Autor: Ñervatu
domingo, 03 de febrero de 2008
Sección: TardoAntigüedad
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La verdadera dimensión de la Invasión Musulmana.

Recientemente se ha puesto en solfa la Invasión musulmana del siglo VIII, incluso Olague y otros autores la han negado; pero en este foro vamos a intentar demostrar la falsedad de dichas tesis.

Una Invasión Masiva

La expansión Islámica por el Magreb, Occidente y otras partes del mundo se debió en primer lugar a la fuerza del Islam y al misticismo que impregnaba en sus seguidores; pero también a  un vacío de poder tras la caida del Imperio Romano Occidental y el debilitamiento del Imperio Romano Oriental y del Imperio Persa.

Asi pues la invasión de la Península Ibérica no es un hecho aislado sino que es un eslabón de la expansión musulmana; la singularidad de dicha invasión es que fue anticipada y propiciada por discordias internas en el reino Visigodo.

Efectivamente aún no se había deglutido la conquista del Magreb Occidental ni islamizado a sus habitantes cuando debido a las disputas por el trono Toledano, un bando aristocático visigodo, los Witizanos solicitaron la ayuda al califa de Damasco para recuperar el trono que ostentaba un general de prestigio Don Rodrigo o Rodrich , Rodericus en latín;  dicho general habría sido elegido como solución transitoria por los magnates godos descontentos con el predominio del linaje Witizano.  
Una vez autorizados por el Califa de Damasco para iniciar la invasión los caudillos Táriq y Muza contaron con apoyos intramuros del reino, los  partidarios de los hijos de Witiza como el conde Don Julian.
Táriq desembarcó con 7.000 hombres y Muza le envió un refuerzo de 5.000 contabilizando el ejército musulmano-beréber un total de 12.000 hombres en el momento decisivo de la batalla del Guadalete.
En el 712 Muza desembarcó con unos 18.000 hombres en esta ocasión árabes con un gran contingente de yemenitas asi que los efectivos musulmanes en el 712 serían en torno a los 30.000 hombres habiendo sufrido muy pocas bajas en los enfrentamientos con los partidarios del rey Don Rodrigo que solo habían resistido en Mérida e inicialmente en la batalla del Guadalete hasta que las alas Witizanas del ejército desertaron.

Comparando se obtiene la verdad

Hasta la fecha ningún historiador ha puesto en duda dichas cifras aunque curiosamente había unanimidad en decir que eran unos efectivos muy escasos y todos se preguntaban como efectivos tan nimios habrían podido conquistar la Península en tan poco tiempo.
Se exponían las teorías del hartazgo de la población nativa hispanorromana respecto a los visigodos, una supuesta peste que habría mermado la población, las divisiones internas previas y durante la invasión con enfrentamientos entre poderes territoriales, la práctica del terror llevada a cabo por los musulmanes para noquear y paralizar por miedo posibles movimientos resistentes etc.
Desde este foro modestamente y desde la modestia de este simple aficionado vamos a intentar enmendar la plana a tan ilustres y singulares expertos.
Y para evitar polémicas estériles voy a centrarme en aspectos concretos y verifica-
bles:
1º Los historiadores críticos con la Importancia y realidad de la Invasión Musulmana
jamás rechazaron las cifras dadas por los cronistas musulmanes en cuanto a los efec-
tivos de dicha invasión.
2º Dichos efectivos unánimemente fueron calificados de escasos y por lo tanto dado su  bajo número para una empresa de tanto relieve como la conquista del Reino Visigodo -toda la Península Ibérica mas Baleares, mas la parte francesa del Reino, mas las plazas del Norte de Africa-se negaba la conquista en si. (Teoría de Olague y otros Unitarios-Trinitarios).
3º Hasta la fecha nadie ha puesto en duda que una superpotencia de la época como era el Imperio Romano  disponía en el frente occidental de 50.000 comitatenses es decir el ejército real, el móvil, el que se empleaba en las batallas decisivas tipo Adrianópolis o Naissus o para tapar brechas en el frente sostenido por los limitanei que eran una especie de tropas guardafronteras acantonadas en fuertes y posiciones estáticas; y en el frente oriental otros 50.000 comitatenses. Es decir que para todo el Imperio Romano en Europa frente a los germanos, sármatas, alanos y demás pueblos bárbaros, en Africa frente a los bEREBERES del interior y en Asia frente al Imperio Persa Sassanida y luego el Parto los romanos disponían de 100.000 efectivos de combate  divididos en dos grupos de 50.000 para oriente y occidente mas los limitanei tropas guardafronteras acantonadas en posiciones estáticas y de nulo valor combativo salvo como primer elemento disuasor y de retardo en las incursiones.
4º Si para todo Occidente Roma empleaba contra toda la panoplia de tribus que intermitentemente le presionaban en el Rhin-Danubio y Magreb de Africa 50.000 comitatenses; la cifra de 30.000 musulmanes  para conquistar Hispania y una pequeña porción del sudeste francés es enorme.
5º que el Reino Visigodo ni remotamente podría reunir lo que usaba Roma para toda la parte Occidental del Imperio 50.000 hombres.
6º Que la inmediata expansión musulmana hasta el corazón del territorio franco en el centro-norte de la actual Francia demuestra que el objetivo de fuerza tan importante no era ni devolver el trono a los incautos witizanos, ni conquistar la Península sino darle un golpe decisivo a Occidente en Hispania-Galia como situación previa a la acometida final contra El Papado en Italia.
7º Que la Invasión de Europa tuvo un éxito sin precedentes y solo la discordia originada en el sistema tribal de los musulmanes impidió la aniquilación de Europa; ni siquiera los hunos de Atila habían logrado llegar al Atlántico.
8º Ese balón de Oxígeno permitió a los francos en la Galia y a la resistencia Astur-Cántabra en Hispania reorganizarse y recuperarse de la sorpresa para fortificarse, rearmarse y aprovechando las discordias entre los junds árabes y los bEREBERES llevar la frontera hasta el Duero.
9º Pero para ello, en la batalla  de Covadonga, 300, como los espartanos, al mando de Belay el Rumí, "el asno salvaje"  lograron hacer virar en un momento concreto y decisivo un  acontecimiento histórico que parecía inevitable: la conversión de la Península Ibérica en una Anatolia Turca. 
10º Y que mejor resumen que las palabras de Don Oppas obispo y caudillo de los Witizanos dirigidas al caudillo astur Don Pelayo: "¿como tú  con esta pequeña tropa, en esta cueva, pretendes resistir al Islam que desde las arenas del desierto arábigo ha venido engullendo a todos los estados y naciones?
a lo que éste respondió porque la Iglesia de Dios es como la luna que aún estando en cuarto menguante, al poco tiempo recupera su esplendor; y diose la batalla y con el estandarte de la cruz de la Victoria, los astures, por la gracia de Dios aniquilaron a los caldeos muriendo su comandante Al Qaman y el pérfido obispo traidor iniciándose así la restauración de España.  


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Comentarios

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  1. #1 Teshub 05 de feb. 2008

    Claro, hombre, por eso el cordobés Ibn-al-Qutiya, cuando escribe su historia de la conquista árabe de la peninsula la titula "Historia de la conquista de Al-Andalus". Y cuando se menciona en la Crónica de Alfonso III a Musa Ibn-Musa (Muza), se le refiere como "godo de nación, aunque de religión mahometana"


    La proclamación de Abderramán III como califa, ¿donde se menciona a los hispanos?




    En el nombre de Alá, clemente y misericordioso. El más digno de reivindicar su derecho de revestirse con los dones que Alá concede a los hombres soy yo por cuanto que Alá ha elevado mi autoridad hasta el extremo, ha extendido mi fama por todo el mundo y ha dispuesto que mis súbditos se regocijen por vivir bajo mi poder. En consecuencia, he decidido que se me llame Príncipe de los creyentes y que en las cartas, tanto las que expida como las que reciba, se me dé dicho título. Todo el que, aparte de mí, lo use es un intruso que se lo ha apropiado indebidamente. Además, he comprendido que seguir sin usar este título es renunciar a un derecho que tengo. Ordenad, por tanto, a los predicadores de las ciudades y provincias que, en adelante, empleen dicho título. (Crónica de Abderramán III, escrita hacia el 1010)


     


    Pero si aún quedan dudas, esto dice la fundación para la cultura islámica:


    Como todos sabemos, con el nombre de al-Andalus denominamos al espacio territorial y político en el que permaneció el Islam y la cultura islámica en la Península Ibérica durante siglos (del VIII al XV d.C.). La sociedad andalusí que lo poblaba, se compuso de árabes y bEREBERES, que se mezclaron en fecundo mestizaje con los hispano romanos y visigodos, ya asentados en la Península. 


    http://www.funci.org/es/2007/11/30/el-aporte-de-al-andalus-en-europa/


    Y sino, siempre se puede preguntar a Al-quaeda que opina de eso de los hispanos que ocupan Al-Andalus.

