Autor: ligerligron
viernes, 26 de agosto de 2016
Sección: Historia Antigua
Información publicada por: ligerligron
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Los antiguos celtas.

¿Quienes eran los Celtas?

"Llevamos la fuerza del jabalí y la sabiduría del unicornio"
McCamb

¿Quiénes eran los celtas?.

Como miembros del pueblo indogermánico, que se estableció en el occidente de Europa,y, en el siglo XX a.C. ya habitaban el centro y norte de Europa. Para el año 1000 a.C. se extendieron por las Islas Británicas, norte de Francia, parte de Suiza y norte de Italia. Invadieron España en el siglo IX a.C. Su lengua era indoeuropea, de la cual se conServan escasos registros literarios.

Para el siglo IV a.C. fueron desplazados del centro y norte de Europa, a consecuencia de las llegadas de otros pueblos, los grupos germánicos

Desarrollaron las denominadas culturas de Hallstatt y La Tène. La primera se manifestó en el primer período de la Edad del Hierro. Tomó el nombre de una localidad de la Alta Austria. Se originó a partir de la Edad del Bronce, en donde el hierro sustituyo al otro material en la fabricación de elementos como espadas, puntas de lanzas, hachas agujas, recipientes, cuchillos y puñales.

La Tène es la cultura celta de la segunda Edad del Hierro estructurada en tres o cuatro períodos. Se desarrolló entre la Hallstatt y la conquista romana (450 a 50 a.C.). Aquellos que compartieron esta civilización se destacaron por la elaboración de elementos como grandes espadas, escudos alargados, grandes hebillas, fíbulas, construían sus fortificaciones en las cumbres y acuñaron su propia moneda.

Los monumentos más característicos de los Celtas eran los Dólmenes (del gaélico tohl:  mesa y maen: piedra), Menhires (del gaélico maen: piedra y hir: alta o erguida), Trilitos. Los primeros describen un megalito compuesto por una roca plana, en forma de laja, puesto horizontalmente sobre dos o mas pilares verticales de piedra; los otros se refieren a una roca aislada de tres a ocho metros de alto. También se destacaron las imponentes tumbas megalíticas desarrolladas en las modalidades de atrio, de galería, de portal o la combinación de estos. Una consideración especial merece la célebre y misteriosa formación de alineamientos megalíticos de Stonehenge, a 13 km. al norte de Salisbury, una ciudad del condado de Wiltshire, al sur de Inglaterra. Excavaciones y mediciones con carbono 14 demostraron que posee una historia excepcionalmente prolongada de uso como centro ritual o religioso. Su construcción abarcó cinco etapas, donde la primera tuvo inicio en el 2800 antes de Cristo.

A diferencia de los romanos, que construían sólo dentro de los límites de la ciudad y cerca de sus famosas rutas –como la Via Apia-, los Celtas construían en torno a la naturaleza, por eso vivían más en contacto con ella.

También fueron portadores de la denominada cultura urnenfelder o "campos de urnas". Habitaban en poblados situados en montículos de fácil defensa, llamados - en Galicia - castros, con las viviendas distribuidas irregularmente. Su economía era cerrada, pastoril y ganadera

Los guerreros y pastores estaban organizados en una gran variedad de tribus, clanes y grupos. Socialmente se desarrollaron progresivamente, diferenciándose en clases sacerdotal (druidas), nobles, comerciantes y campesinos.

Dime que festejas y te diré quien eres.

Los días especialmente significativos para un pueblo dicen mucho de él. El 1° de SAMONIS, que significa "reunión", y es el equivalente a nuestro primero de noviembre, los celtas iniciaban el año. La llegada del cristianismo lo transformó en el día de Todos los Santos (y todos los Difuntos). SAMONIS se hizo samuin o SAMAIN en irlandés antiguo, y samhain [sâuñ] en el moderno.

Ese día, además, se celebraba el encuentro amoroso, a orillas de un río, de Morirîganî con Teutatis, el Dios de la Tribu, padre de los hombres y señor del mundo inferior. Ella era la diosa única céltica, en su aspecto de señora del mundo inferior y de la guerra, "la Reina de espectros". La versión de esa pareja para los irlandeses eran Morirían y Dagda; en las Galias (Francia) se llamaban Sucellos y Herecura; y en Hispania, Endovellicos y Ataicina. La cita amorosa tenía una consecuencia importante, pues la diosa le proporcionaba a su amado los secretos para salir victorioso en la próxima batalla mítica.

Para el folklore, Hallowe’en, recuerda que es, en el hemisferio norte, el comienzo del año oscuro. Los celtas, como otros pueblos antiguos, empezaban los ciclos temporales por la mitad oscura: la jornada tenía su inicio con la caída del sol y el año con el principio del invierno (boreal).

Un punto de vista interesante para tener en cuenta es que este festival se asociaba con el aire. Agua, fuego, tierra y aire no eran solo los elementos fundamentales de los griegos presocráticos, sino que como categorías de aprehensión de la realidad fueron de todos los indoeuropeos y también de muchas otras culturas.

