Autor: moriarty
sábado, 27 de enero de 2007
Sección: Artículos generales
Información publicada por: moriarty


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formación de las ciudades

Acerca de la formación de las ciudades

El año pasado falleció Javier García-Bellido, persona excepcional y urbanista pionero, cuya cultura enciclopédica le permitió dar a luz a una tesis doctoral cuyos frutos, a mi modo de ver, se prologarán durante mucho tiempo. El texto completo, dedicado en su primera parte a la elaboración de una nueva ciencia dedicada a las ciudades, que él llamó coranomía, y que continúa con una serie de aplicaciones prácticas dedicadas, entre otros temas, a la formación de la ciudad islámica, se puede consultar en su página web personal. Como humilde homenaje García-Bellido me gustaría incluir unas reflexionees de tipo conceptual dedicados a un tema de carácter teórico, como es del origen de las ciudades, en el que espero encontrar un campo en el que muchos de vosotros podáis oPinar, con independencia del período histórico objeto de vuestro interés, y en el que me ayudéis a enriquecer una serie de conceptos que hasta ahora me parece que han quedado algo difusos.
Saludos a todos

En los estudios sobre urbanismo histórico, las ciudades han sido clasificadas y agrupadas siguiendo criterios de tipo funcional, temporal, geográfico, etc.; los más utilizados han sido los que se refieren al origen y a la morfología, aspectos que en efecto pueden estar relacionados pero que a veces no han sido deslindados claramente, por lo que es frecuente hallar términos de carácter histórico para definir aspectos estrictamente formales y viceversa. Veamos un ejemplo, Spiro Kostof afirma que “convencionalmente se definen dos tipos de ciudades: aquellas basadas en un diseño consciente, establecido en un momento dado en el nombre de una autoridad supervisora, y aquellas otras que crecieron naturalmente, sin someterse a otro esquema maestro que el paso del tiempo, la orografía del terreno y la vida cotidiana de sus habitantes (…) Las ciudades de este último tipo, las que no se beneficiaron de la labor de diseñadores, son denominadas “irregulares”, “no planificadas”, “espontáneas” o, más frecuentemente y quizás de forma más precisa, “orgánicas” . Como podemos comprobar, para definir un determinado tipo de ciudad Kostof utiliza como sinónimos tanto términos relativos a la historia de sus orígenes: así, “no planificadas” o “espontáneas”, junto a otros estrictamente morfológicos, como “irregular” y “orgánica”. De esta manera nos movemos en una imprecisión conceptual grave pues se parte implícitamente de la aceptación de que toda ciudad “creada” es regular mientras que la “espontánea” es irregular, lo que creo que no es cierto pero que, en todo caso, debería ser demostrado previamente.
Según su origen podemos agrupar las ciudades en dos categorías: “creadas” y “espontáneas”. Las primeras serían aquéllas que surgen por la decisión de la autoridad de turno y las segundas las que se establecen por la voluntad de sus propios pobladores, sin que medie decisión exterior alguna. Estas dos categorías admiten a su vez subdivisiones; por ejemplo, entre las ciudades “creadas” cabría distinguir aquéllas cuya finalidad era asegurar o explotar un territorio y en las que habitualmente no residía la autoridad que decidió su fundación, a las que podríamos denominar como estratégicas y, por otro, las creaciones principescas destinadas a ser capital y corte, a las que podríamos llamar ciudades palatinas o áulicas. Aparte de estas fundaciones vinculadas al poder, a lo largo de la historia ha tenido lugar la aparición de ciudades que no son auspiciadas por autoridad política alguna, sino que surgen de manera “espontánea”, a partir de la decisión de un grupo unido por vínculos familiares o tribales que se establece atraído por las posibilidades de explotación agrícola, comercial, estratégica e incluso industrial y construye de manera comunitaria las infraestructuras hidráulicas y defensivas necesarias. Soy partidario de no emplear los términos “creada” y “espontánea” pues, a pesar de su carga convencional, creo que son inexactos y encierran significados que desvirtúan el contenido real de lo que con ellas se pretende definir. El término “creada”, en rigor, se puede aplicar a todas las ciudades, con independencia de que hayan surgido por decisión del poder o de una comunidad; a estas últimas, por otra parte, nos parece inapropiado denominarlas “espontáneas” pues este término parece descartar toda voluntad creadora cuando, en realidad, ésta es imprescindible, aunque en este caso pueda ser colectiva y anónima. Por consiguiente, sería partidario de denominarlas “fundaciones oficiales” y “establecimientos autónomos”, aun siendo consciente de que estas expresiones tampoco son perfectas y que admitirían precisiones.
A medio camino entre el origen de la ciudad y su morfología se encuentra la planificación, otro concepto escurridizo cuyo manejo indiscriminado puede ser causa de problemas teóricos. Habitualmente se utiliza para denominar la intervención ordenadora, en diferentes grados, del poder de turno sobre el suelo urbano. Esta definición es sin duda reduccionista puesto que, en rigor, la planificación no tiene por qué emanar del estado y, de hecho, hasta en las alquerías campesinas más autónomas existe una selección de los espacios de habitación y circulación, dirigida por el cabeza o cabezas de familia. Por consiguiente, es necesario establecer una gradación para que el concepto resulte una herramienta útil. Creo que se podría hablares de “planificación total” en los casos extremos en que el poder decide desde la situación de los edificios públicos, el trazado de las murallas, el callejero y el parcelario hasta, eventualmente, la distribución interna de las viviendas. De “planificación parcial” cuando la ordenación se limita al establecimiento de ciertas construcciones gubernamentales y comunitarias, como la mezquita mayor, la residencia del gobernador o la muralla, y, a los sumo, al eje o ejes viarios principales. Y, finalmente, de “planificación comunitaria” cuando el ordenamiento se limita a los acuerdos de avecinamiento entre los pobladores y/o al respeto de los caminos y pasos preexistentes.