  2. #2 bergan 08 de feb. 2008

    Sa´id al-Andalusi: "Kitab Tabaqat al-Umam" ("Libro de las categorías de las naciones"):


    "En cuanto a los gallegos,  los beréberes y el resto de los habitantes de las regiones del occidente  que  pertenecen  a ésta categoría,   son unos  pueblos a los que Dios     -glorificado y enaltecido sea- ha distinguido particularmente por la turbulencia y la ignorancia..."


     Este gracioso fragmento de texto se debe al ingenio de un payés de Almería; providencialismo y temperamento nacional cogidos de la mano. Hay que valorarlo como lo que es, un texto del siglo XI.  Los fundamentos ideológicos de su obra son, sin embargo, los mismos de Sánchez Albornoz en "España, un enigma Histórico". Los musulmanes, no parecen haber avanzado mucho, si cometemos la ligereza de asimilarlos a Bin Laden u afines. Nosotros, según parece, tampoco.


     "Gallegos"= habitantes de los reinos cristianos peninsulares (excluyendo a los catalanes, que en esa época son "francos"). De los de Burgos, no dice nada. 

  3. #3 Beturio 10 de feb. 2008

    La consolidación de al-Andalus.


    4.- Alianzas con los indígenas. Tras la derrota de Rodrigo, la arqueología muestra continuidades y fuertes rupturas, del mismo modo que en las crónicas árabes y latinas se da una visión en la que se conjugan la idea de pactos con la de grandes enfrentamientos. El noble Teodomiro, con gobierno en un gran territorio con centro en Orihuela, estableció un tratado que han preservado las fuentes árabes: los conquistadores se comprometían a respetar la vida, condición, propiedades y religión de Teodomiro y su gente a cambio de sumisión, cese de cualquier actitud hostil y el pago de un tributo fijado de antemano. En las excavaciones de una ciudad incluida en el pacto, Madinat Iyyih (Minateda), no hay un corte brusco ni restos de destrucción, la presencia de la nueva cultura se aprecia gradualmente.


    El sevillano citado arriba, Ibn al-Qutiya, cuenta que a su muerte de Witiza dejó tres hijos, Alamund, Agila y Artobás. Al desembarcar Tariq, los tres accedieron a unir sus tropas con las de Rodrigo, pero antes del combate mandaron un mensaje a Tariq a quien le señalaba que Rodrigo era sólo un súbdito de su padre (“uno de los perros de su padre”, más concretamente), y que estaban dispuestos a alcanzar un acuerdo que les asegurara la posesión de las 3.000 aldeas que había dejado su padre. Tras la conquista, Alamund se estableció en Sevilla, dejando tres hijos a su muerte; pero la herencia les fue arrebatada por Artobás, que tenía posesiones en Córdoba. La hija de Alamund, Sara, viajó hasta Oriente con sus hermanos y habló con el califa Hisam, quien ordenó enmendar la usurpación haciendo cumplir las cláusulas del tratado original, y le dio un novio, Isa b. Musahim, el antepasado árabe del cronista Ibn al-Qutiya. Escribe Manzano Moreno (op.cit., págs. 46-47):”La misma aristocracia que había forzado a los últimos reyes visigodos a legislar infructuosamente intentando regular sus obligaciones militares, se mostraba dispuesta ahora a pactar con los jefes de un ejército cuyas tropas venían a solventar un problema que se había planteado con toda su crudeza en los últimos años del reino de Toledo. El entendimiento era posible porque los conquistadores poseían la fuerza militar, y la aristocracia indígena, los recursos necesarios materiales para mantenerla”. Los matrimonios mixtos tuvieron que ser muy frecuentes desde el 711, pues en una carta fechada entre el 785 y 791 el Papa Adriano se lamentaba que muchos que se llamaban católicos entregaban sus hijas al pueblo gentil. La iglesia se dio cuenta tarde (en el concilio de Córdoba de 836 se condenan esas uniones mixtas) de la pérdida de la identidad de la sociedad indígena y la asimilación de sus miembros por el Islam. Los matrimonios de mujeres indígenas con los conquistadores suponían que éstas y sus propiedades se integraban en la rígida estructura de parentesco patrilineal árabe. La iglesia perdía así sus dos elementos principales de control social: las personas y los bienes. Pero en el tiempo de la conquista, la fragmentación social y la crisis política hacía que los conquistadores se presentaran como una fuerza militar capaz de garantizar el orden establecido, y en un primer momento la iglesia también pactó con ellos. Esto se constata tanto en la persistencia de las sedes episcopales como en que la mayor parte de las ciudades donde se constata la presencia de gobernadores árabes fueran obispados. Hubo una connivencia entre quienes podían ejercer el poder de coerción y unos prelados que, ante la ausencia de otra autoridad, eran los depositarios de los censos fiscales. Pero la Iglesia no previó las consecuencias a largo plazo de la fuerza asimiladora que mostraron los recién llegados.


    5 Resistencia indígena. Si en algunos yacimientos se muestra una continuidad sin brusquedades tras el 711, en otros se observa una historia distinta. En El Bovalar, Serós, Lérida, el poblado junto a una basílica es destruido en algún momento del siglo VIII, tapado las cenizas aperos de labranza, semillas, objetos litúrgicos de una forma definitiva, quedando el lugar sin habitar después de su destrucción. En el NE peninsular crónicas y monedas hablan de dos reyes, Agila II (710-713) y Ardo, cuyo reinado llegó hasta el 720 aproximadamente. Un autor latino que escribió en Asturias hacia el 883 señalaba que entre godos y sarracenos hubo fuertes combates durante los siete años posteriores a la conquista. Así que se produjeron dos situaciones dispares, una la de la sumisión de quienes querían seguir con el poder pagando a los conquistadores a cambio de seguridad; y por otro, quienes se enfrentaron con las armas en la mano a los conquistadores. De un modo muy general, la ocupación de las ciudades se produjo de una forma bastante rápida, pero no así en toda la zona rural, resistiendo en territorios alejados del medio urbano. Paulatinamente, mientras la autoridad árabe se iba imponiendo, esos refugiados en el campo fueron firmando pactos con los musulmanes.


    Esta dicotomía entre ciudad y campo es consecuencia de la configuración territorial del reino visigodo en su última época. Cuando llegan los musulmanes a Hispania se encontraron con que las ciudades eran los centros donde descansaba la administración territorial del reino visigodo. Tras la crisis de las instituciones cívicas tardoantiguas, en las ciudades residían lo obispos, las únicas autoridades reconocibles en el medio urbano. Éstos eran los únicos interlocutores con los que entablaron negociaciones los conquistadores musulmanes. Pero la nobleza visigoda hacía tiempo que había desertado del medio urbano, pues el control del medio rural era la base de su verdadero poder económico y social. Algunos grupos de nobles visigodos pudieron hacerse fuertes en sus propiedades, protagonizando una resistencia dispersa, pero efectiva. La crónica astur del 883, con una visión asentada por el tiempo, comenta que la población rural también llegó con el tiempo a pactar, lo que les permitió conservar sus territorios a cambio de tributos. En la época en que se escribe la crónica, los descendientes muladíes (Banu Qasi, Banu Sabrit, Banu Umar b. Hafsun, etc.) de aquellos nobles visigodos insumisos protagonizaron un turbulento periodo de rebeliones en al-Andalus, hasta que Abderramán III impuso el poder central del califato Omeya.


    6 Las guerras internas de los conquistadores y la llegada del yund sirio. En el 740 los beréberes del norte de África comenzaban una gran revuelta. Los motivos eran diversos, como la presión fiscal creciente; la consideración de musulmanes de segunda que tenían los beréberes, a pesar de su conversión al Islam; y, lo que era más grave, el pago de un tributo es especie mediante la entrega de esclavas que debían remitirse a Oriente, donde eran apreciadas por su belleza. En al-Andalus antes, en el 732, un berebere llamado Munuza se había sublevado en la actual Cerdaña contra el gobernador al-Gafiqi. Munuza había establecido un pacto con el dux de la Aquitania, Eudes, casándose con su hija. Tras la derrota, la mujer del caudillo fallecido e hija del dux, fue enviada como regalo al califa de Oriente. Los beréberes se percataron de que a pesar de ser también musulmanes, tenían una posición subordinada con respecto a los conquistadores, sólo les interesaban sus hombres para los ejércitos del califa y las mujeres para los harenes. Esto, junto la rapacidad de los gobernadores, provocó un resentimiento entre ellos, que esgrimían su alianza con los árabes, certificada por su sincera conversión al Islám. Este resentimiento produjo la rebelión de 740; cuando la noticia llegó a la península, los beréberes allí asentados, y por los mismos motivos, iniciaron una sublevación, con un ataque coordinado de tres columnas contra Toledo, Córdoba y la tercera para dominar el estrecho.