Las otras festividades celtas eran: Ambiwolkà ("circumpurificacion"), hacia el primero de febrero, correspondía al agua. Belotenià ("fuego brillante"), que giraba en torno de los fuegos de primavera, el 1° de mayo, una fiesta aún celebrada el siglo pasado por los campesinos de Europa como la fiesta de los Mayos y hoy curiosamente reciclada en el día del Trabajo. Lugunàstadà ("matrimonio de Lugus") era la celebración del matrimonio sagrado del dios-rey Lugus con la Tierra el 1° de agosto. SAMONIS tenía que ver con el aire, es decir, con los espíritus.

Una herencia más fuerte que la espada.

El impulso romano de un lado y de otro el germano, quebrantó el imperio de los celtas en la Europa central hasta someterlo. Quedaron en las costas occidentales con sus caracteres vivos aunque dominados.

Una característica que facilitó su dominio pero que, a la vez, permitió la continuidad de su cultura, fue la ausencia de un verdadero estado celta a causa de la primacía de las estructuras tribales y familiares. Esta división los hacía militarmente débiles ante invasores bien organizados, como por ejemplo los romanos –a los que sin embargo les llevó años conquistarlos -, paradójicamente sucedía lo contrario con las costumbres y los valores, protegidos de influencias externas por los fuertes vínculos parentales, en donde el clan estaba por encima de toda organización estatal, y unificaba y cobijaba a sus miembros.

Por eso no resulta extraño que los pueblos con influencia cultural celta conformen distintos estados y hasta hablen diferentes idiomas. Esa antigua unión se manifiesta entre los diferentes intérpretes de la actualmente denominada música celta, ya que no comparten la nacionalidad ni la lengua, pero conforman una misma cultura, por ejemplo: The Chieftains, Carlos Núñez, Loreena McKennitt, Scottish Pipes & Drums, Edimburgh Military Tattoo, Tannahil Weavers, Battlefield Band, Milladoiro, Lyam O’Flynn, Planxty, Real Banda de Ourense, Bothy Band, Silly Wizard, Clannad, Altan, Xeito Novo, entre otros

La unidad se manifiesta en el folklore, en el sentido religioso de los aspectos naturales panteístas, que el cristianismo aprovechó con certeza a la hora de la conversión de estos pueblos, y en los inmortales temas artísticos.

Los Druidas.

Los druidas, el estrato de mayor influencia y poder entre los celtas, sabían leer y escribir griego y latín (como los antiguos sacerdotes egipcios), sin embargo optaron dejar por vía oral, en hermosos versos, la crónica de la existencia de su pueblo. Este fue uno de los principales motivos por el cual no se ha considerado la magnitud, en buena parte de los libros de historia, del importante legado celta que fundamenta notablemente la sociedad occidental, ya que los mismos celtas antiguos no creían –o no formó parte de su tradición- en los documentos escritos.

Para ellos, la poesía, no sólo un recurso literario, sino también mnemotécnico ya que de esa manera intentaban fijar los detalles de las historias en sus memorias. Tan potente fue la tradición oral que ninguna de las historias, leyendas y leyes celtas fueron transcriptas hasta seis o siete siglos después del nacimiento de Cristo, labor que realizaron los monjes celtas irlandeses.

Estas leyes se basaban en un tipo de sociedad tribal, en ella los hombres eran, primordialmente, responsables el uno ante el otro más que ante una institución impersonal, como por ejemplo un estado, que quedaba relegado a un segundo plano. Por lo tanto un delito no era una ofensa civil sino la vulneración de un derecho privado, quien ofendía a otro pagaba su deuda a la familia de la parte injuriada, no a la sociedad. De no cumplir con estas obligaciones se recibía uno de los peores castigos: la discriminación de sus pares y sobre todo la expulsión del clan, que sólo un hombre tercamente obstinado podía arriesgarse a tan terrible consecuencia, un rasgo similar a los griegos que no concebían la vida fuera de la polis.

La elite celta.

La estructura social de los diferentes pueblos, clanes y tribus estaba claramente diferenciada en tres estratos representados por los druidas, los nobles y el resto del pueblo. Esta clasificación es similar a la que efectúa Platón en la República, los tres estamentos en como se organiza la sociedad (que representan las tres partes del alma: la parte inteligible, la irascible y la concupicible): los sabios – o filósofos-, los guerreros y los productores de riqueza, en estos últimos se incluyen a los comerciantes, artesanos y campesinos, ya sean ricos o pobres. Los sabios, los que conocen "la verdad", eran los encargados de dirigir la comunidad.

Los bosques y las selvas inspiraban adoración y terror a las tribus célticas porque se las consideraba morada de los dioses. No es casualidad que a los integrantes de la clase sacerdotal se los llamara druidas, palabra de raiz céltica -"derb" y "dru" quieren decir roble- y significa "conocedores del roble" ya que practicaban sus ritos en medio de la espesura de los bosques. Allí celebraban asambleas, sentados en troncos sagrados, desde donde administraban justicia y decidían la paz y la guerra. Por otro lado es una antigua costumbre celta tocar madera ante el anuncio de un hecho ingrato, superstición que tiene su explicación en los robles azotados por los rayos y centellas en las tormentas, que como resultado indujeron a creer que estos árboles debían ser la morada de los dioses, de ahí el ritual de tocarlos cuando el peligro acechaba.

