esa cuestión teórica es central."
    En mi opinión, propone un enfrentamiento de fuerzas que no existe.
    Lo de Celia parece ser una confusión, pero.... recuerdo haber comentado de pasada en algún artículo -el del silbido, creo- algo sobre esa relación.

  14. #14 Brandan 04 de ago. 2006

    Lo de los "memes" me ha encantado.

  15. #15 eyna 04 de ago. 2006

    Minaia
    Hoy, a las 06:43

    Yo también lo veo así.

    El relativismo,llevado a extremos,paraliza.

    Entendiendo por relativismo el cuestionarse las cosas,es bueno,es higiene mental.Pero como la tuerca, si lo pasas de rosca, es de una inutilidad total.

    Salut.

  16. #16 Rosa-ae 04 de ago. 2006

    El relativismo bien entendido (ya sabemos que de despropósitos está el mundo lleno) nos coloca en el lugar que nos corresponde, es decir, al lado de los demás, no por encima ni por debajo de nadie.
    Y no desviemos la cuestión, que aquí la crítica le corresponde al marxismo y a sus pretensiones universalistas. Lo que hay que debatir, en mi opinión, es la aplicabilidad de esta teoría a toda la Historia, como pretenden algunos de sus seguidores, e incluso el más que cuestionable o discutible supuesto del papel infraestructural de los “modos de producción” siempre y en todo lugar. A mi es esto lo que me parece dogmático y efectivamente pasado de tuerca. Puede que también haya marxismos “llevados a extremos” y paralizantes...

  17. #17 Brandan 04 de ago. 2006

    Todo exceso conduce a la inutilidad, Eyna, hasta el exceso de moderación.

  18. #18 Cierzo 04 de ago. 2006

    Juer, me lo quereis poner dificil y hoy no es el mejor día para que pueda discutir un tema tan sesudo.
    Considero que es normal que tras una época de rigidez paradigmática hubiera una explosión de relativismo, una fragmentación de la Historia en mil cachos, como un espejo que se deshace.
    Sin embargo la reacción relativista debe dejar paso a la reconstrucción de la Historia como una ciencia histórica que pretenda explicar el pasado del mundo e incluso dar una visión global del mismo. Para muchos relativistas esto es una tarea imposible.
    Evidentemente, la reconstrucción de los paradigmas debe tener en cuenta lo que la "revolución" relativista ha aportado, e incluirlo en su reconstrucción científica.
    Personalmente, creo que no estais siendo con el autor, ya que él y el grupo que se reunía en torno a "Past & Present" nunca han practicado un marxismo ortodoxo. Y fueron de los primeros que abrieron sus estudios hacia la historia de otras zonas del mundo. (Estoy recordando la comparación que hace entre los motines de subsitencia de la Inglaterra del siglo XVIII y el porque en las mismas circunstancias económicas no estalla en la India en el siglo XIX, en "La economía moral de la multitud revisada" de E.P. Thompson)
    Yo tengo un grave problema con el 80% de los autores relativistas y es que sus estudios no pasan de ser meras curiosidades históricas. Te tienes que leer mil libros para poder hacerte una visión global del pasado, y sobre todo están aquellos que analizan símbolos a los que les implican una cierta ideología olvidando completamente su relación con el contexto economico-social.
    Muchas veces la actitud del relativismo ha sido la de destruir los pilares del paradigma, pero, ¿qué aporta para la concepción global del pasado?
    Creo que Hobsbawm lo que pretende es que haya un mínimo esqueleto que no sé si podría ser los modos de producción o la aceptación de la lucha de clases o el que...
    Lo que está claro que no se puede ignorar la experiiencia del relativismo y lo que haya aportado (que en realidad creo que es mucho, pues hizo saltar por los aires muchas verdades absolutas).

  19. #19 Vazquez 04 de ago. 2006

    Oh!!! Me lo he estado perdiendo, bueno antes de leer, Cierzo aquí te dejo respuesta a lo comentado anteriormente.

    Pues eso, acotemos. Y creo que será bueno remitirnos a las experiencias “socialistas”, solo en casos muy necesarios. De hecho, solo me vale la observación (en su comienzo) de la revolución rusa, Por que?, pues, porque fue en realidad la primera experiencia real (en la practica), para cambiar el Mundo. Los otros casos europeos “descartados” (por el momento para este análisis), ente otras cosas, porque fuero resultado directo de lo primero, y cuando aquella revolución estaba, por decirlo de alguna manera, contaminada con muchas “impurezas”.

    Pero si nos proponemos evaluar parcelas, seria conveniente mantener en el punto de “mira” (nuestra “diana”), lo que seria el espíritu del discurso de Hobsbawm: La valides del Marxismo como método de interpretación Histórica. Entonces:

    1) Podríamos sustraernos de los fracasos del “Socialismo Real” y la supuesta contradicción que planteó para la historiografía marxista? o mejor.

    2)¿existe realmente esa contradicción, o es producto por lo menos, de una mala interpretación?. Si fuera así.

    3) Que conexión (sicológica, sociológica, política, económicas, etc.) existe entre los hechos, que provoco el colapso entre los historiadores marxista (los más informados teóricamente y obligados a la argumentación). ¿Por qué?. Creo que no basta una invitación ha salir de la cueva, se necesitan argumentos.

    Y en este punto quiero hacer una observación, no serian estos hechos y su falta de explicación o deficiente argumentación teórica, una de las causas entre tantas, las que permitió la ruptura de los paradigmas a través del relativismo y del postmodernismo.

    Pero Cierzo, no quiero “relativisarme”. Concretemos: ¿existe realmente esa contradicción?. Comprenderás que de esto depende mucho la “moral” del método marxista.

    Y en estos momentos permíteme una digresión para aclara sobre si me apetece hablar del marxismo, en realidad más me interesa desentrañar la verdad de lo que sucedió en aquel intento de “cambiar el mundo” y la verdad que siento la ausencia de la opinión y análisis de los historiadores marxistas luego del descalabro, mas cuando no se ha tenido una postura critica, que cuestione la forma y métodos empleados en la instauración del “Socialismo Real” dado los resultados, y todo se simplifique a la Burocracia desmedida y la presión del Capitalismo Mundial. Algo más y ya esto es “cosecha mía”, me sospecho que aquel “socialismo real”, como lo conocimos, no fue mas que una variante muy atrevida de Capitalismo, con la agravante que el experimento de “capitalismo ligth” (sin detallar los ingredientes ajenos y novedosos que se le incorporaron) fue un verdadero “fiasco”. Algo que al final me hace compartir la opinión del filósofo esloveno Slavoj Zizek: “La verdadera Utopía es el Capitalismo”. Aunque esto ultimo Zizek lo expresa en diferente contexto y por razones muy distintas. Igual, me hace la misma gracia que cuando me hacen el chiste de un Toni Blair de “izquierda” juaaaajjjajajaja.

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