    El califa Hisam envió lo mejor de sus tropas, el ejército (yund) acantonado en Siria, pero el resultado fue una catástrofe, los sirios fueron derrotados completamente por los beréberes. Una parte del ejército sirio al mando de Baly b. Bisr huyó hacia el oeste llegando a Ceuta. El gobernador de al-Andalus, Abd al-Malik b. Qatan, ante la amenaza de la rebelión berebere en la península accedió que el yund sirio llegase a al-Andalus en el 741. Estas tropas derrotaron a los beréberes de la península, pero después no mostraron interés ninguno en regresar a su país de origen ni volver a combatir en el norte de África, sino que decidieron quedarse, una decisión que afirma Manzano Moreno fue trascendental con el paso del tiempo.


    Las tropas estacionadas en los cuatro ejércitos (yund) sirios recibían estipendios procedentes del impuesto pagado por las poblaciones de las zonas sometidas, tanto en especie como en moneda. Realizaban la función de la fiscalidad, a la par que garantizaban la paz necesaria para que esas poblaciones fueran productivas y pagasen regularmente. Resulta extraño que una tropa expedicionaria acabase asentándose al otro lado del Mediterráneo, pero aquellos eran tiempos convulsos en Oriente, y quizá creyeron los sirios que poco podrían obtener si volvían sobre sus pasos, ya que ni tenían propiedades en Siria. Pero en al-Andalus comprendieron las enormes posibilidades que les confería convertirse en la principal fuerza militar del territorio, y mejorar su situación.


    Los árabes de la primera oleada de conquistadores, los baladíes, es opusieron fieramente a que los sirios se asentaran, dando lugar a violentas luchas que sólo terminaron con el envío por parte del califa Hisam del gobernador Abu l-Jattar al-Kalbi como gobernador, a quien se atribuye la solución de permitir asentarse a los sirios, acabando las disputas con los baladíes. Parece ser que fue idea de Artobás, el hijo de Witiza, el que aconsejó al gobernador Abu l-Jattar la dispersión de los sirios por el territorio de al-Andalus, medida que a la larga tuvo gran importancia. Los gobernadores de al-Andalus habían tenido dificultades en implantar una organización fiscal sólida. Como los impuestos eran la base del mantenimiento del yund sirio, al encargarse de los territorios asignados podían mejorar la fiscalidad al encargarse de la percepción de impuestos.


    En quince años que transcurren entre la llegada de los sirios y la del exiliado Omeya afianzaron su dominio en la península (fueron los clientes omeyas pertenecientes al yund sirio los que facilitaron la entrada de Abd al-Rhaman en al-Andalus), y también la situación política en Oriente favoreció a los sirios. El califato de Damasco entró en crisis, con el asesinato del califa al-Walid II en 744, y seis años después la caída del último omeya, Marwan II, comenzando la dinastía abbasí. En este tiempo los califas no volvieron a enviar nuevos gobernadores a al-Andalus; los árabes andalusíes eligieron a sus propios gobernadores, siendo nombrado por ellos para evitar el vacío de poder Yusuf al-Fihri en 747, depuesto nueve años después por la rebelión omeya de al-Andalus.


    Los sirios comprendieron desde temprano las ventajas que les traía aliarse con la aristocracia indígena que, para no perder la costumbre, sólo mostraba interés en mantener su poder y autoridad en sus posesiones; como habían hecho anteriormente los baladíes, los sirios entablaron fuertes alianzas matrimoniales con la nobleza nativa, casándose con sus hijas.


    [Pequeña digresión genética: El análisis de la genética de poblaciones


    http://www.upf.edu/cexs/recerca/bioevo/2003BioEvo/BE2003-Bosch-InvyCiencia.pdf#search=%22Gen%C3%A9tica%20e%20historia%20de%20las%20poblaciones%20del%20norte%20de%20%C3%81frica%20y%20la%20Pen%C3%ADnsula%20Ib%C3%A9rica%22


    viene a mostrar que entre la Península y el Magreb ha habido un gran intercambio cultural, sin que eso implicase grandes intercambios de poblaciones. Por ejemplo, el halotipo mitocondrial U6 o motivo berébere, genuino del norte de África, apenas si tiene un 1,5% en la población española. La explicación es lógica, dado que el ADN mitocondrial sólo se hereda por vía materna, quiere decirse que fueron pocas las mujeres beréberes que cruzaron el estrecho y dejaron sus genes. Los conquistadores, mayoritariamente hombres, se casaron con mujeres indígenas: lo mismo que los españoles en América siglos después. El gran cambio cultural que se produjo en el paso de Hispania a al-Andalus no fue consecuente de una afluencia masiva de nuevos pobladores; un pequeño número de conquistadores en relación con la población que han sojuzgado pueden introducir cambios radicales en la sociedad y la cultura, como demuestran las conquistas romanas o españolas en América. Los cambios que se introdujeron con la conquista fueron de tal magnitud que pocas generaciones después el recuerdo de los visigodos había quedado casi olvidado. En el siglo IX, no demasiado después de la llegada de Tariq, el 40% de los ulemas, de los sabios de la religión islámica, de al-Andalus eran descendientes de indígenas conversos, de muladíes.]


    Estas alianzas de sirios y nobles hoy en día, después de siglos de reconquistas, yihads y cruzadas, pueden parecer sorprendentes. Pero entonces no habían pasado ochenta años de la muerte del Profeta, en el Islam no habían surgido las escuelas de derecho, y la nueva fe, como se dijo, no se presentaba como una religión distinta a las ya conocidas. En esos tiempos de disputas teológicas, la sencillez de No hay más un solo Dios, y su mensaje de salvación eterna, debió calar profundamente en las clases populares, y sobre todo en los esclavos, que alcanzaban la liberación con su conversión. Debe entenderse este tiempo con esas circunstancias, y no trasponer a ese momento circunstancias, situaciones y conflictos que sólo se desarrollaron después, con el paso del tiempo. Nadie a comienzos del siglo VIII pudo imaginarse cómo iba a configurarse al-Andalus cien años después; y a eso contribuyeron de modo trascendental las tropas sirias llegadas en torno al 742, cuando el Imperio árabe entraba en una crisis irreversible en todo el occidente musulmán. De no haberse producido el establecimiento del yund sirio, es improbable que la dinastía Omeya se hubiese hecho con el poder de al-Andalus.


    En el establecimiento de los mismos tuvo una gran importancia la aristocracia nativa, que después de treinta años desde la conquista, no parecía descontenta con el nuevo orden, y además apostaba por su reforzamiento. En vez de permanecer tranquilos viendo como baladíes y sirios se despedazaban, gente como Artobás o Teodomiro intervino para que el ejército sirio se asentara en la península en las mejores condiciones posibles.


    Durante los quince años entre su llegada y la de Abd al-Rhaman, los yund sirios no emprendieron ninguna campaña contra los núcleos cristianos del norte. Recordemos que los musulmanes se aposentaron fácilmente en el mundo urbano, pero que tuvieron fuertes enfrentamientos en el rural. Parece lógico que en la zona de la península donde el fenómeno urbano estaba menos acentuado fuera donde encontraran los musulmanes más resistencia… y ellos menos interés. Además, baladíes y sirios prefirieron concentrar sus esfuerzos en consolidar su dominio en las zonas mediterránea y meridional, las más romanizadas y que tenían los mayores recursos de donde obtener los imprescindibles recursos fiscales para mantener el sistema.


  4. #4 Beturio 11 de feb. 2008

    “El dominio musulmán sobre la Península no fue total. Protegidos por las montañas y por su escasa vinculación al reino visigodo, astures, cántabros y vascones occidentales mantuvieron o acrecentaron su independencia o, en el peor de los casos, se limitaron a pagar tributos como símbolo de dependencia respecto a Córdoba sin que los emires tuvieran el control del territorio ni pudieran impedir los avances de catalanes, aliados a los muladíes rebeldes a Córdoba o apoyados por los carolingios, crearon, hacia el año 800, reinos y condados en los que la autoridad cordobesa apenas fue efectiva según veremos en estas páginas, que iniciamos con un análisis de las leyendas que envuelven los orígenes de los reinos y condados cristianos.


    Hasta hace pocos años, la batalla de Covadonga (718 según unos autores, 722 según otros) indicaba el comienzo de la recuperación o si se prefiere de la “reconquista” de las tierras ocupadas por los musulmanes. A medida que se han ido conociendo y utilizando las fuentes islámicas, la tesis reconquistadora ha perdido fuerza y actualmente muy pocos creen que Covadonga tuviera la importancia que quisieron darle sus inventores, los mozárabes refugiados en Asturias, y cuantos han seguido al pie de la letra, sin discusión, las fuentes cristianas.


    Para los cronistas del Islam, Covadonga ue una de tantas escaramuzas entre una expedición de castigo y los montañeses asturianos residentes en zonas de difícil acceso cuyo control directo no interesaba a los emires, que se conformaron con evitar las campañas de saqueo de aquellos “asnos salvajes”, y con el envío ocasional de expediciones militares encargadas de recordar la autoridad cordobesa y cobrar los tributos correspondientes. La versión cristiana es totalmente distinta y ha llegado a nosotros escrita a fines del siglo IX por los mozárabes expulsados o huidos de al-Andalus en la segunda mitad del siglo.