En realidad, el término "druida" hace referencia a una jerarquía - la superior - de las cuatro que existían en la casta sacerdotal de los celtas. Los integrantes de la categoría más baja eran los estudiantes o "amdaurs" (aspirantes a druidas), reconocidos por sus túnicas amarillas. En un orgen de mayor importancia estaban los "vates", que se distinguían por utilizar el color rojo. El grado de mayor categoría no solo se manifestaba en la vestimenta, sino en las atribuciones y conocimientos.

A los "vates" se les debe buena parte de la trascendencia de los mitos, tradiciones, creencias y conocimiento de todo tipo de la civilización celta, ya que ellos eran los encargados de compilarlos para luego transmitirlo al pueblo. Además, practicaban la profecía, estudiaban filosofía, astronomía, medicina, música y oratoria. En una etapa más avanzada, luego de una compleja ceremonia de iniciación, podían usar el color azul, que revelaba que habían accedido al nivel de los bardos. Ellos eran los encargados de amenizar las fiestas y celebraciones recitando, en prosa o en verso, las proezas de los guerreros y de cantar alabanzas a los dioses.

Finalmente, el rango superior, estaban los verdaderos druidas quienes vestían túnicas blancas. Se encargaban principalmente de realizar los sacrificios rituales y familiares y, sobre todo, eran los jueces supremos e inapelables. Era tal el respeto hacia ellos que no necesitaban usar armas para recorrer territorios pertenecientes a varios clanes.

Sus santuarios eran de piedra, organizados en forma circular y sin techo, para ver el firmamento y aún se conServan algunos al sur de Inglaterra, los templos o Dólmenes de Avebury y de Stonehenge, cerca de donde –según la leyenda- fue enterrado el rey Arturo.

Los druidas practicaban el culto a los antepasados, no temían a la muerte ya que creían en la transmigración del alma, y –a pesar de que llevaban a cabo sacrificios humanos- predicaban el valor supremo del Bien. Este fue uno de los motivos por el cual los druidas, y también el pueblo celta, tuvieron "mala prensa" entre muchos escritores y cronistas –fomentada por la falta de tradición escrita de los druidas que hace prevalecer los juicios y opiniones de los griegos y los romanos-, aunque es bueno recordar que los romanos hacían sacrificios humanos en el siglo III a. C.
         
Uno de los tesoros mas antiguos que se conServan de los monasterios celtas cristianos de Irlanda es el libro de Durrow. Un manuscrito del siglo VII d.C. de 23 x 13 cm. Reproducción de una página conocida como "tapíz" por su parecido con los ricos tapices persas.

Julio César, en su obra, "La guerra de las Galias", manifiesta que "querían persuadir a sus discípulos de que las almas no mueren, fijando que semejante doctrina, seguida de sus corolarios, conduce a la virtud por el desprecio de la muerte". Además de esta particular apreciación, César proclamó el exterminio de esta religión a la que calificó de "bárbara e inhumana". Hay que tener en cuenta que los druidas eran quienes podían haber convertido y animado a estos pueblos a constituirse en una unidad política que, evidentemente, hubiese contrariado las ambiciones del famoso conquistador romano.

Sin embargo, mediante una paciente labor, se ha ido reconstruyendo la historia celta a tal punto que hoy se pueden conocer aspectos bastante puntuales de su cultura.

¿Y cómo era el pueblo?

Los celtas eran entusiastas degustadores de los placeres de la buena mesa. El vino era la bebida de las clases más altas pero el pueblo tomaba corma, que era cerveza de trigo mezclada con miel, muy utilizada en los banquetes, los cuales eran muy frecuentes en tiempos de paz. En estos festines los bardos tocaban sus liras y cantaban canciones sobre trágicos amores y héroes muertos en combate. Para comer utilizaban los dedos y ocasionalmente se acompañaban de un puñal para los trozos de carne difíciles de cortar. Su comida típica incluía cerdo cocido, buey, vaca y jabalí, todo ello acompañado con miel, queso, mantequilla y, por supuesto, corma –cerveza- y un buen vino.

También eran muy aficionados a un juego de mesa llamado fidchell, parecido al ajedrez, aunque se jugaba con estacas. Admiraban la artesanía experta y las hazañas intelectuales –sobre todo cuando se exhibía una prodigiosa memoria-. Tenían el ideal de una sociedad heroica, pero vivieron como prósperos ganaderos y agricultores, ocupados a menudo en el robo de ganado.

En general, como principal característica de su aspecto físico, eran altos de cabellos castaños y ojos grises. La barba larga era común, al igual que los bigotes espesos y caídos. Las mujeres trenzaban sus largos cabellos y a veces lo recogían en complicados peinados, eran generalmente aficionadas en exceso a los adornos, utilizaban collares, brazaletes y pequeñas campanas que cosían en los bordes de sus túnicas. También llevaban capas con dibujos de rayas o cuadros de brillantes colores, quienes tenían mayores recursos las usaban con bordados de oro y plata. Los hombres utilizaban un collar en el cuello llamado torques, que de acuerdo al status social era de bronce, plata u oro.

