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ÁVILA 
12 de ago. 2007
Clasificación: Otros
Información mantenida por: Brandan
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Piedras perforadas

Publicado por:


María Luisa Savirón Cuartango


Ángel L. Mayoral Castillo


 


Es la intención de este pequeño artículo llamar la atención sobre un fenómeno que hemos visto repetido en distintos lugares  y que resulta especialmente llamativo: se trata de la comunicación, mediante un orificio, entre dos oquedades formadas o practicadas en bloques graníticos, o la comunicación de una de ellas con el exterior.



Su observación por vez primera nos hizo pensar en un fenómeno singular -sobre una piedra concreta- de desgaste de granito en proceso de descomposición, producido por agentes atmosféricos generales y algún agente local de extraordinaria virulencia. Quedaba explicado –en principio- por la observación en el contorno de evidencias de incendio, o incendios repetidos, que han calcinado hasta las encinas más longevas.


En este caso, se nos presentaba una oquedad comunicada hacia un “resbalón” exterior sobre una peña de tamaño regular,  exenta de otras formaciones y apoyada sobre un bloque redondeado. El entorno se observa antropizado, pero sin evidencias claras de poblamiento.


(Fotos Caso 1)


No dejó de sorprendernos un segundo hallazgo, en un entorno próximo, en un paraje que también había sufrido la acción del fuego, pero en unas rocas que presentan un desgaste menos violento (la vegetación, debido a la pobreza del suelo nunca debió ser abundante), con el orificio en lugar más elevado, e integrado en unos bloques que presentan piletas horizontales y verticales de varios tamaños.  El proceso de “arenización” es aquí –por lo dicho- menos acusado.


(Fotos Caso 2)


Un tercer hallazgo, éste en un lugar distante varios kilómetros, a más elevada altitud y con una orientación y una configuración del paisaje totalmente diferente, comienza a invitarnos inevitablemente a prestarle atención al asunto. Aquí no estamos ya ante un bloque exento, sino ante un pequeño canchal no muy elevado en el que se observan también algunas otras piletas. En la que nos ocupa -la que exhibe el orificio- podemos observar que casi llega a formar un pequeño “arco”; es decir: nos transmite la sensación de estar tallada.


El paraje en que se encuentra es la planicie de un pequeño cerro en la que pueden observarse también señales de transformación, sin que pueda asegurarse un poblamiento estable. No se observan señales evidentes de incendios; lo que pudiera ser el motivo de que no se observe –ni en el granito del canchal que soporta la pileta comunicada, ni en los bloques contiguos- el proceso de “arenización” de los casos anteriores.


(Fotos Caso 3)


Ya prevenidos, tuvimos la fortuna de observar en otro lugar distinto -y distante también varios kilómetros- de los dos anteriores, otro bloque granítico con estrías en el que se daba similar característica. Éste se encuentra en un canchal ligeramente inclinado, exento totalmente de otras formaciones graníticas y lejos de vegetación de cualquier tipo. El desgaste por agentes locales queda pues aquí descartado. Comunica una pileta en la parte superior del bloque con una acanaladura en la parte exterior, muy similar al primer caso.


(Fotos Caso 4)


Ya con la sospecha de que estábamos ante un fenómeno más corriente de lo que podría pensarse en principio, prospectamos de nuevo la zona en que habíamos observado los dos primeros casos. En un lugar cercano, en el mismo cerro, pero en orientación diferente, localizamos otra roca que presentaba de nuevo esta particularidad.


Aquí sí, el paraje está claramente antropizado y se observan señales claras de poblamiento; apareciendo incluso algo de cerámica, lo que no se da en las anteriores localizaciones. La roca parece haber sufrido un proceso de erosión similar a éstos, aunque algo más atenuado. Está integrada en los restos de un muro de piedras.


El orificio está asociado a una pileta con vertido al exterior, sin que se pueda apreciar “resbalón” o acanaladura que denuncie algún tipo de vertido.


(Fotos Caso 5)


Teníamos memoria de haber observado el fenómeno en algún otro poblamiento. Repasamos el archivo fotográfico y apareció –cómo no- en Ulaca.


En esta ocasión, lo observamos en un pequeño canchal muy parecido al caso tercero. El orificio aparece asociado ahora a una pileta de considerables dimensiones, junto a unos fondos de cabaña reconstruidos; muy cerca también –como puede apreciarse- de otro bloque granítico con un muro adosado.


(Foto Caso 6 - Ulaca)


No podemos con los datos de que se disponen aventurar hipótesis alguna sobre si estamos ante un modelo que pudiese servir para establecer una tipología; sin embargo, no hemos podido dejar pasar la ocasión de poner sobre aviso a cuantos –como nosotros- tienen una cierta afición a estudiar formaciones líticas que hayan podido ser creadas o utilizadas por el hombre. Quizás, si aparecen nuevos casos, se pueda plantear el asunto de manera más formal y aportar elementos de juicio que ayuden a quien corresponda a tenerlos en cuenta.


 



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Comentarios

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  1. #1 Brandan 04 de sep. 2007

    Es una posibilidad, aunque no desagüaría nunca del todo, puesto que el orificio está más elevado que el rasante; igual que en la piedra de El Joyuelo.