    Cuando, en el año 754, se escribe la Crónica Mozárabe, para nada se habla de Pelayo, el héroe de Covadonga… A finales del siglo IX, agitado al-Andalus por las sublevaciones de muladíes y mozárabes, comienza a entreverse una posibilidad de expulsar a los musulmanes y justifican la posible operación las crónicas escritas por los mozárabes llegados a Asturias en los últimos años, que reflejan en los textos no los intereses de los astures, sino de los mozárabes-herederos culturales de los visigodos y obligados a abandonar sus ciudades después de la resulta de mediados de siglo, del martirio-ejecución de muchos de sus dirigentes y de la pérdida de la importancia de los cristianos al orientalizarse e islamizarse al-Andalus. Los astures se convertirán en los sucesores de los visigodos a través de Pelayo, al que presentan como espatario de los reyes Witiza y Rodrigo y cuya nobleza se realza al emparentar con el duque Pedro de Cantabria, ‘descendientedel linaje de los reyes Leovigildo y Recaredo’. Sólo ahora, establecido el lazo entre los reyes de Asturias y los visigodos, puede entrarse claramente en el proyecto reconquistador, expuesto en el diálogo entre el obispo witizano Oppas y su ‘primo’ Pelayo, y en la adaptación a los godos-astures de la profecía de Ezequiel sobre Gog y Magog: Gog es el pueblo de los godos sometido por decisión divina a Magog durante ciento setenta años, pasados los cuales se impondrá a su enemigo: ‘Cristo es nuestra esperanza de que cumplidos en tiempo próximo 170 años desde que entraron en España, los enemigos sean reducidos a la nada, y la paz de Cristo sea devuelta a la Santa Iglesia’. La profecía se ve reforzada con la petición de Pelayo en Covadonga: ‘Cristo es nuestra esperanza de que por este monte que tú ves se restaure la salvación de España y el ejército del pueblo godo’ y por las revelaciones y apariciones en las que se predice a Alfonso III que reinará en tiempo próximo en toda España. ‘Y así, bajo la protección de la divina clemencia, el territorio de los enemigos mengua cada día, y la Iglesia del Señor crece para más y mejor.’ A través de estos textos se afirma que Alfonso III y sus sucesores tienen el derecho y la obligación de expulsar a los musulmanes y de extender su autoridad sobre todos los territorios que antiguamente habían pertenecido a la monarquía visigoda. La idea de la unidad de España bajo la dirección de los reyes astures-leoneses-castellanos tiene en Covadonga su punto de arranque y en los cronistas mozárabes del siglo IX los primeros defensores, cuyos pasos seguirán casi todos los cronistas medievales y numerosos historiadores.


    La realidad, sin embargo, es distinta y los orígenes del reino astur hay que retrasarlos hasta mediados del siglo VIII coincidiendo con la gran sublevación de los beréberes y el abandono de éstos de las guarniciones situadas frente a las tribus montañesas, siempre insumisas, contenidas en sus territorios desde la época romana, poco o nada controladas por los visigodos y rebeldes igualmente a los musulmanes. Covadonga poco tiene que ver con las ideas de unidad y defensa del cristianismo; es obra de tribus poco romanizadas que defienden su modo de vida, su organización económico-social, frente a los musulmanes, herederos y respetuosos con la organización visigoda, que se basa en la gran propiedad y en la desigualdad social, en la existencia de señores y siervos mientras que en la montaña predomina la pequeña propiedad y la libertad individual.


    Sólo a mediados del siglo, cuando Alfonso I destruye las guarniciones abandonadas por los beréberes y lleva consigo al retirarse a los habitantes de las zonas devastadas, puede hablarse de los orígenes de un reino astur cristianizado y con un contingente importante de hispanogodos que acabarán controlando política e ideológicamente el nuevo reino, independiente mientras las guerras civiles impiden a los emires ocuparse de los rebeldes del norte; bastará que Abd al-Rahman se proclame emir (756) y pacifique al-Andalus para que el reino asturleonés vuelva a convertirse en vasallo de Córdoba durante los reinados de Aurelio, Silo, Mauregato y Vermudo (768-791) que siguieron una política de amistad y sumisión hacia los musulmanes, política que no impidió sino que quizá se halle en la base de la sublevación de los gallegos contra Silo y de los vascos durante todo el periodo.


    La sumisión asturleonesa a Córdoba se expresa mediante la entrega de tributos con los que no todos están de acuerdo, y los descontentos se agrupan en torno a Alonso II, proclamado rey a la muerte de silo y obligado a refugiarse en Álava durante los años de Mauregato y del diácono Vermudo, quien, tras ser derrotado, volvió al estado clerical. Si Alfonso I fue el creador el reino, a Alfonso II se debe el afianzamiento y la independencia, que tienen su relejo en el plano económico en la supresión del tributo de las cien doncellas, en el plano eclesiástico en la independencia de la iglesia astur respeto a la toledana y en el político en la creación de una extensa tierra de nadie a orillas del Duero que separará durante dos siglos a cristianos y musulmanes…


    Afianzado en el reino a pesar de los ataques musulmanes, Alonso inicia una política ofensiva: presta ayuda a los muladíes y mozárabes de Toledo y Mérida, ampara en sus tierras a los sublevados contra Córdoba, realiza ataques contra los dominios musulmanes llegando a ocupar, momentáneamente, Lisboa y apoderándose de abundante botín que quizá no sea ajeno a las obras realizadas en Oviedo, donde se construyen palacios, baños, iglesias y monasterios, de los que se conserva la Cámara Santa de la catedral ovetense y la iglesia de San Julián de los Prados o Santullano en las afueras de la ciudad”.

  5. #5 Beturio 12 de feb. 2008

    Bergan (129#), ayer no copié todo el texto de mi fuente en este caso, José Luis Martín op. cit., por no ser demasiado prolijo; mal hecho por mi parte, porque omití cosas en las que tú abundas, así que copio por completo la parte final del capítulo.

    Pero antes, en referencia al tributo de las cien (presuntas) doncellas, otra de mis fuentes favoritas, Manzano Moreno op. cit., trata de algo similar: tras la derrota del berébere Munuza por la actual Cerdaña, su mujer –hija del conde de Narbona, Eudes- fue enviada como regalo al califa; y una de las causas de la rebelión berébere del norte de África que propició la llegada del yund sirio a la Península fue precisamente que uno de los tributos que tenían que pagar los habitantes de allí era en forma de (presuntas) doncellas. Parece que los harenes orientales tenían una gran demanda: copio (sí, soy un copión, no puedo negarlo) de Manzano Moreno, op. cit., pág 92: “El principal atractivo del norte de África residía en su capacidad de proveer al Imperio árabe de hombres para los ejércitos del califa y de mujeres destinadas a los harenes”. Y al grano, copio de José Luis Martín, op. cit., págs. 518-ss, hay algo repetido con mi post de arriba, pero se comprende mejor:


    “La sumisión asturleonesa a Córdoba se expresa mediante la entrega de tributos con los que no todos están de acuerdo, y los descontentos se agrupan en torno a Alonso II, proclamado rey a la muerte de silo y obligado a refugiarse en Álava durante los años de Mauregato y del diácono Vermudo, quien, tras ser derrotado, volvió al estado clerical. Si Alfonso I fue el creador el reino, a Alfonso II se debe el afianzamiento y la independencia, que tienen su relejo en el plano económico en la supresión del tributo de las cien doncellas, en el plano eclesiástico en la independencia de la iglesia astur respeto a la toledana y en el político en la creación de una extensa tierra de nadie a orillas del Duero que separará durante dos siglos a cristianos y musulmanes.


    Según la tradición, entre los tributos debidos por los astures figuraba la entrega anual de cien doncellas, y si la leyenda no es cierta pudo al menos serlo, pues sabemos, por ejemplo, que el conde barcelonés Borrell II lleva a Córdoba como presente para el califa un numeroso grupo de esclavos; es recuente, incluso en épocas posteriores, la entrega de mujeres de la familia real como esposas o concubinas de los emires y califas, y los textos musulmanes hablan de un activo comercio de esclavos entre los reinos del norte y Córdoba, donde se habla de mercaderes de esclavos que disponen de mujeres que conocen bien la lengua romance, visten como cristianas y ‘cuando algún cliente… les pide una esclava recién importada del país cristiano’ le presentan y venden una de sus mujeres. Nada se opone, por tanto, a que el tributo de las cien doncellas refleje una realidad: el pago de tributos cuyo cese sólo es posible si el reino tiene fuerza militar suficiente para oponerse a los ejércitos que los emires envían de cuando en cuando para castigar a quienes se resisten.