Se cuidaban en su apariencia ya que la obesidad era algo repugnante para los celtas. "Tratan de no engordar ni de ponerse panzudos", escribió el griego Estrabón, "y ningún joven es perfecto si excede la longitud fijada del cinturón.

Habitaban en aldeas situadas en zonas elevadas para facilitar su defensa en caso de ataque, y se denominaron castros, que los romanos llamaron oppida u oppidum. Estos asentamientos estaban fortificados con paredes macizas de tierra, trabadas interiormente con soportes de madera, y con su parte exterior rodeada por un foso. En el interior se construían chozas adosadas a la muralla, lo cual les proporcionaba una mayor solidez. Las casas generalmente eran de forma circular y se hallaban dispuestas sin ningún orden establecido en la ciudad. Además efectuaban numerosas construcciones de carácter religioso fuera de los límites de los castros y en torno a la naturaleza, por ello vivían muy en contacto con ella. Estos monumentos eran llamados Dólmenes, Menhires, Trilitos, construidos sobre piedra, terminados sobre dos columnas y una piedra grande en forma horizontal que le daba terminación.

Eran un pueblo guerrero por naturaleza, capaces de luchar de manera muy ruda unos contra otros por un insulto o por el simple placer del combate. Las mujeres eran tan belicosas como sus maridos, "toda una tropa de extranjeros sería incapaz de oponer resistencia a un solo galo si éste llamara a su mujer en su ayuda", según advertía el romano Ammianus Marcellinus a sus compatriotas. Esta ferocidad era alimentada por los druidas en tiempos de guerra mediante los citados sacrificios humanos, destinados a impresionar y asustar – como demuestran los cronistas griegos y latinos- a sus enemigos. Pero fueron conquistados por los romanos porque carecían de una estrategia militar, peleaban llevados por su fervor guerrero, a tal punto que tenían la costumbre de pelear sólo con sus armas, un cinturón y su torques.

Sin embargo tardaron años en derrotarlos y nunca pudieron dominarlos completamente porque mantuvieron su cultura viva, su amor a la libertad, a su tierra y sus clanes. Sentimientos que se trasmiten en el arte, los mitos y las leyendas, y de manera muy especial en la música de sus gaitas, un instrumento emblemático de estos pueblos, ya que para poder apreciarla en su plenitud hay que tocarla al aire libre. Los acantilados, ante el escenario inmenso del mar, y las altas montañas son el marco ideal para que su voz, extrañamente alegre y melancólica a la vez, resuene en los valles o en las cumbres e inunde de una dulce placidez el alma humana.

La expansión de los celtas.

La capacidad guerrera de los pueblos que conformaron parte de esta etnia les permitió ocupar la parte central de Europa durante 800 años, entre 700 a. C. y el año 100 d. C., y luego extenderse desde Irlanda hasta las costas del Mar Negro. Todos estas tribus y clanes están abarcados en la denominación de celtas, nombre que, paradógicamente, jamás utilizaron para ellos mismos. La designación que los unifica como grupo humano proviene de otras culturas. Por ejemplo los antiguos griegos en un principio los denominaron Hiperbóreos, y desde el siglo V a. C. pasaron a ser Keltoi, posteriormente Keltai y también los llamaron Gálatas, que significa altos y nobles.

Los Gálatas: Celtas que se fueron al oriente.

En el este europeo las tribus celtas habían llegado al Danubio, cuando bajaron hasta Bulgaria se encontraron con Alejandro Magno, que realizaba una campaña militar en esa misma zona. El célebre macedonio recibió una embajada en el 335 a. C. e intercambió tratados de paz con ellos. El juramento de los celtas estipulaba que la alianza con Alejandro existiría hasta que "el cielo se desplomara". En Irlanda, 1000 años después, los celtas utilizaban esa misma fórmula para dar su palabra de honor: "nosotros guardaremos fidelidad a menos que el cielo caiga y nos aplaste o que la tierra se abra y nos trague o que el mar se eleve y nos sumerja". De estos juramentos –y otros similares- se desprende la creencia que sólo temían a que el cielo cayera sobre sus cabezas.

Después de la muerte de Alejandro, en el 323 a. C., su enorme imperio se fragmentó, por lo tanto también se debilitó, y dejó las riquezas de Grecia al alcance de los guerreros celtas que por ese motivo avanzaron hacia el sur.

En el año 279 a. C. los griegos llamaron Gálatas a los celtas que amenazaron el santuario de Apolo, en Delfos. El ataque fracasó por una combinación de resistencia griega y desastres naturales, según contó el historiador griego Pausanias, consistentes en un terremoto acompañado por rayos, truenos y una terrible tormenta seguida de una cruda noche de heladas y nevadas, además del desprendimiento de rocas de las montañas. El mismo jefe de los gálatas, Brennos, resultó gravemente herido en el asalto a Delfos y, desesperado, se suicidó –bebiendo una gran cantidad de vino puro, escribió Pausianias-. Estos celtas causaron una enorme impresión en los griegos, que describen su bravura con admiración: "tanto desprecian la muerte que combaten desnudos a excepción de un cinto".