    Y ya que hablamos de piedras perforadas, miren:


    ANCLAS CHINAS DE PIEDRA EN  PALOS VERDES (CALIFORNIA)


    "La disputa más reciente sobre las migraciones de los chinos en América confirma que los especialistas actuales siguen con la misma mentalidad que los del siglo XIX. Se trata del caso de las anclas de piedra de Palos Verdes, una hermosa península situada a pocos kilómetros al sur de Los Ángeles, California, [Frank J. Frost, The Palos Verdes Chinese Anchor Mistery. Archeology 31/1, New York 1982]. Aquí también se manifiesta la intransigencia de las dos posiciones adoptadas por los científicos. En 1973, un barco de servicio de geología de la Armada de Estados Unidos encontró a  cierta distancia de Palos Verdes, a gran profundidad, unas piedras evidentemente trabajadas por la mano del hombre, similares a las que se utilizaban en el Mediterráneo en la Edad de Bronce (ca. 1500/1100 a.J.C.). El manganeso depositado sobre estas rocas indicaba una larga inmersión en el fondo del océano. En 1975, frente a Palos Verdes, y a poca profundidad, dos buzos profesionales hallaron más de veinte piedras trabajadas alrededor de un escollo cubierto de algas y trajeron algunas a su base de Redondo Beach para examinarlas.


    William Clewlow, del  Instituto de Arqueología de la Universidad de California, y James Moriarty, antropólogo de la Universidad de San Diego, declararon a la prensa que estas piedras eran anclas chinas y que debían tener entre 500 y 1000 años de inmersión. Mandaron algunos ejemplares a la Universidad de Minnesota y a un organismo científico chino. El historiador Fang Zhong  Po  publicó en China Reconstructs un artículo donde recordó la visita a América del monje Hwutshin y afirmó que las piedras perforadas eran de una roca típica del sur de China. El agujero servía para pasarles una cuerda y usarlas como anclas, y eran del tipo que se utilizó en China durante varios milenios.


    Pero pronto aparecieron los contradictores, que aseguraron que este tipo de piedra también se encuentra en Monterrey, a 100 kilómetros al sur de San Francisco. El paso siguiente  fue atribuir su confección a los emigrantes chinos del siglo XIX atraídos a California por la fiebre del oro. Los que no tuvieron suerte en las minas se dedicaron a su ocupación original, la pesca, confeccionándose sus propias anclas con piedra local. Las piedras grandes se usaban para los barcos y las pequeñas para las redes.


    ¿Es tan difícil saber –pregunta Paul Gallez- si una piedra ha estado sumergida durante un siglo o un milenio, y si la acumulación de manganeso ha podido hacerse en 100 o en 1.000 años? Y si esta cristobalita es típica de China o de California.


    Una vez más -recuerda Paul Gallez-  los especialistas parecen más decididos a defender una tesis preestablecida que a buscar la verdad científica, por miedo a que ésta ponga en peligro sus teorías que han enseñado durante años. La resistencia al cambio es uno de los principales frenos al progreso científico”.


    Más información sobre las áncoras de piedra sumergidas en California nos la proporciona el Dr. Gustavo Vargas [Fusang – Chinos en América  antes de Colón, México, Edición Trillas, 1980, pp. 42, 43 y 44], al decir que el profesor James R. Moriarty, de la Universidad de San Diego, declaró en 1976 que se descubrieron dos artefactos de piedra, una de forma cilíndrica y otro de forma equilateral, que se habían extraído de aguas profundas de la península de Palos Verdes (California).


    El segundo hallazgo fue   efectuado por el buque de investigación estadounidense “Pioneer”, que extrajo de los alrededores de Point Medecino (California)  una gran piedra redonda que tenía un hueco en el centro, cubierta por una capa de mineral de manganeso.  Por la tasa de acumulación de dicho mineral se pudo saber que la piedra estuvo en el fondo del mar entre 2.000 o 3.000 años. El profesor Moriarty sostiene que estas piedras son anclas de barcos chinos porque hay registros históricos que muestran como chinas esta formas, y también que en América no se usó jamás este tipo de piedra. Por lo demás, por su tamaño, debían ser de barcos transoceánicos. El doctor Fang Zhongfu, del Instituto de Investigaciones de Transporte Marítimo de Beijing, manifestó en 1980: “El descubrimiento de las anclas de piedra ofrece nuevas pruebas para el estudio de la historia del intercambio entre  China y América”.


    Nuevos informes, esta vez de 1984, señalan que hasta entonces se habían extraído del mar californiano de Palos Verdes 35 anclas más, algunas de la cuales llegan a pesar 138 kilos, y que fueron fechadas con una antigüedad de hasta 3.000 años.


    Llegados a este punto, leemos en Fusang,  de  Gustavo Vargas,  que, descartada la idea que la presencia de naves y pobladores y comerciantes chinos significaba un descubrimiento, y aceptando  la múltiple existencia de pueblos diversos entre los habitantes primitivos de América, no es absurdo admitir que desde la más remota antigüedad hubo contactos e intercambios periódicos con los chinos, Han (nombre de cinco dinastías chinas) y manchú o tártaros, de los que al paso de los años y contra las muchas destrucciones y depredaciones del medio ambiente y de los hombres quedan vestigios."


    http://www.cristobalcolondeibiza.com/2esp/2esp15.htm


    Unas simples piedras perforadas ¿verdad? Menuda polémica.

  2. Hay 1 comentarios.
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