    Alfonso II (791-842) estaba en condiciones de negar los tributos gracias a las continuas sublevaciones de los muladíes de Mérida y Toledo, apoyados por beréberes y mozárabes, que impidieron a los cordobeses lanzar sus habituales campañas de intimidación contra el reino astur, protegido indirectamente por la revuelta de los muladíes del Ebro y por la intervención de los carolingios en apoyo de los montañeses de Pamplona, Aragón y Cataluña. Esta realidad ha sido explicada de forma providencial: el fin de los tributos habría sido posible gracias a la intervención milagrosa del apóstol Santiago –cuyo sepulcro se cree descubierto estos años- que combatió al lado del Alfonso y obtuvo una resonante victoria en Clavijo, batalla legendaria sobre cuya fecha los historiadores que en ella creen no se ponen de acuerdo pero cuyas consecuencias perviven en la actualidad; los estudios actuales prueban que el apóstol Santiago difícilmente pudo venir a la Península en vida, y las posibilidades de que su cuerpo fuera enterrado en Compostela son escasas, pero esto no impidió que los hombres medievales lo creyeran y actuaran en consecuencia convirtiendo Compostela en lugar de peregrinación, haciendo combatir a Santiago a favor de los cristianos para liberarlos del tributo de las cien doncellas y pagando, desde el siglo XII, el tributo de Santiago que perdura hasta el siglo XIX. Si Asturias-León tiene un protector celestial, también lo tendrá Castilla cuando se independice haciendo combatir junto a Santiago a San Millán, a cuyo monasterio pagan tributo los castellanos hasta épocas modernas.


    Aunque mitificada, la independencia astur es una realidad que no se limita al campo político; se extiende al eclesiástico porque los hombres medievales son plenamente conscientes de que no hay independencia real mientras el clero esté sometido a otras fuerzas políticas, y ésta era la situación del reino astur cuyos clérigos siguen dependiendo del metropolitano de Toledo, en tierras musulmanas. La aceptación del adopcionismo por Elipando de Toledo ofrece a Alfonso la oportunidad de romper los lazos con la ‘iglesia musulmana’ y lo mismo hará Carlomagno en la diócesis de Urgell. La ruptura eclesiástica, propiciada por los escritos de Eterio, obispo de Osma, y de Beato de Liébana, fue acompaña de una fuerte visigotización del reino, a la que no sería ajeno un cronicón, hoy perdido, escrito hacia fines del siglo por algún monje mozárabe del séquito de Alfonso, en el que aparecería por primera vez la identificación de los reyes astures con los visigodos, cuya organización se copia y cuyo código, el Liber Iudiciorum, es adoptado como norma jurídica del reino. La organización político-jurídica refuerza la eclesiástica, que se manifiesta en el traslado de la metrópoli de Braga, abandonada, a Lugo, en la restauración de la sede de Iria-Compostela, en la creación de un obispado en la capital del reino, Oviedo, y en la erección de numerosas iglesias y monasterios.


    Afianzado en el reino a pesar de los ataques musulmanes, Alfonso inicia una política ofensiva: presta ayuda a los muladíes y mozárabes de Toledo y Mérida, ampara en sus tierras a los sublevados contra Córdoba, realiza ataques contra los dominios musulmanes llegando a ocupar, momentáneamente, Lisboa y apoderándose de abundante botín que quizá no sea ajeno a las obras realizadas en Oviedo, donde se construyen palacios, baños, iglesias y monasterios, de los que se conserva la Cámara Santa de la catedral ovetense y la iglesia de San Julián de los Prados o Santullano en las afueras de la ciudad.


    Durante los cien primeros años de su historia, el reino astur permanece a la defensiva, protegido de los ataques musulmanes por las montañas y por las revueltas de los muladíes fronterizos, e intenta unificar el conglomerado de pueblos que lo forman, gallegos, astures, cántabros y vascos, en numerosas ocasiones enfrentados entre sí o rebeldes al incipiente poder central, según recuerdan las crónicas de Alfonso III: ‘Fruela… a los vascones, que se habían rebelado los venció y sometió… Silo… a los pueblos de Galicia que se rebelaron contra él los venció en combate… Alfonso… expulsado del reino se quedó entre los parientes de su madre en Álava…” El carácter electivo de la monarquía, siempre dentro de una familia, favorece la aparición de bandos ‘nacionales’ en torno a los candidatos al trono y así, a la muerte de Alfonso (843), los gallegos apoyan a Ramiro I mientras astures y vascones están al lado del conde Nepociano o, posiblemente, junto a otros nobles sublevados que pagaron con la ceguera o con la vida su rebeldía. Pese a estas revueltas y a los ataques de los vikingos a las costas gallegas (844), Ramito pudo adelantar las fronteras y ocupar León aunque su conquista definitiva sea obra de Ordoño I (850-866).


    Este avance, esta nueva consolidación del reino, se relaciona una vez más con las sublevaciones muladíes, complicadas ahora por la oposición de los mozárabes al poder musulmán; los rebeldes contarán con el apoyo de tropas astures que serán derrotadas en las cercanías de Toledo, pero cuya presencia tan lejos de sus territorios es prueba de la importancia adquirida por el reino. Aunque derrotados, los toledanos mantienen la revuelta y obligan a las tropas cordobesas a concentrar sus mejores hombres en la zona, con lo que el reino astur sólo estará amenazado en su frontera oriental por los muladíes del Ebro, cuyo dirigente Musa ibn Musa ue derrotado por Ordoño en Albeada (859), no lejos de Clavijo. Los hijos de Musa mantendrán en adelante una política de amistad y colaboración con los astures y servirán de freno a los cordobeses, que sólo en el año 865 podrán derrotar a Ordoño”.


    Hasta aquí el texto de José Luis Martín. El muladí Musa ibn Musa era de la familia de los Banu Qasi, recordemos, descendientes del conde visigodo Casio que se convirtió al Islam y siguió gobernando tierras del Ebro tras pactar con los conquistadores.

  6. #6 Beturio 12 de feb. 2008

    Tras el texto de Martín, respondo al mismo mensaje en sí de Bergan (#129). Creo que la diacronía (la base de la historia) es fundamental aquí, y que no se pueden trasladar hechos o procesos posteriores al momento de la conquista musulmana. Ni en la Crónica de 754 ni en la casi contemporánea Crónica arábigo-bizantina se nombra a ningún rey Pelayo o de otro nombre que defienda la cristiandad en nombre de la legitimidad visigoda. Primero, la legitimidad goda la ostentaron, según crónicas y monedas, en el NE peninsular Agila II y Ardo, hasta el 720 aproximadamente. Segundo, no hubo conflicto religioso hasta un siglo después de la conquista: si los musulmanes se implantaron con rapidez especialmente en las ciudades con sede episcopal, es porque contaron con el apoyo de los obispos, única autoridad entonces; fue después, cuando los cristianos estaban de capa caída en al-Andalus, cuando Álvaro y sus compañeros de Córdoba reaccionan contra los musulmanes. Tercero: con las rebeliones de muladíes y de mozárabes, no sólo marchan al norte los clérigos, sino familias enteras; y es a partir de ahí, de la segunda mitad del siglo IX, cuando esos mozárabes exiliados identifican a los reyes astures con los visigodos y surge la idea de Reconquista. Idea que calará profundamente en el ideario de los cristianos del norte, que acabaron convencidos de la existencia de Pelayo como defensor de la cristiandad hispana frente al invasor musulmán.


    En cuanto a este texto que copio literal: “hay que considerar mozárabes a la familia de los Banu-Gómez? Qué es un mozárabe, un cristiano de lengua árabe o un cristiano que vive bajo dominio árabe? No veo por qué tenían que ser todos fugitivos. Es mozárabe la arquitectura de los reinos cristianos que se tiene como tal o una evolución de la tradición preexistente en esos territorios?” En el contexto que hablamos (siglos VIII-IX), mozárabe es un indígena peninsular que tiene como religión la cristiana. Muladí sería un primo de ese mismo indígena, pero que le reza a Alá. En este momento, tanto importa la religión como el origo. Por ejemplo, Ibn Hafsun, muladí protagonista de una prolongada rebelión contra los omeyas en Bobastro: de familia noble visigoda, por medio de pactos mantuvieron ostentando el poder sobre sus propiedades, aunque se hubiesen convertido a la fe islámica. En los últimos tiempos de su vida, se convirtió al cristianismo, y con ese rito fue enterrado.



    Los árabes de al-Andalus eran muy racistas, de ahí su afición a la genealogía para remontar sus raíces al Yemen. Aunque muladíes y mozárabes se diferenciasen por la religión, más que esa distinción se equiparaban por su condición de indígenas: Ibn Hafsun es un claro ejemplo. ¿Muladí o mozárabe? Indígena, sin duda. Su conversión demuestra que más que religioso, el conflicto de árabes de pura cepa, bEREBERES, muladíes y mozárabes es por el poder. La rebelión de los mozárabes-mártires cordobeses (muchos de ellos de familias aristocráticas) está en función de la pérdida de poder y de influencia que va teniendo el cristianismo dentro de al-Andalus. El cordobés Eulogio, narrando el martirio de sus compañeros, se lamentaba que entonces sólo uno de cada mil cristianos supiese entender la lengua latina. Son esos emigrantes mozárabes (o indígenas si se quiere mejor), laicos y religiosos, que han perdido el poder del que tradicionalmente disfrutaron en los primeros tiempos de al-Andalus, los que se inventan Covadonga como germen de la reconquista cristiana.