Tanto las ciudades “totalmente planificadas” como las “parcialmente planificadas” serían “fundaciones oficiales”; por lo general, las primeras son ciudades “áulicas” y las segundas “estratégicas”, pero esto no siempre es así: algunas fundaciones islámicas “estratégicas”, como ‘Anyâr o ‘Ayla, responden a un urbanismo totalmente planificado; mientras que otras de carácter “áulico” como por ejemplo la Fez de Idris II, se situarían entre las parcialmente planificadas. Desde el punto de vista histórico, la tercera categoría sí se distingue netamente de las otras dos porque comporta la ausencia de un poder externo más o menos ordenador y, por consiguiente, coincidiría con los que hemos denominado “establecimientos autónomos”.
Atendiendo a un punto de vista exclusivamente formal las ciudades se han clasificado tradicionalmente en dos grandes grupos: a las del primer grupo se les ha aplicado los adjetivos de “geométricas”, “ortogonales” o “hipodámicas” y al segundo “orgánicas”, “aleatorias” o “desordenadas”. García-Bellido admite esta distinción aunque prefiere utilizar las expresiones “morfología regular” y “morfología irregular o aleatoria” . En estos dos grupos se ha tratado de encuadrar realidades enormemente variadas que abarcan desde ciudades construidas a imagen y semejanza de los campamentos romanos hasta las laberínticas medinas tradicionales. Me parece más operativo dividirlas en tres categorías: “regulares”, “semiregulares” e “irregulares” puesto que esta manera de agruparlas previene ciertas confusiones y errores; conviene advertir, en primer lugar, que tal clasificación no está basada en una característica objetiva e indiscutible sino que se trata de una abstracción teórica destinada a facilitar nuestra aproximación puesto que, de hecho, las fronteras entre las categorías son arbitrarias. Llamaríamos regulares a aquellos paisajes urbanos cuyo callejero en su totalidad presenta una ordenación geométrica, sea ortogonal o de cualquier otra forma; de tendencia regular cuando sólo parte del callejero se dispone geométricamente e irregulares a aquéllos cuya red viaria no presenta ordenación geométrica alguna.
Las ciudades “regulares” en todo momento han sido objeto de “planificación total” y por tanto son siempre “fundaciones oficiales”. Las “semiregulares”, sin embargo, pueden ser resultado de planificaciones “parciales” o “comunitarias”. Haciendo el razonamiento a la inversa diríamos que las “fundaciones oficiales” pueden responder a las tres categorías formales, mientras que los “establecimientos autónomos” sólo pueden ser “irregulares” o “semiregulares”.
Evidentemente, las fundaciones oficiales totalmente planificadas también pueden, al cabo del tiempo, devenir en morfologías semiregulares e incluso irregulares, como sucedió con la Bagdad circular con el paso de los siglos, aunque esto forma parte de otro tema de estudio distinto de los fenómenos relacionados con la aparición de las ciudades, como son los procesos de evolución y transformación del tejido urbano.
Es importante tener presente lo hasta ahora comentado, puesto que la asociación automática por parte de algunos investigadores entre urbanismo “semiregular” con “planificación parcial” o incluso “planificación total”, lo que supuestamente implicaría la intervención ordenadora del estado, ha dado lugar a determinados errores de interpretación histórica de los que a continuación me ocuparé.
No es extraño que exista un cierto ordenamiento en asentamientos de carácter rural o semirural en los que hay que descartar la intervención organizadora de un poder extracomunitario, por ejemplo, cualquiera de las alquerías o poblados fortificados andalusíes que se vienen excavando: Bofilla , Los Guájares , Calasparra la Vieja , Jolopos o Siyâsa ; en todos ellos se puede comprobar que sus caseríos están más o menos ordenados y con frecuencia sus calles presentan trazados con cierta tendencia regular. Estaríamos, en definitiva, ante casos de “regularidad orgánica” generados por la “coherencia geográfica o geometría natural del espacio” o por la existencia subyacente de un proyecto previo de carácter agrícola (parcelación, irrigación o drenaje). Las tramas de tendencia regular han sido creadas por una voluntad planificadora, pero ésta no tiene por qué ser alguien o algo ajeno a la comunidad campesina pues la propia organización de los procesos de trabajo agrícola demanda formas geométricas y limitadas. Cuando sobre parcelarios así configurados se dan procesos de urbanización “espontáneos” se generan formas que no podemos considerar anárquicas ni totalmente carentes de orden. Este proceso ya fue documentado por Bonine en relación con las ciudades tradicionales de Irán, al demostrar que la disposición geométrica de muchas de ellas se debe al diseño de los espacios cultivados preexistentes y subyacentes .
Por otra parte, si no se tiene en cuenta que la acción de la autoridad puede ser laxa, como sucede en los asentamientos parcialmente planificados, también podemos incurrir en errores de bulto. Así, por ejemplo, en un trabajo muy reciente Petersen afirma “En otros casos tales como las ciudades de ‘Isbaita o Umm al-Jimal los asentamientos se desarrollaron de manera orgánica aparentemente independiente de cualquier principio planificador central. En estos casos, la ausencia de planta reticular refleja el hecho de que estas ciudades no fueron establecidas por el gobierno sino que fueron creaciones espontáneas” . Conforme a este razonamiento habría que deducir que Fez, Murcia o Badajoz fueron también establecimientos “espontáneos”, lo que sabemos que no es cierto gracias a las fuentes escritas.

