Autor: Cossus
miércoles, 02 de noviembre de 2005
Sección: Artículos generales
Información publicada por: Cossus


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1258: saqueo de Bagdad

A finales de 1257, Hulagu, pacificador de Persia y nieto de Gengis Khan, llega a las fronteras del Califato Abásida.

El Mongol demanda la capitulación inmediata del Califa o en su defecto la entrega de rehenes.

Ante la negativa del califa, Hulagu emprende una campaña que derivará en el saqueo y matanza de miles de ciudadanos de Bagdad, culminando la orgía de sangre con la ejecución del Califa.

Todo el mundo musulmán se sintió consternado.

Hulagu decide atacar el Califato

Bagdad, la Ciudad de la Paz de Las mil y una noches, fundada por los califas Abasidas, parientes del Profeta Mahoma, comendadores de los creyentes musulmanes, sufrió a manos de los mongoles, en el siglo 13, un sitio y devastación tales que cobraron dimensiones de epopeya en la mente de los musulmanes. Hasta ahora nada había igualado tal impacto psicológico como el cerco de Bush, en el siglo 21. Equivalente a las narraciones de CNN y Fox News, tenemos la crónica de Nasr Al-Din Tusi, quien acompañó a las tropas mongolas invasoras, ocho siglos atrás. Siguiendo a dicho autor se puede hacer una reconstrucción de hechos.

Hulagu, nieto de Gengis Khan, Regente de Persia y comandante de las huestes mongolas, llegó a la frontera del Iraq en el año 1257. Envió un ultimátum al Califa Abasida de Bagdad, le exigía que capitulara en persona o que entregara a sus cortesanos y ministros, en calidad de rehenes. Los embajadores de Bagdad intentaron disuadir al conquistador apelando al carisma sagrado y universal que rodeaba al califato: "si el califa es asesinado, si Bagdad es capturada, el mundo entero caerá en el caos, el sol ocultará su faz, la lluvia cesará y las plantas no crecerán". Hulagu consultó a un astrólogo de su Corte, un musulmán sunita, quien le advirtió que desistiera de sus planes de atacar Bagdad: "Todo aquel que lo intentó perdió su reino y su vida"; vaticinó además seis desastres naturales si Hulagu persistía. El Regente, insatisfecho, recurrió al consejo de Nasir Al-Din Tusi, musulmán shiita, y por tanto enemigo de los sunitas, quien dijo: "los cálculos astrológicos son incorrectos ninguno de esos desastres ocurrirá si atacas Bagdad... Hulagu reinará en lugar del Califa Mustasim y la Casa de Abbas, tío del Profeta, se extinguirá de la faz de la Tierra". Este segundo vaticinio complació mucho al cruel Hulagu.

La campaña

Al día siguiente, el poderoso ejército mongol cruzó el Tigris, llegó a las puertas de Bagdad el 15 de noviembre de 1257. Los mongoles saquearon inmisericordes las aldeas cercanas, los campesinos y pescadores fueron esclavizados. Sin embargo, intensas lluvias invernales provocaron que el río se desbordara, Bagdad parecía una isla en medio de un lago. El fango lo cubría todo y el ejército invasor se vio obligado a replegarse. Por un tiempo pareció que Allah protegía a la ciudad de los califas.

Así pasaron las semanas. Envalentonado por el aparente signo favorable de los cielos, que no dejaban de arrojar lluvia sobre los invasores, el Califa de Bagdad decidió tomar la ofensiva. En la noche del 17 de enero, el ejército califal salió al encuentro de los mongoles en el sitio llamado Bashiriya. Las tropas califales intentaron asaltar el campamento mongol. Tras unas cuantas horas de arduo combate los 12 mil soldados del Califa perecieron.

Las huestes mongolas rodearon las murallas de Bagdad sin lograr abrir brecha. Sin embargo, el 4 de febrero el Regente recibió noticias de que los zapadores finalmente habían provocado el derrumbe de una torre. Los mongoles entraron a la ciudad y tomaron el control de algunos suburbios mientras el resto resistía. La situación permaneció indecisa hasta el día 12. A eso del mediodía, un mensajero llegó al pabellón del Regente para informarle que el Califa de Bagdad había decidido rendirse y abrir las puertas de su palacio. Los habitantes de Bagdad creyeron que había una tregua pactada y depusieron las armas. Apenas despuntó el alba del día 13 de febrero, las tropas mongolas comenzaron a masacrar a la población y a saquear las casas y mansiones respetando únicamente las de los cristianos. La esposa de Hulagu era cristiana nestoriana.

La sangre se precipitó por las calles de Bagdad, arrastrada por la lluvia incesante. El Tigris se tiñó de rojo. El Regente entró al palacio, Al-Rihainiyyin, acompañado por el Califa cautivo.

Al entrar Hulagu al primer patio del palacio encontró allí reunida y sometida a prácticamente la totalidad de la Casa de Abbas, príncipes, primos, tíos, esposas, maniatados, todos fueron pasados a cuchillo.

Después el Regente ordenó al Califa conducirle directamente a la atestada sala de los tesoros. El Regente tomó una bandeja de oro y se la presentó a Al-Mustasim, le dijo: "come", a lo que el Califa respondió: "no es comestible", y el Regente replicó: "por qué entonces la guardaste en vez de comprar alimentos para tus soldados", a lo que el Califa respondió: "fue la voluntad de Allah". Hulagu concluyó la conversación: "lo que te va a suceder también es la voluntad de Allah". El 20 de febrero Hulagu salió de Bagdad hacia la aldea de Waqaf. En ese lugar sentenció a muerte al Califa. Los sheijs sunitas que lo acompañaban, consternados, intentaron persuadir al bárbaro conquistador: "Si Hulagu derrama la sangre de nuestro Califa, él y sus infieles seguidores serán tragados vivos por la tierra". Los cronistas sugieren que Al-Mustasim fue envuelto en una alfombra y muerto a palos, a la manera en que los bárbaros mongoles ejecutaban a sus propios príncipes: "para no derramar su sangre sobre la tierra".


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