    Y sobre la cita siguiente, dos comentarios: “La escasa romanización de los pueblos del Norte es otra simplificación recurrente. Ya la defendía Sánchez Albornoz para luego concluir en que, por lo menos en el caso de Galicia, acabar señalando el continuismo de la estructura social. Ya hacia siglos que, fuera de los vascos , todos eran latinos y cristianos.”


    Uno, los sirios del yund, cuando se instalan definitivamente en la Península, tienen como función principal garantizar la fiscalidad, de cobrar los tributos y de imponer la paz (que permita producir para cobrar, por supuesto). En los quince años que transcurren desde que vienen hasta que el exiliado omeya Abd al-Rahmán llega a la Península, los sirios no hacen ni una sola incursión por tierras del norte. Con visión funcionalista, si lo que les movía era la rentabilidad, puede entenderse que en vez de mayor o menor romanización de esa zona, lo que tenían esas tierras era una menor productividad para un soldado sirio que, cíclicamente, iba a “ordeñar” a los paisanos; y que les interesaba más consolidarse en los ricos valles del Guadalquivir o del Ebro, por ejemplo, antes que en esas tierras de las que poco podrían esquilmar. Cuando toma el poder Abd al-Rhamán comienzan otra vez las incursiones al norte.


    Segundo: ¡¡¡Por los clavos de Cristo!!!!!!!!! ¿todos latinos y cristianos fuera de los vascos? ¿Y las cruces de Veleia con San Juan y la Virgen? ¿Y Parmenio, ein? ¡Era criatianíiisimo y políglota! Escribía en su lengua vernácula, latín (aunque casposo), en egipcio, y hasta es posible que tuviese conocimientos de sánscrito y arameo antiguo (perdona, Bergan, sabes que es broma y que en absoluto esta tontería de arriba tiene nada que ver contigo, no quiero molestarte y te pido disculpas si ha pasado, pero es que no he podido resistirme).

  7. #7 amaco 13 de feb. 2008

    En la línea de Teshub, a mi me parece claro que los primeros "reyes" ástures, así como los musulmanes, trataban de legitimarse buscando continuidad con la situación político-administrativa previa.
    En primer lugar, el átaque musulman se dirige principalmente a las capitales ducales previas: Lugo, Astorga-León, Braga,... Munuza, el gobernador musulmán asentado en Gijón-León (?) legitima su control pretendiendo a la hermana de Pelayo, que según las crónicas fue hijo de un duque, y muy probablemente el de Asturias (cuando digo Asturias, me refiero a la Asturias de la época, no sólo al territorio transmontano). Posteriormente Pelayo casa a su hija con el hijo del duque de Cantabria. Es uan hipótesis, claro, pero en mi opinión bastante probable.
    Por otra parte tendríamos distintos poderes locales: el de Pelayo y posiblemente otros, autónomos, en Astorga, León, Britonia, Lugo,... Cuando los bEREBERES se fueron es sabido que estas ciudades, yasí como el resto de territorio, no quedaron despoblados, puesto que arqueológicamente se ha demostrado continuidad poblacional. Y si no estaban en el ámbito del núcleo transmontano y tampoco bajo el poder de Córdoba, es evidente que existían éstos grupos autónomos, en competencia con otros (no dejaron crónicas) o en alianza (repoblación), que permitieron la extensión del reino de los Astures. No me parece casual la elección de la ciudad ástur de León, como nueva sede regia, tanto por su prestigio militar (sede de la única legión romana en Hispania) como por su condición central, junto con Astorga, tanto administrativa como religiosa, de la provincia asturiense, y uno de los centros más importantes de Galicia (como reminiscencia de esta provincia tardorromana que llegó hasta la Edad Media).

  8. #8 Beturio 13 de feb. 2008

    Amaco #155 escribe: "me parece claro que los primeros "reyes" ástures, así como los musulmanes, trataban de legitimarse buscando continuidad con la situación político-administrativa previa". Difícilmente podrían legitimarse como reyes si aceptaban pagar tributos y eran sumisos a los gobernadores de los omeyas, al menos los reyes anteriores y posteriores a Alfonso I. Vuelvo a copiar de José Luis Martín, op. cit.: "Sólo a mediados del siglo, cuando Alfonso I destruye las guarniciones abandonadas por los beréberes y lleva consigo al retirarse a los habitantes de las zonas devastadas, puede hablarse de los orígenes de un reino astur cristianizado y con un contingente importante de hispanogodos que acabarán controlando política e ideológicamente el nuevo reino, independiente mientras las guerras civiles impiden a los emires ocuparse de los rebeldes del norte; bastará que Abd al-Rahman se proclame emir (756) y pacifique al-Andalus para que el reino asturleonés vuelva a convertirse en vasallo de Córdoba durante los reinados de Aurelio, Silo, Mauregato y Vermudo (768-791) que siguieron una política de amistad y sumisión hacia los musulmanes". Alfonso II volvió a tomar la senda de su homónimo.

    También de Amaco #155: "Munuza, el gobernador musulmán asentado en Gijón-León (?) legitima su control pretendiendo a la hermana de Pelayo, que según las crónicas fue hijo de un duque, y muy probablemente el de Asturias (cuando digo Asturias, me refiero a la Asturias de la época, no sólo al territorio transmontano). Posteriormente Pelayo casa a su hija con el hijo del duque de Cantabria. Es uan hipótesis, claro, pero en mi opinión bastante probable". El único Munuza que conozco es el ya citado arriba en mis post: asentado en la zona de la actual Cerdaña, entabló fuertes vínculos con la aristocracia goda local, casándose con la hija del conde de Narbona, Eudes. Se rebeló contra el poder omeya, y fue derrotado antes de la fitna, de la sublevación de los beréberes y la llegada del yund sirio. Esto prueba que uno de los modos con los que los musulmanes consiguieron el control fue mediante una política de pactos: la oligarquía musulmana y los aristócratas nativos se unen para seguir mantiendo el poder y la autoridad en sus territorios.

    En cuanto al comentario de grupos fragmentados al comienzo en el norte peninsular, es muy probable. Este texto también es de Martín: "Durante los cien primeros años de su historia, el reino astur permanece a la defensiva, protegido de los ataques musulmanes por las montañas y por las revueltas de los muladíes fronterizos, e intenta unificar el conglomerado de pueblos que lo forman, gallegos, astures, cántabros y vascos, en numerosas ocasiones enfrentados entre sí o rebeldes al incipiente poder central, según recuerdan las crónicas de Alfonso III: ‘Fruela… a los vascones, que se habían rebelado los venció y sometió… Silo… a los pueblos de Galicia que se rebelaron contra él los venció en combate… Alfonso… expulsado del reino se quedó entre los parientes de su madre en Álava."

  9. #9 Beturio 14 de feb. 2008

    Pues sigo con las cabilaciones o barruntos, pues Bergan hablaba con propiedad del término "feudalización" que copié del texto de Martín respecto a la última época visigoda.


    Creo que en justicia sólo cabe entender ese proceso feudal de abajo hacia arriba: o sea, sievos o colonos agrícolas establecen un pacto personal con el señor que tiene el poder, entregan sus tierras a cambio de protección y poder trabajarlas, aunque a cambio deban cambiar cíclicamente el azadón por la lanza en función de los intereses de su señor. Y entre estos intereses no estaba el mandar a sus vasallos a guerrear en las campañas ordenadas por el rey.


    No creo que en la cúspide de la sociedad hispano-visigoda hubiese esa "feudalización", sino al contrario, lo que hubo fue una taifalización [sic, bonito palabro] galopante: todo aristócrata únicamente estaba interesado en mantener su cuota de poder y acrecentarla. Los intereses del estado, el buen común... eran cuestiones que se las traían al fresco. A esto contribuía grandemente el sistema electivo de la monarquía: para su elección, los candidatos han de repartir tierras, prebendas y mercedes entre sus partidarios; éstos no las toman en usufructo, sino que las consideran como de su pleno dominio: así se disminuye poco a poco el patrimonio y el poder de la realeza, a la par que se van engrandeciendo los (proto-taifas) nobles godos. Algunos reyes fuertes quizá se percataron del problema de fondo que suponía la sucesion, e intentaron cambiar el sistema por sucesiòn directa, como Leovigildo o Chindasvinto, pero al final el sector "nacionalista" visigodo, el principal interesado en mantener y ampliar sus privilegios, consiguió continuar con el sistema electivo.