Bibliografía citada
BERTRAND, M. et alii, "Poblamiento y explotación del territorio en la región de Guadix-Baza durante la época medieval", Anuario arqueológico de Andalucía, 1998, vol. II, pp. 56-67.
GARCÍA-BELLIDO y GARCÍA DE DIEGO, J., Coranomía. Los universales de la urbanística. Estudio sobre las estructuras generativas en las ciencias del territorio. Tesis Doctoral dirigida por el Dr. Luis Moya González, Madrid: Universidad Politécnica de Madrid, 1999.
GONZÁLEZ VILLAESCUSA, R., Las formas de los paisajes mediterráneos, Jaén, 2002.

KOSTOF, S., “The Design of Cities”, Places, vol. 5 nº 4 (2006), pp. 85-88.
LÓPEZ ELUM, P., La alquería islámica en Valencia. Estudio arqueológico de Bofilla. Siglos XI a XIV, Valencia, 1994.
NAVARRO PALAZÓN, J. y JIMÉNEZ CASTILLO, P., Siyâsa. Estudio arqueológico del despoblado andalusí (ss. XI-XIII), Murcia, 2005.
PETERSEN, A., The Towns of Palestine Under Muslim Rule AD 600-1600, BAR Internacional Series 1381, Oxford, 2005.
POZO MARTÍNEZ, I., “El despoblado islámico de “Villa Vieja”, Calasparra (Murcia). Memoria preliminar”, Miscelánea Medieval Murciana, XV (1989), pp. 185-212.
POZO MARTÍNEZ, I., “La alquería islámica de Villa Vieja (Calasparra, Murcia)”. Castrum 6. Maisons et espaces domestiques dans le Monde Méditerranéen au Moyen Âge, Roma-Madrid, 2000, pp. 165-175.


Relacionado con: Aymeric Picaud: Codex Calixtinus, Libro V, cap. VII.


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Comentarios

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  1. #1 moriarty 28 de ene. 2007

    Acabo de bajarme el artículo de Bielza. Tiene muy buena Pinta, las planimetrías son muy interesantes y bien hechas, muchas de ellas no las conocía (lo mío es el urbanismo islámico). Me pongo ahora mismo con él. Muchas gracias de nuevo Cadwaladr.

  2. Hay 1 comentarios.
    1

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