El resto del ejercito se replegó y cruzó el estrecho de los Dardanelos hacia Asia Menor y allí establecieron el reino de Galacia. El nombre servirá para referirse tanto a los celtas orientales (especialmente a los que se establecieron en el Asia Menor, en el curso del Halys, actual Kizilirmak), como a los occidentales. Posteriormente Polibio emplea el nombre de celtas o gálatas para indicar a los celtas cisalpinos o los trasalpinos. El equivalente latino de Gálatas es tal vez Galos (galli), que aparece medio siglo más tarde. Se usa para la Galia Cisalpina (actual territorio del norte de Italia) y Trasalpina (actualmente Francia, Paises Bajos y la zona alemana al oeste del Rhin). Sin embargo se utiliza el nombre de Celtas (en latín Celti) especialmente para los trasalpinos.

La Italia céltica.

En realidad los galos cisalpinos fueron las tribus celtas que atravesaron los Alpes –los que quedaron del otro lado se llamaron trasalpinos- para atacar Italia y saquear en el año 390 a. C. la ciudad que posteriormente fue la capital de un imperio que los conquisto: Roma. Anteriormente habían llevado el conocimiento del hierro y extendido su uso a la zona situada al norte de los Alpes.

Después del saqueo se establecieron en el norte de Italia, pero antes de abandonar Roma exigieron que la ciudad pagara un rescate en oro por su liberación. La última humillación a la que sometieron a los romanos fué disponer su propio sistema de pesos para determinar la cantidad del pago; cuando el enviado especial   romano se quejó de que los pesos celtas eran mayores que los suyos, el jefe galo arrojó su propia espada a la balanza y de manera arrogante exclamó "¡Ay de los vencidos!" –expresión, según relata Tito Livio, "intolerable para los oídos de un romano"-.

Pero sobrevino la venganza romana, aunque 150 años después, cuando los vencieron en la batalla Telamón y conquistaron el norte de Italia. Polibio, que relata el cruento hecho, comenta que le llamó la atención que pelearan desnudos –como a Pausianias en Grecia y a Julio César en la Galia-, cuestión que atribuyó a la desesperación de verse próximos a la derrota y así luchar con un furor inusitado. Lo cierto es que esa era la costumbre celta, luchar sólo con las armas por una cuestión de bravura, descripción que se repitió en numerosos lugares más, salvo en el norte de Europa, por obvias razones climáticas.

La Galia

Julio Cesar incorporó el resto de la Galia en una guerra que duró del año 58 al 51 a. C., y que fue especialmente sanguinaria, como la toma del oppidum –nombre latino para los poblados galos- de Avaricum, que de los 40.000 habitantes que tenía sólo escaparon 800. La contienda quedó definida con la caida de Alesia (52 a. C.) y la rendición del principal jefe galo, el legendario Vercingétorix.

En el año 121 a.C., para resguardar las comunicaciones entre sus dominios de la Península Ibérica, los romanos tomaron la zona equivalente a la actual Provenza (Francia), que pasó a denominarse Galia Narbonense, en honor a Narbo Martius, quien fundó la primer colonia romana en las Galias.

Sin embargo, a pesar de la dominación, se considera que la sociedad gala vivió su apogeo económico y cultural durante los siglos I y II d.C. En el siglo V d.C. las invasiones del varias tribus germánicas (visigodos, burgundíos, francos, vándalos, etc.) desvastaron la Galia y se repartieron su territorio. La Bretaña Armoricana fue la única región en donde los celtas sobrevivieron medianamente libres.

La pequeña Galia

En Galicia algunos autores hablan de una población aborigen protocéltica (de origen común a los celtas) que el famoso arqueólogo e historiador Florentino López Cuevillas los denomina "Oestrimnios" que fueron conquistados por los celtas Sefes o Serpes, pueblo que ocupó Galicia y Portugal y que poseían como tótem la serpiente. Serpes en griego quiere decir serpiente, con esto vemos lo que parece una característica céltica: el nombre con el que finalmente son recordados proviene de otros pueblos. Con los Serpes se introduce en esta región la cultura de la Urnas de Vlenden-Bennghardt (una variante de las Urnenfelder), más adelante con la tribu de los Paledones se incorporó la de los castros.

Pero el desarrollo celta en Galicia fue interrumpido por la marcha de las cáligas –el calzado militar romano-, que para ese entonces ya habían pisoteado las cabezas de numerosos pueblos. Las legiones romanas penetraron en el territorio noroeste de la península ibérica, en el año 137 a. C., acaudilladas por Décimo –o Decio- Junio Bruto, proconsul de España Ulterior. Allí se encontraron con una manera de pelear semejante a la que enfrentaron en las Galias y en el norte de Italia, con igual fervor guerrero de sus hombres auxiliados por sus mujeres, los idénticos gritos de guerra (o aturuxos), armados con similares espadas hallstáticas de antenas, desnudos con sólo un cinturón y luciendo al cuello los mismos torques, protegidos con uno de los genuinos escudos celtas: la caetra y con el peculiar casco de La Téne. También tropezaron con el mismo símbolo áureo de siempre, de culto solar: el triskel celta, y la svástica de cuatro o más brazos, símbolo común a todos los pueblos célticos e indoeuropeos. El procónsul Bruto los denominó "gens bellicosissima".