    Esta desintegración del estado, esta taifaliazación galopante propició la rápida conquista, a la par que es la cuestiòn de fondo de sucesos muy posteriores, como las rebeliones muladíes al poder central omeya:


    Cuentan las crónicas árabes que al desembarcar Tariq en la Península, los tres hijos de Witiza, que se consideran tenían los derechos de sucesion -por lo que Pelayo sería un usurpador-, entablaron conversación con el comandante de las fuerzas musulmanas, y a cambio de abstenerse en el combate, siguieron teniendo el dominio sobre las tres mil aldeas de su padre. Aunque no fuesen demasiados soldados (unos siete mil se estima), lo musulmanes estaban aislados de sus bases, y sin una colaboración directa de los nativos para sumantenimiento, díficilmente hubiesen podido emprender campañas de conquista, habrían sido más de saqueo, de aprovisionamiento. Unos nobles indígenas hispano-visigodos entablaron alianzas matrimoniales con la aristocracia conquistadora (Teodomiro); otros se convirtieron al Islam (el conde Casio, de los Banu-Qasi posteriores), pero todos, en conjunto estaban contentos y felices de seguir siendo los dueños absolutos de sus posesiones, sólo a cambio del pago de un tributo prefijado a los gobernadores primero y a los emires después. Tan a gusgo estaban con esta situación, que cuando los árabes de la primera oleada (baladíes) estaban en guerra con los beréberes primero y los árabes de la segunda oledada después (el yund sirio), en vez de esperar a que se destrozaran o rebelarse y obtener el poder, un hijo de Witiza, Artobás, intercedió para que los sirios se asentaran en diversos lugares de la península, facilitando que realizasen el control y el orden social necesario para que los súbditos pudiesen ser esquilmados cíclicamente. Tiempo después los descendientes de aquellos nobles visigodos ahora convertidos al Islam pero que seguían manteniendo el poder en sus territorios, se rebelaron fieramente cuando los omeyas intentaron imponer su poder central y acabar con sus priviligios. La importancia de estos nobles indígenes musulmanizados hasta que el primer califa los domina no fue pequeña, la citada familia de los Banu-Qasi, por ejemplo, tuvo una especial importancia en la gestación del reino de navarra.


    Quizá, como dice Bergan, las gestas de Alfonso I se magnificaron en las crónicas propagandísticas, lo cierto es que tuvo una coyuntura favorable que supo aprovechar: las guarniciones beréberes de las poblaciones norteñas fueron abandonadas durante la fitna, y el yund sirio no emprendió ni una sola campaña contra ellos antes de la llegada del exiliado omeya Abd al-Rahmán. Cuando éste alcanza el emirato y se independiza de sus enemigos abbasíes, reempende las campañas de sumisión al norte, pagándole tributo Mauregato y otros reyes, hasta que Alfonso II le da un giro a la medrosa actuacion de sus predecesores.


    Por cierto, que consultando fechas en el Atlas de Kinder he visto la cita de Pelayo, copio literal:"Pelayo (718-37) no es el restaurador del Estado visigodo, sino 'un rey nuevo que reina sobre un pueblo nuevo' (sg. Ibn Jaldún)". Coincido plenamente con Ibn Jaldún, porque en gran medida los continuadores de la legitimidad visigoda (si legítima fue esa taifalización y aunque incorporada al imperio omeya), fueron los musulmanes. Que le preguntasen si no a Artobás, visigodo y cañí de pura raza.


    Un saludo.

  10. #10 Paco2 23 de feb. 2008

    Manzano Moreno, Eduardo, quise decir, como autos del libro referido.


    En casi todo lo que se lee hay algo de verdad, subjetiva, nacionalista a veces, pero verdad. Pero no es nunca la verdad de lo que ocurrió, por la razón de que no se sabe, ya que no  estábamos allí, y las fuentes son inexistentes. Sólo la Crónica Mozárabe de 754 es algo coetánea, muy parca  y es interesadamente cristiana, obra de un clérigo, que, por cierto no menciona a Covadonga ni a Pelayo. Todas las demás fuentes son muy posteriores, de orígen palatino, y justificadoras de los príncipes, Astures u Omeyas, que las encargan y pagan.


    Ni los árabes tenían un propósito decidido de ocupar Europa (que no existía como concepto) ni Roma, ni los astures tenían el de recuperar lo perdido. No existían las naciones en el sentido actual, ni los estados, ni las fronteras fijas. Existían vecinos  con los que comerciar o a los que combatir para acrecentar poer o para no perderlo.


    No nació España en Asturias, ni allí se fundó el Imperio Español. No se inició reconquista alguna en Asturias ni en ningún sitio, aunque luego se invente haber sido así.


    Los obispos de Al Andalus cuando convocaban concilios se dirigían al emir o califa de turno como "Hispaniarum Rex". La voz español no es castallena, sino francesa, y los francos llamaban hispanos a los habitantes de Al Andalus.


    Los reinos del Norte eran marcas del imperio carolingio o romano germánico, y sus reyezuelos eran vasallos de aquellos, tierra de casi nadie entre dos poderes enfrentados: Occidente o Norte, de un lado y Oriente o Mediterráneo de otro.


    Lo árabe no era ajeno a la Bética o a Hispania, porque lo oriental también fue romano y los sirios de Baly, como los bEREBERES , estaban romanizados, aunque cambiando o entrace de cambiar de religión. Quizás por ello, la conquista árabe fue tan facil; parece que en Andalucía al menos no se les vio como invasores, sino como continuadores de una civilización urbana, comercial, que restablecía el orden y el comercio en el Mediterráneo, algo tan caro al espiritu bético romano de la época. No hay que olvidar que Bizancio estuvo en Andalucía- Murcia hasta fines del siglo VI, pese a los godos, cuya forma de vida y de organización social y económica, parece repugnaba a los pueblos cultos del sur. No es casualidad que las revueltas organizadas contra los godos fueran las de la clase senatorial betica, aunque a veces tuvieran por jefes a caudillos godos, caso de Hermenegildo.


    Los árabo-bEREBERES fueron pocos al principio, fueron creciendo luego, pero no era extraño pues el Estrecho de Gibraltar es (ahora ya no) desde hace milenios, una autopista que se cruzaba en los dos sentidos sin ningún problema, y así siguió siendo tras la caida de Roma.


    La dialéctica Norte-Sur, Oriente-Occidente sigue existiendo; sólo hay que ver el apasionamiento en el debate.


    En paises como los actuales Marruecos o Egipto, se considera que hay un 10%, aproximadamente, de habitantes de orígen árabe: el resto son egipcios de orígen o bEREBERES. Aquí debió ocurrir igual. Por el hecho de que hayamos cambiado de religión unas cuantas veces, no debe inferirse que hemos hecho exterminio sy repoblaciones totales de población. Todos somos, de alguna manera íberos, celtas, romanos, andalusies y francos, por la sencilla razón de que siempre hemos sido los mismos, una vez al norte del rio tal y otras veces al sur del cual.


    Hubo invasión, por supuesto, y resistencias (ojo, no nacionales), pero el substrato poblacional fue siempre el mismo, así que el que hable de moros despectivamente refiriéndose a los andalusíes, que tenga en cuenta que está hablando de si mismo.


    Las posiciones más radicales olvidan que no podemos hablar de Argantonio, Columela, Lucano o Séneca, si hacemos un paréntesis de casi mil años, con Averroes, Maimónides, Ibn Arabí, Ibn Hazm  o Abulcascais, porque nos hemos cargado un milenio de continuidad biológica, y hasta cultural.


    Perdón por el enrollamiento.


     


     

  11. #11 Moulin De Avar 08 de abr. 2008

     


    Ñervatu, es interesante este tema, sin duda.


    En mi opinión, magnificas la importancia de la escaramuza de Covadonga, pero efectivamente fue un punto de partida para la construcción de los reinos hispanos occidentales y esto es muy difícil ignorarlo o borrarlo de un plumazo. No entiendo ese interés (o sí…)  por ignorar el hecho de que existía una clara idea desde mediados del VIII, de recomponer el territorio hispano tal cual era en tiempos de domino de Roma. Parece ser que los documentos con que podemos afirmarlo ¡no existen! Es incomprensible esto.


    Coincido con quienes afirman que la batalla de Poitiers fue realmente decisiva para detener el empuje musulmán.


