Autor: Servan
miércoles, 21 de marzo de 2007
Sección: Artículos generales
Información publicada por: Servan


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Inmigraciones americanas y tuberculosis

Esto debiera ser propiamente una pregunta y no un artículo, pero dada su extensión me pareció más prudente presentarlo así.
La TBC, la defensa inmune a la tisis, así como la tolerancia a la lactosa, se asocian a la domesticación bovina..
Sin duda la población americana sufrió el contacto con la TBC durante la conquista. Hasta el día de hoy un apellido indígena o rasgos fenotípicos, me parecen razón suficiente para solicitar investigación de TBC; hay una respuesta inmunitaria deficiente al m. tuberculoso.
Sabemos que micobacterios se encontraban en rebaños de bóvidos salvajes (bisontes) y numerosos autores señalan el mal de Pott (que se manifiesta en 1% de las tisis), ya sea en restos óseos prehispánicos, o en motivos de alfarería precolombina.
Lombardi y García encuentran mal de Pott en 0.5% de las momias de Chungará.
La representación de jorobados es frecuente en América, en relaciòn al viejo dios del fuego y del dios atmosférico. Quizá se atribuía la deformación a la acción del rayo. Muchos cerros americanos se llaman Corcovado.
Hasta el día de hoy en Chile se adjudica a los gibosos el dar buena suerte en el juego (ignoro si ocurre lo mismo en España). Estos dioses jorobados dispensan la fortuna y dan suerte en el amor. Son semejantes al Bes fálico egipcio.
Sin embargo tengo una duda. ¿Pueden restos óseos ser patognomónicos de tisis? Las lesiones del mal de Pott son semejantes a las producidas por otros agentes patógenos, así como metástasis neoplásicas.
Salo describe una momia con segmentos de DNA de m. tuberculoso (1994), discutido por Stead.
Tengo la duda de qué tipo de micobacterias hubo en América precolombina, m. avis, bovis, etc.
Las modernas tecnologías permiten decodificar el genoma de las micobacterias, incluyendo el BCG.
Si hubiesen existido en América precolombina cepas semejantes a las eurasiáticas, podría uno suponer inmigraciones eurasiáticas en los últimos 8 000 años, que hubiesen llegado v. gr. con las lenguas dené.


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Comentarios

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  1. #1 Onnega 21 de mar. 2007

    Servan, te he mirado en Paleopatología, de Domingo Campillo, Barcelona, Fundación Uriach, 1993, 2 vol., tomo I, pg. 81-4.

    TUBERCULOSIS
    La enfermedad no deja lesiones óseas patognomónicas. Se adjunta un esquema comparativo diferencial entre las lesiones sifilíticas, tuberculosas y neoplásicas (metástasis) a nivel del cráneo, observándose semejanzas en las lesiones producidas por las tres enfermedades: enjambre de orificios, cavitación superficial y perforación prácticamente idénticas.

    “Solamente en algunos casos el diagnóstico puede considerarse como bastante verosímil. Al igual que ocurría con la lúes, también se ha discutido su presencia en la América precolombina […] estudios recientes (Buikstra) demuestran la presencia de la forma osteoarticular en América, e incluso la presencia del bacilo de Kock en granulomas pulmonares en momias peruanas (Allison). El mayor auge de la enfermedad después de la colonización hispana, posiblemente fue secundario a la pobreza, al hacinamiento en las ciudades y a las míseras condiciones en que vivían los amerindios y los esclavos.

    Con respecto a la antigüedad de la enfermedad también se obServan notables discrepancias. Así Sladen creyó ver tuberculosis vertebral en un dinosaurio. Snure en la pelvis de un Smilodon Californicus y Walther en un Ursus Spelaeus. Pero los casos de Sladen y Snure no han sido aceptados y el de ursus es acogido con muchas reservas.

    Se ha pensado que el mal de Pott habría sido frecuente en el hombre por la existencia de figuritas con cifosis dorsal, pero si bien en algunas de ellas la cifosis parece muy evidente, en otras la pretendida “giba” incluso podría ser una mochila. Se debe señalar además que no es la tuberculosis ósea la causa exclusiva de las jorobas.

    El caso más antiguo sería de época neolítica, estudiado por Paul Bartels en 1907. En este caso aparece la alteración de las vértebras dorsales D3 a D6 con sinostosis de D4 y D5. Pertenecientes a épocas más recientes se han descrito casos en Dinamarca, Francia, Egipto, etc., estando también presente en Hispanoamérica, si bien hemos de destacar que los diagnósticos plenamente verosímiles no son muchos y que, en algunos casos, las lesiones no son vertebrales y afectan a otras articulaciones, como la rodilla o la cadera.

    Por nuestra parte hemos tenido la oportunidad de estudiar cuatro casos de tuberculosis osteoarticular, todos ellos de época medieval, que se corresponderían a una espina ventosa, un mal de Pott, una gonartria tuberculosa y una osteítis costal. Todos ellos corresponden a pequeños núcleos de población rural, y probablemente la transmisión habría sido por la ingesta de leche vacuna contaminada por el Mycobacterium tuberculosis bovis, que según los trabajos de Sutherland, suele ser el responsable de la mayoría de las formas osteoarticulares”.

    -Allison MJ y Gerszten E: Paleopathology in South American mummies. Richmond, University of Virginia, 1982.
    -Campillo D: Journal of Paleopathology, 1989, 3(1), pg. 7-14. Es donde estudia los casos españoles de la necrópolis medieval de Santa Eulalia de Riuprimer.

    Saludos

  2. #2 Onnega 21 de mar. 2007

    Servan, le he pasado tu pregunta a mi marido y me dice que es correcto lo que te he puesto de Campillo y que no deja lesiones óseas patognomónicas. Le ha parecido muy interesante lo que dices y lo va aconsultar con un compañero, experto internacional en TB. Te mantendré informado.

  3. Hay 2 comentarios.
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