Los romanos denominan a ese territorio Gallaecia (o pequeña Galia), al que consiguen dominar, en dos etapas, tras más de cien años de encarnizada lucha en el 25 a. de C. por Augusto. Después de la invasión de Decio Junio Bruto el territorio quedó dividido en dos partes: una que después se llamó Galicia bracarense y otra, al norte, que fue extraña a esa sujeción. La segunda conquista de Galicia fue dirigida por Julio César, en el año 61 a. C., nombrado pretor de España Ulterior. César buscaba nuevas campañas que aumentaran su prestigio militar y para ello recurrió a las deportaciones y asesinatos en masa hasta lograr su propósito.

Posteriormente pasaron y se establecieron numerosos pueblos que terminaron por configurar al pueblo gallego: los suevos, los visigodos, los árabes, las invasiones normandas y sarracenas, la integración –y también dominación- de los reinos leoneses, castellanos y finalmente el español.

Pero la historia, curiosamente, deparó dos nuevos aportes demográficos de origen celta. El primero para el año 550 de nuestra era, cuando llegaron al norte de Galicia centenares de refugiados Bretones (o Britanos), de las islas Británicas, que huían de la invasión anglosajosa. Fundaron la ciudad de Britonia (o Bretonia, cerca de la actual Mondoñedo). Tuvieron un importante desarrollo, sus propios obispos entre los que se destacó el célebre Maeloc.

Un milenio después se produce la última migración céltica a Galicia que la emparenta aún más con Irlanda. En 1599 el Papa nombró arzobispo de Dublín al compostelano fray Mateo de Oviedo. A expensas del rey Felipe II el flamante arzobispo partió, de La Coruña, rumbo a Irlanda una expedición de 45 barcos, 3000 hombres, a la que siguió otra de 12 barcos y 800 hombres. Numerosos gallegos e irlandeses derramaron su sangre por la independencia de Irlanda, pero la rebelión fue derrotada por los ingleses. En 1607, cuando los jefes de las grandes casas o clanes, también llamadas "chieftains", O’Neill y O’Donnell tuvieron que rendir sus tierras al rey Jaime –o Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra-, se embarcaron rumbo al continente y muchas familias irlandesas son acogidas en Galicia, motivo por el cual causa sorpresa encontrar esos nombres, especialmente el último, en el norte de España.

No se puede dejar de remarcar la notable influencia que ejerció el santuario de Santiago de Compostela, no sólo en Galicia sino en todo occidente durante la Edad Media, y su relación con el panteísmo de la cultura celta. Este tema resulta de suma importancia e interés, más propicio para un desarrollo posterior en un artículo dedicado especialmente al tema.

Irlanda: país celta por excelencia.

Las leyendas irlandesas que se narran en el "Lebhor Gabhala Eireann", el "Libro de las Conquistas de Irlanda", cuentan las invasiones de los celtas a Irlanda por los denominados hijos de Milesio. Estas historias sobre el origen de los irlandeses han sido "interpretadas" de diferentes maneras, cuestión que ha provocado más de una disputa entre los historiadores, sobre todo por aquellos de origen inglés e irlandés, referida a la procedencia de los celtas de Irlanda. Los ingleses, con William Gandem a la cabeza, postulan que la invasión provino de Inglaterra -previamente llegados allí desde el norte Francia-. Los irlandeses, G. Keating y Edmund Curtis, dan diversos orígenes a la colonización céltica: directamente del norte o sur (de la parte atlantica) de Francia, de los Paises Bajos y del norte de España. Todas esta discusiones tienen un evidente trasfondo político en donde cada bando presenta sus pruebas que avalan sus teorías.

Lo cierto es que se reconocen dos grandes migraciones celtas a Irlanda. La primera fue cercana al año 1000 a C –según otros autores fue por el 1300-. La segunda, en los siglos IV y V a. de C., y se duda del lugar exacto de su procedencia, las posibilidades son del norte de España, sur de Francia o de Inglaterra, norte de Francia y Paises Bajos. Con respecto a la versión que postula al norte de la península Ibérica, más propiamente de Galicia, se han descubierto en Irlanda numerosas hachas iguales a las que aparecieron en territorio gallego, entre otros hallazgos que llaman poderosamente la atención. También por el lado de las leyendas hay coincidencias ya que se considera que Milesio era descendiente de Breogán, un legendario rey celta gallego, supuestamente el creador de la famosa torre de Hércules (ubicada en la ciudad de La Coruña) en las regiones que los romanos identificaban genéricamente como el Finisterre.