    Coincido en que había una intención manifiesta por los califas de invadir todo el territorio del Imperio Romano y apoderarse de todo el mundo que podían conocer entonces. La invasión de Hispania fue en principio el resultado de un tanteo y una decisión personal de Musa, sin que el califa Al Salid, se enterase, pero eso no invalida que la decisión de aquel de invadir las ricas tierras hispanas no fuese un objetivo en la mente del de Damasco. Cuando Musa cruza el Estrecho en el 712 con los 18.000 qaysíes y yemeníes, el califa lo sabe ya y cuando en el 713 le ordena regresar a Damasco para que le informe, ya está en la mente del Califa el siguiente paso. Llegar hasta donde llegaron en tierras francas, no fue algo casual, como pretenden algunos, y que hacen ver a los musulmanes como si fueran invitados o libertadores, la Jihad no existe, claro. Allá el que se lo crea. La pinza contra el centro del Imperio estaba muy clara y hay que ser verdaderamente obtuso para no evidenciar tal cosa, con todos los datos y documentos a nuestro alcance. La conquista de la narbonensis era resultado de la idea expansionista, y si no empujaron más fue porque sus propias rivalidades, entre clanes árabes, por un lado y entre bEREBERES y los árabes por otro, lo impidieron, afortunadamente, contentándose con las incursiones hacia el interior de la Galia.  Los árabes podían ser gentes con mente pastoril, pero ya sabían cuales eran los límites del Imperio y las tierras inmensamente ricas que contenía, eso para gentes acostumbradas a privaciones y una vida muy dura, era poseer el paraíso en la tierra, sin necesidad de tener que morir para conseguirlo.


    El tamaño de las fuerzas musulmanas sí tiene importancia, y aunque no fueran enormes, si se le añade la descomposición interna del reino visigodo, fueron más que suficientes.


    Sin que me retes a duelo ;-) No comparto lo que dices sobre el total de fuerzas de los ejércitos imperiales en el Bajo Imperio y no sé a que período exacto te refieres. No entiendo bien como divides en dos grandes grupos de 50.000 efectivos los ejércitos de maniobra, pues había 4 ejércitos que sepamos, a mediados del IV (3 bajo mando de un Magister Militum y uno –el praesental- bajo mando directo del emperador) de fuerza variable pero que podían alcanzar hasta 40.000 efectivos cada uno de ellos. Posteriormente se añaden más conforme las amenazas crecen, como sucede en Britania, en África y en Tracia. Después de la división del Imperio, solo con que leas la Notitia Dignitatum, descubres que a principios del siglo V, la fuerza total de los comitatenses estaba entre 190.000 y 200.000 efectivos. No hay duda de que a mediados del VI, cuando la peste se extiende por parte del territorio imperial, merma la capacidad de reclutamiento, pero aún así era muy superior a los 100.000 de conjunto que dices.


    1- No tiene ninguna base afirmar que los limitanei eran de nulo valor combativo. Me temo que confundes en base a algunos autores, la escala jerárquica social (con la diferencia de paga y status, por supuesto) de los diferentes tipos de tropa con su eficacia. Si bien los limitanei estaban por debajo de los comitatenses y estos a su vez de los palatini, su valor combativo era más que aceptable, primero porque al estar en la frontera siempre estaban comprometidos en choques constantes con los bárbaros, lo que les daba una experiencia real de combate y en ocasiones eran empleados en campañas junto con los comitatenses. Sobre ellos recaía la primera defensa y si hubieran sido nulos, todas las invasiones de hordas bárbaras hubieran penetrado los limes y eso no fue así. Los limitanei desaparecen prácticamente a mediados del V, y seguramente la peste tuvo mucho que ver en esta disminución, además de la pérdida de territorios.


    2-Los comitatenses cada vez más, estuvieron en posiciones estáticas y dedicados la mayor parte del tiempo a la agricultura, asemejándose en parte a los limitanei, en su mayoría pertenecientes al campesinado. Paralelamente parte de las funciones de los ejércitos de maniobra fue encomendada a los aliados bárbaros que llegaron a ser muy significativas desde el V. El resultado fue que cuando se entraba en campaña, los ejércitos de maniobra incluían efectivos de: los palatini, de los comitatenses, de los limitanei y de los bárbaros.


    3-La pérdida de capacidad en recursos humanos en base a ciudadanos romanos, fue compensada por la necesidad de recurrir a los bárbaros, cada vez en mayor medida.


    4-No sé quién podría dar unas cifras lo más exactas posibles que pudieron tener los ejércitos de los reyes visigodos, pero ciertamente que no pudieron sobrepasar los que ponían en campaña los emperadores romanos de los siglos V y VI y las cifras que tenemos de estos, más fiables, otorgan a estos ejércitos alrededor de 30.000 efectivos.


    5-Por parte musulmana tenemos que tomar la cifra total de 30.000 como aproximada, puesto que entra dentro de lo posible, otra cosa sería la calidad de las mismas. En todo caso la cifra solo se refiere al número de guerreros, a los que hay que añadir los esclavos, servidores y la familia que llevaran consigo y no podría ser despreciable.  Sin embargo de los 30.000 combatientes algunos regresan y no se desplazaron en conjunto.


    .

  12. #12 Moulin De Avar 13 de abr. 2008

    F.: No me quiero extender en los limitanei, pero no es que estuvieran en batallas es que se incorporaban a los ejércitos en campaña y cuando lo hacían recibían el nombre de pseudocomitatenses. Realmente algunas legiones, cohortes o auxilia, incluso no tenían valor combativo alto, pero los que recibían las incursiones de los bárbaros de contínuo, tanto de los de la otra orilla del en el Danubio, como en el Rhin estaban acostumbrados a sacudirse el polvo de las lorigas con el acero y no solo servían para detener a cuatro desharrapados que robaban media docena de gallináceas. ;-) La primera línea defensiva que ellos formaban no era solo un recurso retórico de quién lo escribía. A gran escala no podían detener una invasión, pero no por falta de combatitividad, sino porque a pesar de formar legiones en número de 6000, estaban distribuidos en puestos fijos que resistían lo suficiente para permitir que los ejércitos móviles acudieran a taponar la brecha, tal cual se había diseñado el sistema defensivo desde finales del III.


    Ñervatu, esto no es así: 8º Ese balón de Oxígeno permitió a los francos en la Galia y a la resistencia Astur-Cántabra en Hispania reorganizarse y recuperarse de la sorpresa para fortificarse, rearmarse y aprovechando las discordias entre los junds árabes y los bEREBERES llevar la frontera hasta el Duero.


    Puede que para los astures fuese así, pero para los francos NO, estos tenían suficiente fuerza para hacer solos lo que hicieron, no necesitaban ningún balón de oxígeno y menos les afectaba lo que sucediese en unas peñas remotas por unos protagonistas en escaso número.


    Lo cierto es que como ya se ha dicho por algunos aquí, muy acertadamente, no hay fuentes árabes coetáneas que registren "lo de los asnos degustadores de miel" en el momento en que sucedió, la única que conocemos, muyyyyy posterior, encima no le da ninguna importancia. Pero sí hay fuentes que relatan los acontecimientos con los francos mucho más cercanas a los hechos allende el Pirineo y a ellos sí le dedican muchísima más atención que a los "pelayo-boys".


    Te sugiero que releas otra vez esas fuentes, también las fuentes galas como al Crónica de Moissac y los Anales de Aniano, además de que otra vez, tires de la Crónica Mozárabe, para que compares, solo eso, entre acontecimeintos que atañen a los hispanos y a los francos, durante la primera mitad del VIII.


    Es evidente que no se puede obviar que había una España musulmana, y que sí puede, y debe, ser tenida en cuenta para entender la historia de España en general. Otra cosa es como enfocarla posteriormente, o como dotar a la idea de España de un soporte continuista lo más acertado posible, que no podría ser otro que la herencia romana, incluída, y tampoco puede ser de otra manera, la implantación progresiva del cristianismo en la sociedad hispano-romana primero y en la hispano visigótica después, en la búsqueda de lo más aproximado posible que pudo tener esa fé en aquella sociedad del VIII, para que la consideremos homogénea a la hora de hablar ya de España como realidad física y cultural perfectamente diferenciada.


    Luego podemos entender cada uno como queremos acometer la idea de España. En base a sí la España musulmana estába más cerca de la cultura arábigo-africana y  la España cristiana estaba más cerca de la Europa romanizada que llevó después al desarrollo de la que ahora es la llamada cultura occidental, que por cierto es la que todas las naciones, pueblos y gentes, ahora mismo, salvo algunos pocos enriscados, quieren acceder y asimilar ¿o no?


    Y ahí se queda


    En cuanto a las mezclas, pues está muy bien para los cócteles, pero aplicado al ser humano, es una utopía, como sabemos, la historia nos lo demuestra cada día y con salir a la calle lo comprueba uno mismo, los grupos sociales diferentes terminan unos por ser fagocitados por otros, asimilados los menos fuertes o destruidos y aniquilados en el peor de los casos y cuando conviven lo hacen separadamente, sin mezclarse y si eso sucede hasta cuando dos grupos son culturalmente muy próximos, ya hemos visto lo que sucede cuando son muy diferentes y más cuando son antagónicos.


    Siempre ha habido migraciones, siempre ha habido grups diferenciados en las sociedades, no solo ahora y en España, la diferencia es que ahora llegan mucho más rápido y pueden llegar a ser mucho más numerosos en poco tiempo, eso no dará una sociedad mixta, como algunos creen, lo que generará es un conflicto en generaciones futuras. ¿Futurismo? en absoluto, lo sabeis bien, la historia es cruda al respecto.


    Saludos.


     

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