Irlanda permaneció como el único territorio propiamente céltico, ya que no fue conquistada por los romanos ni por otro pueblo. Cuando en el 423 San Patricio cristianiza el pueblo celta, se produjo el primer cambio –o encuentro cultural- importante en la isla desde su colonización celta: la aparición de monasterios con reglas monásticas propias y una iglesia independiente de Roma. Ambos aspectos generaron una notable actividad religiosa e intelectual. Estos monasterios se convirtieron en verdaderos centros culturales y educativos, desde donde salieron numerosos monjes y misioneros que recorrieron toda Europa, entonces arrasada por la invasiones de tribus germánicas.  Muchos pueblos recibieron la influencia cultural céltica de los monjes irlandeses,  porque ellos fueron quienes transcribieron todas las leyendas, mitos y leyes celtas que estaban bajo la tradición oral.

Desde fines del siglo VIII se empiezan a padecer los saqueos de los noruegos. Brian Boru o Boroimhe (941-1014), rey de Irlanda (1002-14) contuvo estas invasiones, venció a los escandinavos en Limerik y liberó su país de una nueva invasión en Clontarf (1014) aunque murió en esa batalla, transformandose un héroe de características míticas.

Enrique II Plantagenet, rey de Inglaterra y señor de media Francia –uno de los reyes más poderosos de su época-, aprovechando las peleas internas invadió el último país celta libre en el año 1172 y obtuvo del papado la "concesión" del pueblo irlandés y la soberanía de su Iglesia.

Una represión continua en todos los campos, político, cultural, social, económico y religioso, ejercieron los ingleses, con mayor intensidad en el siglo pasado cuando un millón de irlandeses murieron a causa de la hambruna a que fueron sometidos, que sumado a una fuerte emigración provocó un notorio descenso demográfico. En 1916, en momentos que Inglaterra peleaba la Primera Guerra Mundial, una nueva sublevación se llevó a cabo, que si bien fue derrotada, obligó al gobierno británico a reconocer la autonomía en 1921. Este fue el inicio de un camino que concluyó en abril de 1949 con la declaración legal de la República de Irlanda y tomó el nombre de Eire.

Los Astures, siempre rebeldes.

Así se denominaba el pueblo celta que dio nombre a la región de Asturias, quienes junto a los cantabros, los galaicos y los vaceos se rebelaron contra los romanos en una guerra -que duró desde el 29 al 19 a. C.- en la que tuvo que intervenir el propio emperador Octavio Augusto. Del campamento Asturica Augustas (Astorga) salíeron sus legiones y sus mejores generales, Lucio Emiliano, Cayo Furnio, Carisio. En el 19 a. C. el célebre Agripa, finalmente, logró imponerse aunque el espíritu de libertad estuvo siempre latente.  Por ejemplo, cuando se sublevaron contra Nerón en el 54 de nuestra era. Por esa época se cristianizó el pueblo.

Luego de la invasión musulmana a la península ibérica en el 711, los Astures, acaudillados por el noble Pelayo, fueron los que iniciaron los 800 años de reconquista en el 718, y derrotaron a los árabes en el norte de Aseura - Covadonga en el 722. Pelayo fue proclamado rey, pero su estirpe se extinge pronto –con la muerte de su hijo Fáfila- y ocupa el trono Alfonso I (739-757). Un descendiente, Alfonso III, trasladó la capital de Oviedo a León, dando origen al Reino de León, que posteriormente formó parte de Castilla y luego de España.

Gales y Cornualles, los hijos del Rey Arturo.

A fines del primer milenio los celtas introdujeron, en Gales y en Cornualles, la técnica del hierro del tipo de La Téne. Con respecto a la procedencia céltica existe un conflicto de historiadores similar al de Irlanda, en donde influyen poderosamente los aspectos políticos. Algunos lo manifiestan el origen en Irlanda o de una migración de la Galia. Otros postulan la dependencia del territorio inglés.

Parte del territorio fue conquistado por los romanos y se retiraron en el 410. Esta región se encontraba habitada por dos ramas brython  (el pueblo celta que dio nombre a las Islas Británicas): los Welsh y los Cornish. El cristianismo fue difundido por los monjes celtas irlandeses y adoptado en el siglo VI. Los clanes de pastores y granjeros sostuvieron luchas fronterizas constantes contra los reinos de la heptarquía anglosajona. De esa época viene la leyenda del rey Arturo y la Mesa Redonda, cuya capital Camelot proviene de Camulos, dios celta de la guerra. Se la ha situado en Cornualles, en el Somerset o en el país de Gales.

El rey Hywel Dda (910-950) unificó el país, codificó sus leyes y costumbres –serie de leyes jurídicas, religiosas e historia registrado en Laws of the Hywel Dda-, y otorgó protección oficial a los bardos, quienes habían de ser los propagadores de la cultura galesa. En 1282 el último rey galés, Llewelyn ap Gruffydd, fue derrotado y muerto por Eduardo I, quien por el Estatuto de Rhuddlan estableció en Gales el dominio inglés (1284) y en 1301 nombró a su hijo Príncipe de Gales (título que todavía llevan los herederos al trono de Inglaterra). El espíritu de resistencia se mantuvo en el campo, origen de numerosas rebeliones. La última gran sublevación fue la de Owen Glandower, que después de vencer a los ingleses en 1404 se proclamó rey, aunque tres años más tarde fue derrotado. Un descendiente suyo reclamó la corona de Inglaterra, Enrique Tudor y derrotó a Ricardo III en la sangrienta batalla de Bosworth (22 de agosto de 1485) dando fin a la Guerra de las Dos Rosas. En su hijo Arturo se cifraron las esperanzas galesas –que ya por su nombre honraba a un mito galés-. Sin embargo la muerte del anhelado príncipe (1502) frustró las ilusiones. Su hermano Enrique VIII incorporó  Gales a Inglaterra, en 1536, cuando abolió la mayoría de sus leyes. La parte más importante de la nobleza se volcó hacia Londres. Gales se quedó con nobles de poca importancia y una gran masa de campesinos sin dirigentes. De esta manera los Tudor hicieron grande a Inglaterra y volvieron pequeña a su propia patria.

En 1914 la iglesia anglicana dejó de ser la oficial, y la iglesia calvinista metodista, muy nacionalista, se pudo desarrollar en libertad. En 1966 fue elegido Gwynfor Evans, el primer diputado nacionalista galés.

Bretaña, la parte gala de Francia (y la patria de Asterix).

Antiguamente se denominaba Armórica y fue ocupada por los galos, es decir los celtas, y recién conquistada por los romanos en el siglo I de nuestra era. Es la tierra de los famosos personajes de historietas, Asterix y Obelix, los guerreros galos invencibles.

Al igual que Galicia recibió varias migraciones de origen celta a lo largo de su historia. La más importante fue en el siglo V. Los brythons y los cornish emigraron de Cornualles y Gales  como consecuencia de las invasiones de los anglos y de los sajones a Inglaterra. Se fusionaron con las antiguas tribus galas y conformaron los clanes Bretones, que terminaron por dar nombre a esta región.

En el siglo IX sus reinos autárquicos se unificaron en el liderazgo de Nomenoe (1087). Esto les permitió independizarse del dominio Carolingio y conformar, hacia mediados del siglo XI, el Gran Ducado de Bretaña, con capital en Rennes.

Constituyeron una monarquía en conflicto con los soberanos francos, pero se unió a la corona francesa por los enlaces matrimoniales de Ana de Bretagne con Carlos VIII (1491) y Luis XII (1499) de Francia. La incorporación definitiva llegó como resultado de otro casamiento: Claude, hija de Ana y Luis XII, con el heredero al trono de Francia, Francisco I (1532).

Actualmente en la parte occidental de Bretaña aún se habla una lengua céltica denominada Bretón.

Escocia, tierra de los héroes inmortales.

Cuando llegaron los romanos, comandados por Julio Agrícola (82 d. C.), estaba habitada por los Pictos o Pict al norte y por los Bretones al suroeste. En el año 563 San Columbano introdujo el cristianismo desde Irlanda. En el siglo VI los Escotos (Scott Gaël) del norte de Irlanda ocuparon el oeste y los Anglos el sureste. Estos cuatro pueblos, cuando se unieron, conformaron étnicamente el pueblo de Escocia.

En el año 852, Kenneth I, rey de Dalríada (un reino Scott), reunió a los Scott y a los Pict, creando el reino de Alba, origen del escocés. El nombre de Scotland (tierra de los Scott), hoy Escocia, se empezó a utilizar durante el reinado de David I (1124-1153). Este rey introdujo la organización feudal de tipo normando.

Eduardo I de Inglaterra la convirtió en un reino vasallo en 1275, hasta que una sublevación general en 1296 –encabezada por el célebre William Wallace- inició un largo conflicto que culminó con la victoria del rey Robert Bruce, en Bannockburn en 1314. Posteriormente el hijo de la reina María Estuardo, Jacobo VI –o Jaime I de Inglaterra- reunió las coronas inglesas y escocesas al morir sin descendencia Isabel I de Inglaterra en 1603. Durante el reinado de Ana Estuardo (1702-1714) fue proclamada la unión definitiva de ambos reinos –o según otros la sumisión escocesa- en el Acta de 1707. A partir de entonces se han sucedido varios movimientos independentistas escoces que claman por su libertad hasta el día de hoy, cuestión reforzada por poseer un idioma propio, el gaélico - escocés, que fundamentalmente se habla en las islas y regiones montañosas.

Isla de Man y su particularidad: el Manx.

Su población de origen céltico fue conquistada por los romanos por un período breve y también por los escandinavos. En 1266 pasó a poder de Alejandro III de Escocia y posteriormente fue dominio de varias familias inglesas, hasta que pasó a la corona en 1765 y se incorporó en 1829. Actualmente está administrada por un gobierno nombrado por la corona inglesa. Posee un parlamento propio y su sistema judicial autónomo. Parte de su población conserva el idioma celta denominado Manx.

¿Y actualmente?

Debido a las múltiples migraciones y uniones con otros pueblos se hace evidente que no se puede afirmar la existencia de una raza celta. Por otro lado el concepto de raza ha sido últimamente abandonado por los antropólogos. Se considera más adecuado que la cultura, arte, tradiciones, música, leyendas, mitos, y la lengua son aspectos que, en su totalidad o la unión de alguno de ellos, definen a un pueblo o una etnia. En el caso particular de los celtas, constituyen la base cultural y étnica de varias naciones con identidad propia.



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